
¿Quién no quiere burlarse del estrés y reírse fuerte como si no afectara a 75% de la población en México? Esa “enfermedad del siglo” todos la hemos sentido, ya sea en la oficina o en home office, por el tráfico, las preocupaciones financieras o una lista de pendientes que no hace más que acumularse.
Las principales causas del estrés laboral incluyen largas jornadas laborales, inseguridad en el empleo, falta de control sobre las tareas y un ambiente de trabajo poco saludable. La realidad es que el estrés laboral crónico está vinculado a problemas de salud como hipertensión, trastornos del sueño, ansiedad y depresión.
Pero, ¿y si te dijera que podemos vencer el estrés al jugar? Sí, así como lo lees: con actividades lúdicas que no solo nos hagan reír y pasar momentos amenos, sino que también nos ayuden a fortalecer los lazos con nuestros compañeros de trabajo.
Esto es lo que está logrando una startup llamada Dale Hype. Silvia J. Ramos, su fundadora y su equipo crearon toda una estrategia fuera de la caja para mejorar el bienestar de los trabajadores y combatir el estrés a través de dinámicas para jugar, crear conexión y actividades de team building con un leitmotiv en mente: “El trabajo es cosa seria, por eso tiene que ser divertido”.
El estrés es el verdadero enemigo de cualquier partida
Silvia contó a Fast Company México que comenzó el proyecto en pandemia, haciendo una investigación con 10 empresas en México y más de 100 colaboradores. Su pregunta siempre era: “¿Cuál es el problema actual y futuro que enfrentan?”.
“Los líderes empezaron a contarnos que la gente estaba muy agotada, que había personas que renunciaban por burnout, que muchos colaboradores estaban cansados pero no lo expresaban hasta que, de pronto, renunciaban. Eso estaba generando costos por rotación, ausentismo y presentismo”, explicó Ramos.
Durante esta investigación, surgió otra pregunta para las organizaciones: “¿Realmente están interesadas en hacer un cambio?”. La mayoría de las empresas respondió que sí, impulsadas principalmente por el costo económico que el agotamiento laboral les generaba.
Para entender mejor el problema, Silvia y su equipo entrevistaron a colaboradores que sufrieron burnout o altos niveles de estrés. Muchos compartieron que el trabajo los había llevado a perder el equilibrio personal, aumentar de peso, sufrir rupturas amorosas y descuidar a sus familias. Los efectos del estrés no solo afectaban a las compañías; impactaban de manera directa la vida de las personas.
Así se confirmó que el estrés es un problema social: no se limita a las oficinas, sino que se refleja en otros ámbitos como la movilidad, la economía y la seguridad.
Ramos contó que de acuerdo a la investigación que hicieron, en los puntos de red, las personas mencionaban que el tráfico era su principal fuente de estrés. En las cajas de los bancos, el miedo a ser asaltados generaba altos niveles de ansiedad. En Ciudad de México, el tráfico surgía de nuevo como uno de los factores más mencionados. Otras personas destacaban la situación económica como un importante motivo de preocupación.
“La empresa, entonces, puede ser un espacio que promueva el bienestar social o un lugar que termine por hundir más a las personas”, afirmó Ramos. “Nos dimos cuenta de que no bastaba con talleres de manejo de estrés o conferencias de mindfulness. La gente necesitaba reconectar genuinamente con sus compañeros, reírse, sentirse parte de un equipo”, dijo.
Y entonces surgió una nueva pregunta ante el panorama del estrés: ¿qué pasaría si en lugar de más pláticas serias, apostáramos por jugar más?
A mayor productividad, mayor juego
La idea detrás de Dale Hype parece simple, pero rompe muchos esquemas tradicionales: integrar el juego como una herramienta real para mejorar el ambiente laboral. Pero vencer el estrés no es solo jugar y divertirse.
Silvia y su equipo se basan en principios pedagógicos que exploran la relación entre emoción y aprendizaje. La idea fundamental es que, cuando estamos emocionalmente comprometidos, nuestro cerebro procesa mejor la información, lo que facilita el aprendizaje y la integración de nuevas habilidades. “A mayor emoción, mayor aprendizaje”, afirmó.
En cada sesión, los colaboradores se dividen en pequeños equipos y reciben varias cartas. Cada carta plantea preguntas, retos o dinámicas relacionadas con emociones, experiencias laborales o desafíos personales.
“No se trata de ganar o perder,” explicó Silvia. “Se trata de expresarte, de conocerte y de conectar con los demás”.
El juego fluye de forma orgánica: alguien saca una carta, responde o realiza el reto que le toca, y el grupo tiene la oportunidad de conversar, reírse o reflexionar a partir de esa experiencia. Desde hablar de qué te estresa hasta reconocer qué te hace sentir orgullo en tu trabajo, cada dinámica abre puertas emocionales que normalmente quedarían cerradas en un contexto laboral tradicional.
“Pues si quieres conocer realmente a tu equipo, juega; tienes que jugar, porque si no en la vida actuamos mucho y en el juego podemos ser nosotros mismos”, nos recordó.
Además, el enfoque de Dale Hype no se queda en la superficie. “Nuestro juego lo han jugado desde personas de niveles operativos hasta vicepresidentes. Es increíble ver cómo una dinámica puede unir a todos, sin importar el rol que tengan”, destacó.
La premisa de Dale Hype es clara: cuando un líder te pregunta directamente si estás estresado, lo más probable es que lo niegues. Pero en jugar, de manera natural y sin presión, las emociones reales salen a flote. El juego permite vulnerabilidad, y con ello, nos vuelve más humanos en el trabajo, más genuinos, sin tantas máscaras.
“Hicimos muchas pruebas antes de lanzar Dale High y descubrimos que a las nuevas generaciones les encanta ver a sus líderes vulnerables: ver a su jefe hacer un stand-up de un mal día laboral, por ejemplo. Eso conecta muchísimo”, dijo.
La startup también desarrolló otros juegos de cartas, como Di lo que sientas, diseñado para fortalecer la comunicación emocional en las familias de los colaboradores. El impacto no solo queda en la oficina, sino que trasciende a la vida personal.
¿Qué está fallando en los métodos tradicionales de bienestar?
Silvia tiene claro que muchas veces las acciones de bienestar fracasan debido a que no se resuelven los problemas reales de los colaboradores. “Muchas iniciativas no están centradas en la persona ni en sus necesidades reales. Lo que me motiva a mí no necesariamente motiva a mi compañero”, explicó.
También señala que muchas estrategias son correctivas en vez de preventivas. “A veces me llaman para dar talleres de manejo de estrés y jugar cuando el equipo ya está quemado. Lo que necesitan en ese momento no es prevención, es una intervención distinta”, contó.
Además, Silvia relató que varias veces rechazaron trabajar con empresas que buscan “suavizar” el estrés tras despidos masivos sin ser transparentes con sus empleados. Para ella, las acciones de bienestar empiezan con pequeños gestos, como que los líderes pregunten a sus colaboradores cómo se sienten al iniciar la semana, para detectar a tiempo si enfrentan algún problema.
También sugirió implementar sensibilizaciones sobre el estrés, enseñar a los colaboradores cómo identificarlo y gestionarlo, y dar herramientas a los líderes para apoyar a su equipo, sin necesidad de ser psicólogos.
Además, propone construir una cultura organizacional de bienestar estructural, con políticas claras de desconexión laboral —por ejemplo, no enviar mensajes después de cierta hora o evitar juntas vespertinas—, pausas activas, y protocolos de primeros auxilios emocionales ante situaciones difíciles como pérdidas personales o accidentes.
Todas las empresas deberían comenzar a jugar
Aunque algunas organizaciones tradicionales aún ven con escepticismo estas propuestas, la mayoría de las resistencias desaparecen cuando los colaboradores viven la experiencia. “Creamos espacios de seguridad psicológica: si alguien no quiere participar, está bien. Eso también habla de cómo se siente el equipo internamente”, explicó.
Al final, jugar no solo revela talentos ocultos o habilidades sociales, también muestra a las empresas en qué áreas emocionales necesitan invertir para construir equipos más sólidos, sanos y felices. “No queremos que la gente vea el bienestar como algo que se tiene que forzar, sino como algo que puede disfrutarse”, resumió Silvia.
Sí, sabemos que el estrés no va a desaparecer, pero sí podemos encontrar maneras de jugar, reírnos de él, de ponerlo sobre la mesa y enfrentarlo en comunidad.