
El 14 de abril de 2025, Blue Origin lanzó a seis mujeres —Aisha Bowe, Amanda Nguyễn, Gayle King, Katy Perry, Kerianne Flynn y Lauren Sánchez— en un viaje suborbital al borde del espacio, marcando una nueva era en el turismo espacial.
Los titulares lo calificaron de un momento histórico para las mujeres en el espacio. Pero como educadora en turismo, me detuve, no porque cuestionara su experiencia, sino porque cuestionaba el lenguaje. ¿Eran astronautas o turistas espaciales? La distinción es importante, no solo por precisión, sino para comprender cómo la experiencia, el simbolismo y la motivación influyen en los viajes actuales.
En los estudios de turismo, mis colegas y yo solemos preguntarnos qué motiva los viajes y qué los convierte en una experiencia significativa. Estas mujeres cruzaron una frontera al abandonar la superficie terrestre. Pero también se involucraron en una controversia sobre un tema simbólico: la difusa línea entre astronauta y turista, entre logro científico y experiencia curada.
¿Qué significaba en realidad ese vuelo?
Este vuelo no se trataba solo de la altitud a la que volaron, sino de lo que significaba. A medida que los viajes espaciales comerciales se vuelven más accesibles para la población civil, más personas se unen a los vuelos espaciales no como científicos o especialistas de misión, sino como invitados o participantes de pago. La línea entre astronauta y turista espacial se difumina cada vez más.
En mi trabajo, exploro cómo los viajeros encuentran significado en la forma en que se estructuran sus viajes. Una perspectiva de estudios de turismo puede ayudar a comprender cómo experiencias como el vuelo de Blue Origin se diseñan, se comercializan y, en última instancia, comprenden los viajeros y la industria turística.
Entonces, ¿eran estos pasajeros astronautas? No en el sentido tradicional. No fueron seleccionados mediante los rigurosos protocolos de entrenamiento de la NASA, ni realizaban investigaciones ni exploraciones en órbita.
En cambio, pertenecen a una nueva categoría: los turistas espaciales. Son participantes de un viaje simbólico y elaborado que refleja cómo los vuelos espaciales comerciales están redefiniendo el significado de ir al espacio.
El turismo espacial como nicho de mercado
El turismo espacial tiene sus orígenes en 1986 con el lanzamiento de la estación espacial Mir, que posteriormente se convirtió en la primera plataforma orbital en albergar astronautas no profesionales. En la década de 1990 y principios de la década de 2000, la Mir y su sucesora, la Estación Espacial Internacional, acogieron a un puñado de huéspedes civiles financiados con fondos privados, entre ellos el empresario estadounidense Dennis Tito en 2001, a menudo citado como el primer turista espacial.
Desde entonces, el turismo espacial se ha convertido en un nicho de mercado que ofrece breves encuentros con la atmósfera terrestre. Si bien los pasajeros del vuelo NS-31 no compraron sus asientos, la experiencia es similar a la que ofrecen proveedores comerciales de turismo espacial como Virgin Galactic.
Al igual que otras formas de turismo de nicho —retiros de bienestar, senderos patrimoniales o aventuras extremas—, los viajes espaciales atraen a aquellos que se sienten atraídos por la novedad, la exclusividad y el estatus, independientemente de si compraron el boleto.
Estos vuelos suborbitales pueden durar solo unos minutos, pero ofrecen algo mucho más duradero: prestigio, una experiencia personal y la sensación de participar en algo excepcional. El turismo espacial vende la experiencia de estar en un lugar que pocos han visitado, no el destino en sí. Para muchos, incluso un vuelo de 10 minutos puede marcar un hito profundamente personal.
Motivación turística y evolución del turismo espacial
La teoría de la atracción y la repulsión en los estudios turísticos ayuda a explicar por qué las personas podrían querer viajar al espacio. Los factores de atracción —deseos internos como la curiosidad, el deseo de escapar o el afán de alcanzar la fama— despiertan el interés. Los factores de atracción —elementos externos como el deseo de ver la Tierra desde arriba o experimentar la sensación de ingravidez— potencian el atractivo.
El turismo espacial se nutre de ambos elementos. Se nutre del impulso interno de hacer algo extraordinario y del atractivo externo de una experiencia emocional y altamente coreografiada.
Estos vuelos suelen llevar una marca, no necesariamente con logotipos llamativos, sino mediante narrativas y decisiones de diseño que hacen que la experiencia se sienta icónica. Por ejemplo, si bien el cohete New Shepard en el que viajaron las mujeres no lleva un emblema propio, sí presenta el nombre de la compañía, Blue Origin, en negrita en un lateral. Los pasajeros visten trajes de vuelo personalizados, posan para fotos previas al vuelo y reciben insignias o certificados de misión, todo ello diseñado para evocar los rituales de las misiones espaciales profesionales.
Lo que se vende es una experiencia de “astronauta por un día”: emocionalmente impactante, visualmente cautivadora y llena de simbolismo. Pero, según las clasificaciones turísticas, estos viajeros son turistas espaciales: participantes en una excursión organizada y de corta duración.
Experiencia en representación y comercialización
La imagen del vuelo de Blue Origin de seis mujeres subiendo a un cohete fue enmarcada como una victoria simbólica —un momento de poder femenino diseñado para la visibilidad y la celebración—, pero también fue cuidadosamente seleccionada.
Esta no fue la primera vez que las mujeres entraron al espacio. Desde su creación, la NASA ha seleccionado a 61 candidatas a astronautas, muchas de las cuales realizaron contribuciones pioneras a la ciencia y la exploración espacial. Sally Ride, Mae Jemison, Christina Koch y Jessica Meir no solo entraron al espacio, sino que se formaron como astronautas y contribuyeron significativamente a la ciencia, la ingeniería y las misiones de larga duración. Sus viajes marcaron logros históricos en la exploración espacial, más que momentos clave en el turismo.
Reconocer su legado es importante ya que los vuelos espaciales comerciales crean nuevos tipos de experiencias únicas y personalizadas, determinadas más por el desempeño de los medios que por los hitos científicos.
El vuelo de Blue Origin no fue una misión científica, sino un evento simbólico. En el sector turístico, empresas, publicistas y medios de comunicación suelen crear estas representaciones para maximizar su visibilidad. SpaceX adoptó un enfoque similar con su misión Inspiration4, convirtiendo un vuelo orbital privado en un evento mediático global, con un documental de Netflix y una narrativa emotiva.
El vuelo de Blue Origin transmitió una sensación de progreso, al tiempo que fusionaba los roles de astronauta y acompañante. Para Blue Origin, el valor simbólico fue significativo. Al lanzar la primera tripulación exclusivamente femenina al espacio suborbital, la compañía logró un hito histórico —que la alineó con la inclusión— sin el costo, la complejidad ni el riesgo asociados a una misión científica. Con ello, generaron una enorme atención mediática.
Educación turística y alfabetización mediática
En el mundo actual, los viajes espaciales giran en torno a la historia que se cuenta sobre el vuelo. Desde imágenes seleccionadas hasta publicaciones en redes sociales y cobertura de prensa, gran parte del significado de la experiencia está determinado por el marketing y los medios de comunicación.
Comprender ese proceso es importante, no solo para los académicos o los expertos de la industria, sino también para los miembros del público, que siguen estos viajes a través de las narrativas producidas por los equipos de marketing y los medios de comunicación de las empresas.
Otra teoría en los estudios de turismo describe cómo los destinos evolucionan con el tiempo: desde la exploración hasta el desarrollo y la adopción masiva. Muchas formas de turismo comienzan en una fase de exploración, accesible solo para los ricos o con buenos contactos. Por ejemplo, el Gran Tour de Europa fue en su día un rito de paso para los aristócratas. Su legado contribuyó a moldear y desarrollar los viajes modernos.
El turismo espacial en fase de exploración
Actualmente, el turismo espacial se encuentra en fase de exploración. Es caro, exclusivo y solo está al alcance de unos pocos. La infraestructura para apoyarlo es limitada, y las empresas aún están experimentando con la experiencia. Esto aún no es turismo de masas, sino más bien un espacio de alto perfil para pioneros, que atrae la atención mediática y la curiosidad con cada lanzamiento.
Los avances tecnológicos, los cambios económicos y las nuevas normas culturales pueden ampliar el acceso a destinos únicos que inicialmente estaban fuera del alcance de la mayoría de los turistas. El turismo espacial podría ser el siguiente en evolucionar de esta manera en la industria turística. Su enfoque actual —quiénes pueden ir, cómo se etiqueta a los participantes y cómo se cuentan sus historias— marcará la pauta en el futuro. Comprender estos viajes ayuda a las personas a comprender cómo la sociedad presenta y vende una experiencia inspiradora mucho antes de que la mayoría de las personas puedan permitirse el viaje.
Betsy Pudliner es profesora asociada de innovación hotelera y tecnológica en la Universidad de Wisconsin-Stout.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.