
La llegada de la inteligencia artificial generativa ha provocado oleadas de frustración y preocupación en el ámbito académico, por razones que resultan previsibles: estudios recientes muestran que estas herramientas pueden diluir el pensamiento crítico y socavar habilidades para resolver problemas. Además, hay numerosos reportes de estudiantes que las utilizan para hacer trampa en sus tareas.
Pero ¿qué opinan los propios estudiantes sobre la IA? ¿Y cómo afecta sus relaciones con sus compañeros, docentes y su propio aprendizaje?
Formo parte de un grupo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh con interés común en la IA y la educación universitaria. Aunque crece el número de estudios sobre el impacto de la IA generativa en la educación superior, nos preocupa que un grupo esté subrepresentado en esta literatura, a pesar de estar particularmente calificado para hablar del tema: nuestros estudiantes.
Durante la primavera de 2025, nuestro equipo realizó una serie de grupos focales con 95 estudiantes de nuestros campus y descubrimos que, usen o no IA tanto profesores como alumnos, esta ya está generando efectos interpersonales y emocionales significativos en la experiencia de aprendizaje y en la confianza en el aula. Aunque herramientas como ChatGPT, Gemini o Claude afectan evidentemente la forma en que los estudiantes aprenden, su aparición también está transformando la relación que tienen con sus profesores y entre ellos.
“No te va a juzgar”
La mayoría de los participantes había utilizado IA en el ámbito académico—por ejemplo, cuando se les acaba el tiempo, perciben que una tarea es “trámite” o se sienten atascados y temen no poder completarla solos. Descubrimos que, aunque la mayoría no comienza un proyecto con IA, muchos acaban recurriendo a ella en algún punto.
Muchos describieron experiencias positivas usándola para estudiar, responder preguntas o recibir retroalimentación sobre sus textos. Algunos incluso afirmaron preferir usar IA en lugar de acudir con un profesor, tutor o asistente. Otros encontraron menos intimidante interactuar con un chatbot que asistir a horas de oficina con profesores que pueden parecer “despectivos”. Como dijo un entrevistado: “Con ChatGPT puedes hacer todas las preguntas que quieras y no te va a juzgar”.
Pero usarla puede hacer que otros sí te juzguen. Aunque algunos estaban entusiasmados, muchos expresaron sentimientos de culpa o vergüenza al usar IA, ya fuera por razones éticas, ambientales o simplemente por parecer flojos. Algunos incluso manifestaron una sensación de impotencia o de inevitabilidad frente al papel que tendrá la IA en sus vidas.
Ansiedad, desconfianza y evasión
Aunque muchos estudiantes perciben que los docentes son, como lo dijo un participante, “muy anti-ChatGPT”, también lamentan que las reglas sobre el uso aceptable de IA no estén claramente definidas. Como expresó una estudiante de urbanismo: “No tengo claro qué se espera de mí”, y su compañera agregó: “No estamos en la misma sintonía entre estudiantes y profesores, ni siquiera entre individuos. Nadie lo está”.
También describieron desconfianza y frustración hacia compañeros que dependen excesivamente de la IA. Algunos relataron haber pedido ayuda a sus colegas, solo para descubrir que “solo usaron ChatGPT” y no habían aprendido el contenido. Otros mencionaron proyectos en grupo donde el uso de IA era visto como “una gran señal de alarma” que los hacía “pensar peor” de sus compañeros.
Estas experiencias resultan injustas e incómodas para los estudiantes. Pueden denunciar a sus compañeros por violaciones de integridad académica—y alimentar aún más la desconfianza—o intentar colaborar con ellos, aunque sea con resentimiento. “Termina siendo más trabajo para mí”, dijo una estudiante de ciencias políticas, “porque no solo hago mi parte, sino que tengo que revisar la tuya”.
La desconfianza fue una constante tanto en las relaciones alumno-profesor como entre estudiantes. Varios compartieron su temor a quedarse atrás si otros usaban chatbots para obtener mejores calificaciones. Esto generó distancia emocional y cautela entre compañeros. De hecho, nuestros hallazgos coinciden con otros reportes que indican que la mera posibilidad de que alguien haya usado IA ya mina la confianza en el aula. Los estudiantes están tan ansiosos por ser acusados sin pruebas como por ser descubiertos usándola.
Muchos expresaron ansiedad, confusión y desconfianza, e incluso evasión hacia compañeros o actividades de aprendizaje. Esto nos preocupa como educadores. Sabemos que el involucramiento académico—clave para el éxito estudiantil—depende no solo del estudio, sino también de las relaciones positivas con compañeros y docentes.
La IA afecta las relaciones
Diversas investigaciones han demostrado que la relación entre docentes y estudiantes es un fuerte indicador de éxito académico. Las relaciones entre pares también lo son. Si los estudiantes evitan vínculos importantes con sus profesores o experiencias significativas con sus colegas debido al malestar generado por normas ambiguas o cambiantes sobre el uso de IA, las instituciones de educación superior podrían buscar nuevas formas de fomentar la conexión. Los campus residenciales, por ejemplo, podrían apostar por fortalecer las clases presenciales; los profesores podrían ser incentivados a promover la asistencia a sus horas de oficina. También podrían marcar la diferencia los proyectos dirigidos por docentes, la mentoría y los eventos universitarios informales donde convivan profesorado y alumnado.
Esperamos que nuestra investigación ayude a cambiar la narrativa que tilda a los estudiantes que usan IA de “tramposos”. En cambio, muestra una realidad más compleja: jóvenes arrojados a un escenario que no pidieron, sin lineamientos claros y con poco control.
A medida que la IA generativa se integra cada vez más a la vida cotidiana, y las universidades siguen buscando soluciones, nuestros grupos focales destacan la importancia de escuchar a los estudiantes y encontrar nuevas formas de ayudarlos a sentirse cómodos al conectar con sus pares y profesores. Comprender estas dinámicas interpersonales emergentes es fundamental, porque la forma en que nos relacionamos con la tecnología está influyendo cada vez más en cómo nos relacionamos entre nosotros. Y según nuestras conversaciones, está claro que los estudiantes están más que listos para hablar del tema y de cómo afectará sus futuros.
Agradecimientos: Gracias al equipo completo de los campus Oakland, Greensburg, Bradford y Johnstown de la Universidad de Pittsburgh, incluyendo a Annette Vee, Patrick Manning, Jessica FitzPatrick, Jessica Ghilani, Catherine Kula, Patty Wharton-Michael, Jialei Jiang, Sean DiLeonardi, Birney Young, Mark DiMauro, Jeff Aziz y Gayle Rogers.
Elise Silva es directora de investigación en políticas públicas del Instituto de Derecho Cibernético, Políticas y Seguridad de laUniversidad de Pittsburgh.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee aquí el original.