
Mientras amanece en las costas del Caribe panameño, George Nacewa se sienta a cenar en la isla de Fiji. Separados por más de 11,000 kilómetros de océano Pacífico, Olo Villalaz, líder de los indígenas del pueblo Guna y Nacewa, del pueblo iTaukei, comparten algo más que la lucha por sobrevivir al cambio climático: una alianza indígena global que busca influir en la COP30.
Ambos se encontraron esta semana en Brasilia, durante el Campamento Tierra Libre, el mayor encuentro anual de pueblos originarios en Brasil, que este año adquirió una relevancia global: fue el escenario de una alianza inédita entre comunidades indígenas de América Latina y Oceanía, rumbo a la COP30 que se celebrará en noviembre en Belém, Brasil.
Delegaciones de Australia, Fiji, Papúa Nueva Guinea, Samoa y Samoa Americana viajaron hasta la capital brasileña para unirse a más de 8,000 representantes indígenas del continente americano. Su objetivo: fortalecer su papel en las decisiones que marcarán el futuro climático del planeta.
La lucha de ellos es la nuestra
“Salí de casa el viernes y llegué el domingo. Fue un viaje agotador”, contó Nacewa. Aun así, su entusiasmo es visible mientras camina entre rituales, conciertos, mercados y reuniones en el campamento. “Es hermoso presenciar esto”.
Para Olo Villalaz, llegar desde la comarca panameña de Guna Yala fue una decisión inevitable. En 2024, unas 1,200 indígenas de su comunidad fueron evacuadas de la isla Cartí Sugdupu, en riesgo de desaparecer por el aumento del nivel del mar. “Los hermanos del Pacífico tienen un gran problema con eso y nosotros también. Vivimos en islas. La lucha de ellos es la misma que la nuestra”, explicó.
En Fiji, el problema es igual de tangible. “El agua salada está entrando en nuestras tierras de cultivo”, denuncia Alisi Rabukawaqa. Aun con el desfase horario y el cansancio del viaje, participó en los rituales de bienvenida y compartió su experiencia con otros pueblos.
Para Nacewa, la diferencia entre este encuentro y los festivales culturales del Pacífico es clara: aquí, la lucha política está en el centro. “En casa nos reunimos para mostrar nuestras culturas. Aquí estamos políticamente alineados”, dijo.
Sin embargo, tienen una meta ambiciosa: ser escuchados con el mismo peso que los jefes de Estado durante la COP30 de la ONU. Las comunidades indígenas reclaman que sus territorios —verdaderas barreras contra el calentamiento global— sean protegidos con políticas claras y urgentes.
Entre sus demandas está el rechazo a la explotación de combustibles fósiles. “Estamos en contra del fracking, la perforación, el petróleo y la minería. Eso enferma a nuestro país, y eso nos enferma a nosotros, porque somos la Tierra”, dijo Rosie Goslett-King Budawang, del pueblo Yuin en Australia.
¿La COP31 en Oceanía?
La alianza también mira más allá de Brasil. Dinaman Tuxá, coordinador de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), destaca que Australia y un bloque de islas del Pacífico postularon para albergar la COP31 en 2026. De ahí la urgencia de tejer vínculos entre comunidades que hasta hace poco no habían tenido contacto.
“Queremos una continuidad en la construcción de cuestiones ambientales”, dice Tuxá.
La presidencia brasileña de la COP30, sin embargo, evitó tomar una postura frente a temas como la explotación petrolera, que generaron divisiones en conferencias pasadas. Por eso, la presión desde las bases, desde las islas y las selvas, busca ocupar un lugar cada vez más protagónico en la agenda climática global.