
Así como ocurrió con la máquina de vapor en el siglo XIX y el microprocesador en el siglo XX, las empresas que descubrieron cómo utilizarlos prosperaron; aquellas que no lo hicieron, declinaron. Y ahora ha comenzado la carrera por adoptar la inteligencia artificial. McKinsey estima que el potencial de las empresas para aumentar su productividad a través de esta tecnología transformadora asciende a 4.4 billones de dólares.
Los líderes corporativos actuales son conscientes de esto —solo 1% califica a sus empresas como “maduras” en el espectro de implementación— y ciertamente quieren hacer algo al respecto: 92% planea aumentar sus inversiones en IA en los próximos tres años.
Sin embargo, en la prisa por incorporar la IA, estos líderes ignoran —e incluso contribuyen a— un problema mayor que la lenta adopción tecnológica: una desconexión entre el liderazgo y su fuerza laboral, que provoca una erosión de la alineación y la confianza dentro de las organizaciones. Esta desconexión cultural es un riesgo más urgente para el rendimiento empresarial que cualquier rezago técnico.
Los problemas de una fuerza laboral desconectada
El informe Estado de la Fuerza Laboral Global 2025 de Gallup reveló que el compromiso de los empleados a nivel mundial descendió a 21% en 2024. Esta es la segunda caída en los últimos 12 años.
Esto debería alarmar a los líderes empresariales. Los empleados desconectados representan una enorme amenaza de múltiples maneras. Hacen el trabajo mínimo necesario: los estudios muestran que los empleados desconectados son 18% menos productivos en promedio.
Considera también el impacto en la experiencia del cliente. La desconexión no se queda contenida, se filtra, y los empleados desconectados tienden a reducir la calidad del servicio, ralentizar los tiempos de respuesta y disminuir la lealtad hacia la marca.
Los empleados desconectados también matan la innovación, la resolución de problemas y la transformación. No alzan la voz, no cuestionan ideas ni contribuyen proactivamente. No se resisten con fuerza. Cumplen en silencio mediante una resistencia pasiva. No solo pierdes producción, sino también la energía crítica que impulsa la adaptación y el progreso.
Y luego se van. Los empleados desconectados tienen 2.6 veces más probabilidades de buscar activamente un nuevo empleo, lo que genera una rotación costosa. Gallup estima que reemplazar a un empleado cuesta 150% de su salario. Pero antes de irse, muchos envenenan la cultura desde adentro y convierten a empleados anteriormente comprometidos en desconectados.
“Fuerza laboral desconectada” es un término que se repite en las áreas de personas, y que con demasiada frecuencia es desestimado por el liderazgo como un asunto trivial de recursos humanos. Pero cuando se conecta con datos duros, realmente se convierte en una muerte por mil cortes invisibles.
La IA: el acelerador de la desconexión del liderazgo
Mientras esta desconexión erosiona silenciosamente al mundo corporativo, los ejecutivos todavía avanzan ciegamente con la implementación de la IA, y al hacerlo empeoran aún más el problema. Un estudio con 2,500 trabajadores de Estados Unidos, Reino Unido y Australia reveló que para 77% de los empleados, la IA ha aumentado su carga laboral, y uno de cada tres empleados a tiempo completo dice que probablemente renunciará en los próximos seis meses.
No imaginan el aumento de trabajo: 81% de los líderes del C-suite a nivel mundial reconoce que han incrementado las exigencias sobre sus trabajadores en el último año. Con la IA, hay más presión para entregar más, más rápido, en menos tiempo, y la relación entre empleados y empleadores se erosiona.
Como lo expresó recientemente un comentarista: “Las empresas anuncian despidos junto a resultados financieros récord. Trabajas duro, te enfocas en proyectos de alto impacto, recibes elogios de tu jefe… solo para descubrir que te despiden por decisión de alguien que probablemente ni siquiera sabe que existes. Parece que la confianza entre las empresas y los empleados ahora está rota. Las empresas, al parecer, o no son conscientes de este cambio o no están dispuestas a enfrentarlo. Y, francamente, no estoy seguro de que puedan arreglarlo”.
Disminuye la velocidad y escucha
Sí pueden arreglarlo. Pero primero, el liderazgo necesita quitar el pie del acelerador. Porque si deseas que la transformación con IA tenga éxito, tu gente debe acompañarte. Y eso empieza por volver a las raíces del compromiso efectivo con los empleados: la comprensión humana, obtenida de manera humana.
Se trata de pasar tiempo real entendiendo la realidad vivida, sentida y experimentada por tu fuerza laboral —irónicamente, el tipo de investigación que la IA no puede replicar—. Porque si bien la tecnología puede resumir patrones, no puede observar la cultura en movimiento. No puede captar la tensión en una sala. No puede notar quién habla, quién no, y por qué. No puede detectar la formación de tus pequeñas heridas invisibles.
Considera el enfoque de Dell, que en 2024 impuso mandatos estrictos de regreso a la oficina, introdujo monitoreo a empleados y aceleró el uso de GenAI, con poca escucha hacia su personal. ¿El resultado? Reacción interna negativa, moral en picada y daño público a su marca empleadora.
Contrástalo con Toyota, que ha construido su filosofía de liderazgo en torno al Genchi Genbutsu —“ve y observa”—. Los líderes se integran, observan y, lo más importante, comprenden antes de tomar decisiones. Es una de las principales razones por las que todavía es la marca automotriz líder en el mundo.
Conexión y comprensión
A partir de ahí, se trata de reconstruir la conexión. Sé auténtico: reconoce los desafíos y recuerda que la gente respeta la honestidad más que la perfección. Saca a la luz y eleva las verdaderas percepciones humanas que surgen desde la primera línea. Luego cierra el círculo: cuando las personas ven que se hacen cambios a partir de su retroalimentación, crece la confianza.
Es fundamental que los líderes reconozcan que, si bien la IA puede ayudar a escalar tareas, solo ellos —los líderes— pueden escalar la confianza. Y lo lograrán al darse cuenta de que las personas son lo primero, y la IA lo segundo.
Las organizaciones que ganen en la era de la IA no serán las que se muevan más rápido. Serán las que se mantengan más cerca del terreno. Esto no es una súplica nostálgica por un liderazgo “pre-IA”. Es un llamado a que los líderes simplemente lo hagan mejor y demuestren con acciones, no palabras, que son algo que la IA nunca podrá ser: humanos.