
Hace unos años, estaba en medio de una reunión importante con un cliente cuando mi teléfono empezó a vibrar. Zumbido. Zumbido. No quería ser descortés, así que mantuve mi atención en la conversación. Zumbido. Zumbido. Zumbido. Finalmente, me disculpé, miré la pantalla y vi varios de mensajes de texto de mi hijo, cada vez más urgentes. Los últimos simplemente decían: MAMÁ. MAMÁ. MAMÁ.
Como madre de tres adolescentes, ya había recibido mensajes como esos antes. No había manera de saber qué tan urgente era la situación: ¿se le olvidaron las llaves o realmente se trataba de una emergencia?
Al final, todo estaba bien. No hubo sangre, ni huesos rotos, ni ataques de pánico, ni pensamientos autodestructivos. Pero como madre y tutora, esos son los momentos que hacen que el corazón se te acelere. Ese día, en la sala de reuniones, sentí que estaba en dos lugares al mismo tiempo. Y tuve la sensación de que nadie más podía entenderlo.
Ese día me di cuenta de que había interpretado mal algo importante sobre la crianza. Cuando mis hijos se convirtieron en adolescentes, pensé que lo difícil ya había pasado. Pero en realidad, apenas estaba comenzando.
Justo en el momento en que nuestros hijos atraviesan los años más complicados de su vida—enfrentando acoso, la presión de las redes sociales y desafíos de salud mental en cifras récord—los beneficios y programas de apoyo para los padres desaparecen en las empresas.
En lugar de permisos parentales pagados, folletos sobre alimentación y hábitos de sueño, y amigos y compañeros preguntando cómo estamos (y cómo pueden ayudar), nos enfrentamos a un flujo interminable de consejos que solo refuerzan la culpa que muchos de nosotros sentimos: Así es como puedes lograr que tu hijo entre a una universidad importante. Así puedes convertir a tu adolescente angustiado en un adulto feliz, saludable y exitoso.
Lo que callamos… los padres de adolescentes
En todo ese discurso suele haber un juicio implícito (o al menos, la sensación que somos juzgados): si nuestros hijos están luchando, es culpa nuestra. Seguro que con suficiente control del tiempo frente a la pantalla y esfuerzo, estos desafíos pueden solucionarse.
Pero los padres no necesitan más consejos. Necesitan reconocimiento y apoyo.
En los últimos años, Estados Unidos ha avanzado en el reconocimiento de la importancia de apoyar a los nuevos padres. Gracias a la lucha constante de activistas, políticas como la licencia parental pagada, el cuidado infantil asequible y los horarios flexibles han pasado de ser asuntos “familiares” de nicho a convertirse en temas económicos clave. Se discuten en debates presidenciales, forman parte de los paquetes de beneficios laborales más competitivos y son un punto central en cualquier conversación sobre el costo de vida.
El impacto económico de criar niños en entornos amorosos y seguros es indiscutible. La investigación muestra que los empleadores con políticas efectivas experimentan beneficios tangibles en sus negocios: mayor productividad, mejor captación de talento y mayor retención.
Claro, aún estamos lejos de donde deberíamos estar; el permiso laboral pagado y el cuidado infantil accesible siguen siendo inaccesibles para muchas personas. Sin embargo, hemos transformado la conversación sobre cómo reconocer, valorar y apoyar a los padres de niños pequeños, impactando así la vida de millones
Ahora es momento de hacer lo mismo para todos los padres y tutores, encontrando nuevas y mejores maneras de apoyar a quienes, en lugar de desvelarse por cambiar pañales, pasan la noche consolando a un adolescente que puede estar lidiando con depresión o ansiedad.
Los líderes empresariales pueden crear un cambio cultural
Las soluciones para padres de adolescentes no serán las mismas que para los nuevos padres y, así como van las cosas en el mundo, las reformas del sector público tardarán en llegar. Sin embargo, el primer paso hacia un cambio significativo es explorar ideas que demostraron ser efectivas en otros contextos y tienen grandes posibilidades de éxito. Aquí es donde los líderes empresariales pueden hacer la diferencia.
Podemos empezar por reconocer que los padres de adolescentes siguen siendo, y siempre serán, padres. Me refiero a que es crucial ofrecer flexibilidad en los horarios para todo tipo de tutores, asegurar una cobertura adecuada para tratamientos de salud mental y establecer licencias familiares que incluyan el cuidado de adolescentes en crisis. También es esencial proporcionar herramientas a los líderes de equipo y crear grupos de apoyo para padres y tutores de adolescentes.
Pequeños cambios, como declarar explícitamente que estos permisos flexibles pueden utilizarse para asistir a un hijo en crisis de salud mental, pueden generar un gran impacto.
Más allá de las políticas y beneficios corporativos, apoyar a los padres de adolescentes implica construir una cultura de apoyo genuino e inclusión, donde los empleados se sientan bienvenidos y comprendidos. No se necesita un manual para esto: todos podemos ser parte del cambio, sin importar nuestro rol.
Me pregunto qué habría pasado en esa reunión si, en lugar de intentar dividir mi atención entre la situación y el trabajo, simplemente le hubiera contado a mi cliente que mi hijo estaba en crisis y me necesitaba. Quizás habría creado un momento de conexión y empatía. Tal vez habría hecho que mi cliente reflexionara sobre sus propias experiencias o las de los padres de su equipo.
Si normalizamos estas conversaciones y apoyamos a los padres a lo largo de su recorrido, podremos tener un impacto duradero en los niños, las familias, las empresas y la sociedad en general.