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Así es como el Festival de Cine Libanés desafió las narrativas violentas sobre Medio Oriente

Encontrar historias de paz en Líbano y Medio Oriente, que son lugares que se asocian a la violencia es un acto revolucionario para el cine.

Así es como el Festival de Cine Libanés desafió las narrativas violentas sobre Medio Oriente [Ilustración: Lorena Olguín / Fast Company México]

En el verano de 2023, la Beirut Film Society organizó un campamento llamado “Cinema For Peace” en las montañas de Líbano, donde juntaron a 30 cineastas del Medio Oriente para aprender a crear historias con narrativas de paz. Entre el staff del evento se encontraba Ginger Jabbour, una joven periodista mexicana nacida en Líbano.

Cuando Jabbour vio el trabajo que los cineastas estaban produciendo y las historias que contaban acerca de romper los estereotipos que villanizan a Medio Oriente, supo que tenía que hacer algo para traer esas historias a México. Y ahí surgió la idea de lo que este año se materializó como el Festival de Cine Libanés (FECIL).

Al volver a México, consiguió el apoyo de una ONG y comenzó la logística y producción del evento, junto a otro de sus amigos, Carlos Salomón. Definieron que no había mejor sede que el Centro Libanés, de la Ciudad de México.

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“Lo que se necesitó para iniciar este proyecto eran dos personas con una idea que quisieran hacer realidad”, recuerda Ginger.

Narrativas de paz en un mundo de esteriotipos y violencia

Ginger creía que era revolucionario el hecho de encontrar historias de paz y reconciliación pensando en Medio Oriente, región que usualmente no se asocia a la paz, e intentar explicar de qué manera Líbano está creando narrativas de reconciliación desde su trinchera.

Además, la idea de traer esta nueva visión del mundo oriental a México estaba relacionada con la teoría del Orientalismo del crítico literario Edward Said, que Jabbour tenía muy fresca en su cabeza. Esta sostiene que el Occidente, particularmente Europa y Estados Unidos, ha creado y perpetuado una imagen estereotipada y distorsionada del Oriente (Asia y el Medio Oriente). Lo presentan como un universo ajeno e inferior al estilo de vida occidental, además de amenazante.

“Soy libanesa de nacimiento y cada año voy a Líbano”, explica. “Siempre me di cuenta que lo que yo veía en mi país no era lo mismo que yo escuchaba en las noticias o veía en las películas de aquí. Siempre sentía que mi país no era necesariamente lo que yo veía”.

“Nunca me cortaron la mano en Líbano y no hay camellos, como suelen pensar, debido a que es el único país en Medio Oriente donde no hay desierto. Esas imágenes que tienen de Hollywood son las imágenes que quedan en el inconsciente”, dijo. “Y entonces cuando ven que hay una guerra o cuando hay un conflicto, pues ya no hay tanta sensibilización porque dices: ay, pues da igual; son terroristas, son personas indeseables”.

Hacer que las cosas sucedan

Tiempo después de crear la idea del proyecto, lo presentaron al director del Centro Libanés, que los apoyó y poco a poco se fueron sumando algunos otros amigos, agencias de relaciones públicas y casas productoras como Moreno Delgado. Pero Jabbour fue honesta desde el principio y eso le aseguró la confianza de las personas que confiaron en su proyecto: ella no tenía la experiencia de cómo bajar patrocinios, tampoco tenía todos los fondos para sacar adelante el proyecto, ni les prometió un salario.

“Yo no sabía muchísimas cosas, pero sabía que mi idea era buena y que tal vez podía interesarle a mucha gente”, contó.

Todavía les faltaban 200,000 pesos para fondear la subtitulación de los filmes y otros gastos del Festival, así que decidieron abrir un Kickstarter e invitar a amigos y familia de apoyar el proyecto en tan solo un mes. Crearon eventos donde prepararon shawarmas, pidieron donativos, hicieron diferentes ventas, rifas, dieron talleres y por fin llegaron a la meta.

“Tuvimos que ser súper humildes, pedir ayuda y todo sumó. Que el dinero nunca sea el limitante para alcanzar tus sueños, porque vas a encontrar las maneras para hacerlo si tú quieres”, dijo.

Cuando terminó el evento y las personas que invirtieron en él se dieron cuenta del impacto que tuvo, se agregaron más aliados al equipo de Ginger y están planeando tener una segunda y tercera edición.

“Una vez que las personas ya vieron tu potencial y las personas creen en tu proyecto y quieren invertir, no te olvides de las personas que estuvieron contigo cuando apenas iniciaste esto, cuando nadie creía en ti. Arropa y acoge a los que te apoyaron”, dijo. “Lo que la gente más valoró de mí fue que siempre fui muy realista y honesta sobre mis alcances”, agregó.

Una narrativa diferente

En el FECIL se mostraron 16 cortometrajes y un largometraje con tres criterios específicos: no debían mostrar esteriotipos ni imágenes violentas del Medio Oriente; debían revelar la vida cotidiana en Líbano y hablar de la reconciliación en conflictos personales o sociales a los que se enfrentaran los personajes.

“Yo creo que es lo que busca el festival también, tener estos diálogos interculturales y que la gente de México que tampoco conoce la paz pueda aprender de estas otras experiencias y decir: a ver, ¿cómo están haciendo allá? ¿Cómo podemos hacer acá? ¿Y cómo podemos dialogar?”, relató Ginger.

Además, 10 de los cortometrajes fueron escritos y dirigidos por mujeres, lo que se convirtió en otro criterio importante.

“Lo que buscan nuestras películas también son ser historias de reconciliación. Hablan de cómo la gente está sanando de esas heridas que tienen”, afirmó Ginger.

El reto de subtitular y traducir contextos

Después, enfrentó otro desafío. La subtitulación de los filmes y el acercamiento de la cultura libanesa a los mexicanos a través de su experiencia en el festival.

De acuerdo con datos de la Beirut Film Society, en Líbano se producen anualmente alrededor de 180 cortometrajes estudiantiles y cerca de ocho largometrajes de casas productoras independientes.

Las películas que se subtitulan al español son mínimas y parte de la labor del festival fue subtitular todos los filmes al español, siendo la primera vez que se proyectan en países hispanohablantes.

 “No se trataba solo de subtitular palabras, sino de subtitular contextos. Podría ser tan sencillo traducir una oración, pero no es como utilizar ChatGPT. Es traducir de una manera en que Latinoamérica lo comprenda. Esa fue una. La segunda, yo creo que hacer que todo el festival también fuera comprensible”, me explicaba.

“Porque al ir a conocer una región tan lejana y tan ajena, es normal que mucha gente no entienda. Entonces, tener que idear no solamente las películas y los contextos, sino también poner todo un espacio para que la gente pudiera comprender más sobre el contexto”, agregó.

Una experiencia cultural como acto de resistencia

Para superar estos desafíos adaptó el espacio para que el festival fuera una fiesta inmersiva de experiencias de aprendizaje.

“El Festival de Cine Libanés incluso se convirtió en algo museográfico”, me dijo. Y era verdad, desde que llegué, en la entrada se veían carteles con biografías de personajes emblemáticos del cine libanés; otros con contexto político e histórico de Líbano y mapas. Lo primero que hice fue sentarme a escuchar a Sam Lahoud en la clase magistral de historia de cine del Líbano.

“Eso también es darle información a la gente para que vea que no solamente es una peli, sino que se tiene una experiencia cultural. Las clases magistrales, los videos explicativos que hice en Instagram”, recuerda. “No se trata simplemente de que la gente venga y se entretenga, sino que la gente tenga un aprendizaje real“.


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