En 20024, el mundo hizo frente a un momento crítico de urbanización creciente, y las áreas verdes son indispensables para la salud ecológica. Pero también son esenciales para la calidad de vida de los habitantes, y el crecimiento económico de las naciones.
Tenemos, desde el programa de desarrollo de “Parques Alegría” de la nueva administración de la CDMX, hasta iniciativas de otros países liderados por el Banco Mundial. La señal pública es clara y contundente: la armonía entre desarrollo urbano y sostenibilidad es estratégica para el porvenir de un mundo habitable y próspero. Los entornos naturales y áreas verdes en espacios citadinos ejercen una función trascendental. Prácticamente, son los pulmones de nuestras urbes, ya que absorben dióxido de carbono y producen oxígeno, mientras que contrarrestan las afectaciones de la contaminación y del cambio climático. También, estas áreas contribuyen con la reproducción de espacios sociales propicios para la convivencia comunitaria, la recreación y la reducción de las brechas de desigualdad.
En México se erige un ejemplo notable que es el Parque Tezozómoc en la alcaldía Azcapotzalco. Esta área se convirtió en un modelo de aprovechamiento integral. Tuvo la rehabilitación de su lago y la instalación de infraestructuras para la recreación, como un circuito de go-karts, espacios para el ciclismo y de paseo en lanchas. Este tipo de iniciativas mejoran el entorno natural y además, cuidan del tejido social mediante espacios dignos y con seguridad para las familias visitantes.
La vegetación y cuerpo de agua con los que cuenta son un refugio para especies locales, además de que funge como una medida natural de resistencia contra la urbanización descontrolada.
En cuanto a beneficios ambientales, los espacios verdes urbanos ayudan a disminuir las temperaturas locales, mejoran las condiciones del aire a la vez que contribuyen con la recuperación de la biodiversidad en las ciudades.
Iniciativas globales: inspiración para México y el mundo
A nivel internacional, las iniciativas fomentadas por el Banco Mundial nos brindan claros ejemplos de cómo armonizar la sostenibilidad con en el desarrollo urbano. Urbes como Kigali, en Rwanda, han convertido sus humedales en ecosistemas funcionales que benefician al medio ambiente a la vez que detonan la economía local. El caso de estos humedales restaurados generan fuentes de trabajo, atraen el interés del turismo mientras que incrementan el valor de las propiedades vecinas. Esto es evidencia de que la naturaleza ha llegado a ser un activo económico relevante.
Otro ejemplo significativo es el de Estocolmo, Suecia, que es una de las urbes más sostenibles del planeta de acuerdo con el ranking de 2024. Su economía opera con un modelo de circularidad y sus políticas priorizan la reducción de emisiones. Estocolmo ha integrado de manera armónica las áreas verdes en sus procesos de planeación urbana y generado espacios accesibles para todos sus ciudadanos.
Estos casos nos revelan la importancia de considerar la naturaleza no como un obstáculo para el desarrollo y el crecimiento, sino como una aliada para la mejora de las condiciones de vida de ciudadanos de diversas latitudes del planeta. Sin duda, México cuenta con el potencial de liderar iniciativas de este tipo, capitilzando su rica biodiversidad y su cultura de conexión con la Tierra.
El papel de las comunidades y de los gobiernos locales
El rol de las comunidades locales es central para llevar a cabo los esfuerzos de conservación y sostenibilidad. Un ejemplo está en la CDMX. Productores de flores y plantas de Xochimilco contribuyen significativamente al embellecimiento de parques urbanos como parte de programas de rehabilitación de áreas naturales. Los esquemas de colaborativos entre autoridades y comunidades fortalecen a las economías locales y asumen un sentido de pertenencia y de corresponsabilidad.
Por su lado, las autoridades del nivel local, tienen la responsabilidad de implementar políticas públicas que den prioridad a la inversión para la infraestructura verde. Esto contempla la construcción de nuevos parques y jardines, el fomento de techos verdes y muros vegetales en edificaciones de diversas dimensiones. Este tipo de iniciativas benefician al medio ambiente, y mejoran la calidad de vida, al reducir los índices de estrés y la promoción de estilos de vida más saludables entre los ciudadanos.
El capital natural como motor del desarrollo sostenible
La noción de “capital natural” ha ganado terreno en años recientes, particularmente en lo que se conoce como economía ambiental. Esta perspectiva reconoce que los recursos naturales —como bosques, ríos y áreas verdes—, representan un valor económico tangible. Este debe contemplarse en la producción de políticas públicas, así como en las decisiones de las industrias.
De esta forma, el Banco Mundial ha puesto de relevancia el valor del capital natural como parte de la planeación económica, ya que puede llevar a mejores decisiones y a un uso más racional de los recursos. Al distinguir con claridad el papel de los bosques en las regulaciones sobre el agua, así como en la prevención de desastres naturales, los distintos niveles de gobierno pueden justificar inversiones en su conservación como parte de sus estrategias de ahorro para el largo plazo.
La oportunidad de un futuro verde para las ciudades
Resulta desafiante lograr un balance entre urbanización y sostenibilidad, pero el reto no es insuperable. Las historias de éxito en México y otras naciones nos enseñan que es posible transitar hacia un modelo de crecimiento y prosperidad en el que la naturaleza y las ciudades coexisten en armonía.
Iniciativas recientes como “Parques Alegría” y las intervenciones realizadas al Parque Tezozómoc muestran el impacto positivo de invertir en infraestructura verde, tanto en términos ambientales como sociales y culturales. Asimismo, proyectos globales como las promovidas por el Banco Mundial trazan una hoja de ruta para integrar la sostenibilidad en todos los niveles de la planeación urbana. Para asegurar un provenir habitable, es crítico que los espacios verdes y los recursos naturales se comprendan como prioridades estratégicas. Esto hace necesaria la participación activa de todos los sectores de la sociedad, desde las autoridades gubernamentales hasta las comunidades locales y el sector privado.
El rescate y preservación de áreas verdes no es un lujo ni un objetivo opcional. Es una necesidad para la supervivencia de nuestras ciudades, así como para el bienestar de las generaciones futuras. Asumir y aplicar un enfoque integral que mezcle la planeación urbana, la innovación tecnológica y la participación comunitaria, puede contribuir a transformar nuestras ciudades en espacios sostenibles, inclusivos y resilientes.