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Que comience la guerra comercial: fábricas chinas combaten los aranceles de Trump

Si tú no me quieres… Ante los aranceles del 145%, los fabricantes chinos van por mercados alternativos.

Que comience la guerra comercial: fábricas chinas combaten los aranceles de Trump [Foto: AFP]

En un caluroso día de primavera, en el este de China, el ambiente en la fábrica de Jessica Guo parece sacado de una postal navideña: trabajadores ensamblan ramas, pintan de blanco hojas de abeto artificial y embalan árboles que viajarán miles de kilómetros. Sin embargo, este año, uno de sus principales destinos brilla por su ausencia: Estados Unidos. Que comience la guerra comercial.

Como muchas empresas de la provincia industrial de Zhejiang, la planta de Guo solía tener una importante dependencia del mercado estadounidense. Hoy, esa relación comercial está rota o suspendida. ¿La razón? La guerra arancelaria desatada por el expresidente Donald Trump y revivida en su posible regreso a la Casa Blanca. Con aranceles del 145% a productos chinos, la política comercial del republicano amenaza directamente al sector exportador de la segunda economía más grande del mundo.

China respondió con la misma fuerza: impuso aranceles del 125% a los productos estadounidenses y ha declarado que luchará “hasta el final”.

“Al principio, había algo de pesimismo en la industria”, cuenta Guo en entrevista. “Pero en los últimos dos días estamos más unidos, sentimos que no pueden abusar de nosotros así. Queremos salir adelante de esta fase difícil con el resto del país”. El impacto no es menor: según la Organización Mundial del Comercio, los intercambios entre ambas potencias podrían reducirse hasta un 80% si la tensión escala.

Navidad sin pedidos

La fábrica de Guo, ubicada en la ciudad de Jinhua, no tiene ningún pedido en curso proveniente de Estados Unidos. Algunos fueron cancelados, otros simplemente no se confirmaron. Y aunque el golpe ha sido fuerte, ella reconoce que otros fabricantes de árboles navideños en la zona también han resultado afectados… aunque no tanto como sus colegas del sur.

“En la provincia de Cantón, hay fábricas que trabajaban casi exclusivamente para un gran cliente estadounidense. Ellos sí están en una situación crítica”, explica.

Por suerte, muchas compañías de Zhejiang habían comenzado un proceso de diversificación antes de esta nueva oleada arancelaria. “En los últimos años apenas hemos tenido clientes estadounidenses”, asegura Guo. “Recientemente ya habíamos roto lentamente nuestra dependencia al mercado estadounidense y empezamos a desarrollar otros mercados”.

Mientras camina entre cajas ya listas para exportación, señala que muchas tienen como destino Guatemala o Chile. China sigue siendo la fábrica del mundo, pero ahora busca clientes en nuevos horizontes.

Cuando Trump es un souvenir

A tan solo 50 minutos en coche, otra pequeña fábrica enfrenta una situación similar, aunque con un giro inesperado. Cassie, encargada de ventas, trabaja en una planta que produce dispositivos de plástico impulsados por energía solar, como figuras decorativas que se mueven con la luz.

“Antes de la pandemia, 80% de nuestros clientes eran estadounidenses. Ahora, apenas llega al 20%”, dice.

Con los nuevos aranceles, muchos de sus clientes han cancelado pedidos. “Al comienzo, algunos nos dijeron que podíamos asumirlo juntos… pero luego los aranceles subieron absurdamente y nadie podía absorber ese costo”, relata.

Lo curioso es que entre los productos afectados están figuras solares de Donald Trump: muñecos que se balancean al sol, algunos con la mano levantada, otros con los dedos cruzados en la espalda. También hay versiones de la reina Isabel II bailando y un surfista contoneándose.

“Ahora estamos en una postura expectante para ver qué decisiones tomará Trump después”, dice Cassie. Su estrategia: redirigir los productos a otros mercados o venderlos dentro de China.

Mientras tanto, la producción sigue. En la planta, los zumbidos y chasquidos de las máquinas llenan el aire. Las trabajadoras ensamblan con precisión piezas de plástico coloridas, en una rutina casi hipnótica.

Cassie muestra con orgullo algunas cajas destinadas a Europa: “Creo que no debería estar tan loco”, dice entre risas. “Que nos añada aranceles no tiene en realidad ningún beneficio para ellos”.

Trump también es un monstruo (de silicona)

El impacto de la guerra comercial también se siente en Yiwu, una ciudad cercana conocida por albergar uno de los mercados mayoristas más grandes del mundo. Este complejo es la joya de la industria ligera de Zhejiang: un laberinto de miles de locales que venden desde electrónicos hasta pasto sintético, pistolas de juguete o brillantina corporal.

Aquí, los comerciantes aseguran tener una cartera de clientes mucho más diversificada, que incluye Sudamérica, Oriente Medio y el Sudeste Asiático.

“Si la guerra comercial escala… deberíamos mirarla con una actitud de calma”, dice Wang Xuxue, una veterana vendedora en su tienda repleta de peluches y bolsos de Barbie. Muchos, como ella, están listos para adaptarse: crear nuevos productos, buscar nuevos mercados y dejar atrás la dependencia estadounidense.

A unos metros, una tienda de disfraces muestra en su escaparate una serie de máscaras de silicona: demonios, hombres lobo, payasos siniestros, Freddy Krueger… y Donald Trump.

“El pueblo chino está bastante unido”, dice Wang. “Somos más trabajadores, más ahorradores… No tenemos miedo de que haya una guerra de precios. Estamos todos muy confiados”.

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