Con la llegada de los smartphones y las redes sociales, la forma en que nos conectamos cambió por completo. Estamos siempre “en línea” y aun así, nos sentimos solos. Además, con cada vez más personas trabajando de forma remota o en esquemas híbridos, la soledad alcanzó niveles récord. No hay forma de ignorarlo: la conexión cara a cara es esencial para nuestro bienestar. Punto. Tal vez sea momento de retomar formas más tradicionales de relacionarnos para combatir esa sensación de aislamiento.
Todo apunta a que 2025 será el año en que regresaremos a las oficinas. Claro, dejar la comodidad de tu casa y volver a un espacio compartido puede parecer un fastidio al principio. Pero este cambio tiene un lado positivo: es una oportunidad para redescubrir la energía social diaria que es importante para nuestra salud mental y sentido de pertenencia. En lugar de centrarnos en lo molesto que puede ser regresar a la oficina, ¿por qué no enfocarnos en cómo este cambio puede enriquecer nuestra vida diaria y crear mejores conexiones?
¿Por qué la oficina todavía importa?
Somos seres sociales por naturaleza, pero en los últimos años hemos perdido el acceso y la sensación de comunidad. Con el tiempo, hemos olvidado que nuestras oficinas solían ser una parte fundamental de nuestras vidas sociales. Pero, ¿qué significa realmente ser social, especialmente de manera efectiva e intencional? Se trata de las tres categorías de personas con las que solemos interactuar en el trabajo.
La primera es nuestro sistema de apoyo: un grupo de menos de cinco personas que quieren lo mejor para ti sin condiciones y están disponibles para brindarte apoyo cuando lo necesitas. La segunda categoría son los nuevos conocidos: personas que llegan a nuestra vida, pueden causar incomodidad al principio, pero nos retan a comunicarnos, crecer o ser vulnerables, y podrían convertirse en relaciones más significativas. La última categoría incluye a aquellos con quienes tenemos microinteracciones, como el portero, la cajera del supermercado, un conferencista o un contratista. Estas interacciones nos recuerdan que somos parte de algo más grande y refuerzan —o desafían— nuestro sistema de creencias.
Estas relaciones e interacciones son esenciales para nuestra salud social y suelen encontrarse cuando nuestras vidas nos empujan fuera de la comodidad de la casa. Resulta que el trabajo es una de las formas más obvias y comunes para lograrlo. El crecimiento rara vez ocurre en una zona de confort. Así que, aunque sea fácil quedarse encerrado en casa, con el tiempo esto puede generar una sensación de estancamiento e incluso soledad.
Estar rodeado de otras personas, aunque al principio se sienta incómodo o inconveniente, nos saca de nuestra burbuja y enriquece nuestra perspectiva. Es en esos momentos de incomodidad –como compartir una sala de reuniones con alguien que apenas conoces o asistir a un evento social del trabajo– cuando desarrollamos resiliencia y nuevas habilidades sociales. Además, estas experiencias hacen que la comodidad del hogar se sienta aún mejor al final del día laboral.
Esto no significa que tengamos que hacernos mejores amigos de todos en nuestra oficina, pero compartir una risa durante el café, colaborar cara a cara o empatizar sobre desafíos compartidos puede ser una forma sorprendentemente efectiva de combatir la sensación de aislamiento. La belleza de estas interacciones está en su simplicidad. Una charla casual en la sala de descanso o un almuerzo compartido pueden inyectar un poco de dopamina en el día y recordarnos la humanidad detrás de los correos electrónicos y los mensajes de Slack, así como que tenemos el control sobre nuestra actitud y perspectiva.
Haz que la oficina funcione para ti
Buena parte de la resistencia a los mandatos de regreso a la oficina proviene de un sentido de obligación: “Tengo que hacerlo”. Pero, ¿y si cambiamos ese pensamiento a: “¿Cómo puedo hacer que esto funcione para mí?” Este cambio nos pone de nuevo al mando. En lugar de enfocarnos en lo que se nos pide, centrémonos en cómo podemos hacer que la experiencia sea más agradable y beneficiosa. Agenda encuentros para tomar café con tus compañeros, propón un almuerzo en equipo o convierte el tiempo del trayecto al trabajo en una oportunidad para escuchar tu pódcast o audiolibro favorito. Ver la oficina como una oportunidad en lugar de una carga puede transformar toda la experiencia.
Pongámoslo en práctica. ¿Cómo podemos abrazar las oportunidades laborales para mejorar nuestro bienestar social?
- Empieza por algo pequeño. No necesitas cambiar tus hábitos sociales de la noche a la mañana. Comienza con gestos simples, como saludar a un compañero en el pasillo o felicitar a alguien por un buen trabajo. Estos pequeños pasos generan confianza con el tiempo.
- Identifica barreras. Si ser social en el trabajo te causa ansiedad, toma un momento para identificar qué te detiene. ¿Es el miedo al rechazo? ¿La incertidumbre sobre cómo iniciar una conversación? Una vez que lo sepas, podrás trabajar en ello.
- Hazlo a tu manera. Adapta tus interacciones a lo que se sienta auténtico para ti. Si los grupos grandes te abruman, enfócate en conexiones individuales. Invita a un colega a tomar un café o a almorzar. Considera las interacciones laborales como una oportunidad para ampliar tus horizontes personales y profesionales.
El poder de un “buenos días”
Aquí está el mensaje clave que probablemente no sorprenda a nadie: la interacción social en persona es la cura para la epidemia de soledad que todavía afecta a muchos. Las oficinas, por naturaleza, ofrecen una vía accesible para practicar estos comportamientos y actitudes. Con esto en mente, es hora de replantear las órdenes de regresar a la oficina como oportunidades, cambiando la perspectiva de verlas como una carga a verlas como una invitación para conectarnos con otros y redescubrir el valor de la colaboración en persona.
Estar en un entorno de oficina es una oportunidad para abrirnos a los beneficios de los métodos tradicionales de construir comunidad y para recuperar un sentido de pertenencia en un mundo donde nos hemos aislado profundamente unos de otros. Aunque la idea pueda parecer básica –e incluso poco atractiva al principio– cuando se trata de nuestro bienestar, tal vez regresar a lo esencial sea una de las mejores apuestas para ser felices.