
Las empresas están regresando a las oficinas, los empleados se están readaptando a las interacciones presenciales. Uno de los mayores retos: dar y recibir retroalimentación constructiva.
A diferencia del elogio, la retroalimentación constructiva identifica áreas de mejora, un factor esencial para el éxito tanto individual como organizacional, aunque muchos la perciben como difícil de manejar. Ya sea de forma virtual o presencial, factores como el temor a las consecuencias negativas o a dañar las relaciones suelen convertir el proceso de dar y recibir retroalimentación en una situación de alto riesgo.
Aunque la retroalimentación virtual tiene sus propios retos —como la falta de señales no verbales, el riesgo de malas interpretaciones y las barreras tecnológicas—, el regreso a las conversaciones en persona introduce otras complejidades. El lenguaje corporal, el tono y la inmediatez de los intercambios cara a cara agregan capas de matices que los líderes pueden sentir que no dominan completamente.
Hoy más que nunca, los líderes y equipos deben abordar la retroalimentación con cuidado. Aquí te mostramos cómo convertirla en una herramienta de crecimiento, asegurando que fortalezca a tu equipo, en lugar de tensar las relaciones laborales.
1. Adopta la mentalidad adecuada
Antes de dar retroalimentación constructiva, prepárate mentalmente. El objetivo es ayudar a la otra persona a crecer, no desahogar frustraciones, probar un punto o poner a alguien en su lugar. Si las emociones están a flor de piel, toma un momento. La retroalimentación debe provenir de un lugar de apoyo y un deseo genuino de ver al otro tener éxito, lo cual, a su vez, fortalece al equipo y la organización. Mantente centrado y asegúrate de que tus palabras y tono reflejen esa intención.
2. Elige el momento y lugar adecuado
Dar retroalimentación después de observar un comportamiento, revisar un trabajo o tener una interacción clave la mantiene relevante y útil, pero tanto el momento como el entorno son importantes. Las conversaciones en persona ofrecen la posibilidad de un diálogo más enriquecido, pero solo si se hacen de la manera correcta.
Evita dar retroalimentación en momentos apresurados, como entre reuniones seguidas, donde ninguna de las partes tendrá la concentración necesaria para un intercambio significativo. Elige un momento en que ambos estén tranquilos y no abrumados. Opta por un espacio neutral, como una sala de reuniones en lugar de tu oficina, para evitar desequilibrios de poder. Asegúrate de que esté libre de interrupciones para fomentar una discusión abierta y productiva.
3. Sé muy específico
La retroalimentación imprecisa no es útil. En lugar de decir “siempre interrumpes” o “no eres un buen colaborador”, señala un momento concreto: “En la reunión de Operaciones de ayer, levantaste la voz varias veces y hablaste por encima de los demás. Después de eso, la sala se quedó más callada”. Habla desde lo que viste, escuchaste y cuándo ocurrió, en lugar de asumir cómo se sintieron los demás o hacer juicios generales sobre la persona. Esto hace que la retroalimentación sea más clara, útil y fácil de recibir.
4. Domina la parte no verbal
Es fácil concentrarse solo en lo que vas a decir, pero no olvides cómo lo dices, incluyendo la parte no verbal, que es mucho más importante cuando no puedes esconderte detrás de una pantalla. El tono y el lenguaje corporal constituyen la mayor parte de la forma en que se recibe la comunicación. Habla con un tono equilibrado, incluso en los temas difíciles. Mantén un buen contacto visual, pero sin que resulte intimidante. Inclínate ligeramente hacia adelante para mostrar que estás comprometido y preocupado. Evita posturas defensivas, como cruzar los brazos.
5. No le tengas miedo al silencio
En un mundo siempre conectado, puede ser tentador llenar todo el espacio con palabras. En su lugar, trata de sentirte cómodo con el silencio, ya sea haciendo pausas con mayor frecuencia mientras hablas o no presionando por una respuesta inmediata de la otra persona. El silencio, incluso unos segundos, crea tiempo y espacio para que ambos procesen las respuestas emocionales, lo que contribuye a una interacción más genuina que ayudará a ambas partes a comprenderse y apoyarse.
6. Toma en cuenta que hay una diferencia generacional
Los miembros de diferentes generaciones pueden preferir diferentes formas de retroalimentación. Gen Z puede querer un enfoque que tenga en cuenta sus valores y fuentes de significado (“Sé que la colaboración es importante para ti, así que aquí te doy algunas formas en las que la haces bien y áreas donde puedes mejorar”), mientras que los boomers pueden estar más enfocados en los resultados y consejos prácticos.
7. Pide retroalimentación constantemente y de manera genuina
Pedir retroalimentación regularmente a tu equipo es un ejemplo de un comportamiento de liderazgo importante y promueve una cultura abierta, orientada al crecimiento y al alto rendimiento. Pero debe ser una solicitud genuina y los empleados que gestionas pueden sentirse inseguros a hablar con la verdad por miedo a represalias. Sé empático con esa realidad. Evita pedir retroalimentación en la misma conversación en la que estás dando retroalimentación, ya que puede sentirse transaccional o hacer que la otra persona sea reacia a compartir abiertamente. Si no estás dispuesto a escucharla, no la pidas. Y recuerda: cómo respondes a la retroalimentación determinará si la persona se siente cómoda proporcionándola en el futuro.
La habilidad para dar retroalimentación también involucra saber recibirla. Es natural reaccionar a la defensiva, pero trata de tomar un respiro y abrirte a lo que se está comunicando, especialmente si viene desde un lugar de apoyo. Pide ejemplos si no te los dan. Mientras escuchas, pregúntate: “¿Cómo podría ser cierta esta retroalimentación? ¿Cómo encaja con cómo me veo?”. Y recuerda: la retroalimentación es un regalo. Es una de las experiencias más impactantes que favorecen el crecimiento.
8. Practica, una y otra vez
A algunas personas les sale “natural” dar retroalimentación, pero la mayoría no se siente de esta forma. Es difícil, impone, de ambos lados. Afortunadamente, es una habilidad que puede mejorar. Piensa en dar retroalimentación como un músculo que puedes fortalecer. Una forma de hacerlo es comenzar con situaciones de bajo riesgo (por ejemplo, dar retroalimentación después de una presentación) y luego avanzar a áreas más sensibles, como patrones de comportamiento o comunicación.