“Un día le conté a mi primo que soñé que teníamos luz… Y que a los días nos enteramos de que por fin iba a llegar la electricidad a este lugar”, dice David Hernández, uno de los beneficiarios del programa Luces de Esperanza en el municipio de San Blas Atempa, en Oaxaca.
Y tal como si fuera una premonición, en menos de tres semanas, su casa —al igual que la de 44 vecinos en Atempa— se iluminó por primera vez con cuatro focos conectados a un panel solar. La familia de David ya tiene su primera licuadora y hoy sus tres niñas pueden jugar con el celular hasta tarde ya que pueden cargarlo en su mismo hogar. “¡Ya se duermen bien tarde!”, señala entre risas cuando responde a la pregunta ¿cómo ha cambiado su vida?
Hoy, su única ambición es poder hacerse de otro panel solar para poder tener un refrigerador y dejar de llevar la comida perecedera a algún sitio para ser refrigerada.
David y su primo Victoriano Reyes, otro de los beneficiados, pertenecían a ese 1% de los mexicanos que no tienen acceso a la electricidad. Una vida en la que un refrigerador se vuelve un lujo y trabajar desde muy temprano o hasta muy tarde es casi imposible. Una realidad que parece pequeña y alejada, pero que está presente en muchos estados del país. “El punto más cercano con electricidad está a cinco kilómetros de aquí”, explica David haciendo referencia a un negocio que está en el camino que conecta su rancho a San Blas. “Muchos vecinos se acercaron para saber cómo poder ser beneficiarios de este servicio”.
Luces de Esperanza busca llevar electricidad
Los hogares de Victoriano y David son dos de las 99 viviendas y una escuela rural que fueron electrificadas en la cuarta fase de Luces de Esperanza, un programa con un financiamiento de 80 millones de pesos impulsado por Iberdrola e Iluméxico, compañías dedicadas a las energías renovables a escala industrial y hogar respectivamente.
La primera fase inició en 2019, en comunidades de la Huasteca Potosina donde 1,400 personas salieron beneficiadas. Las siguientes se centraron en Puebla y Oaxaca, estados donde hoy 1,800 y 4,500 personas respectivamente ya tienen luz. En total, suman más de 7,700 personas beneficiadas.
Además, Luces de Esperanza también se ha acercado a telesecundarias, escuelas rurales y centros de salud en necesidad, por lo que hoy brindan servicios superiores y más competitivos. Solo imagina una telesecundaria, con tele, sin luz, o un centro de salud sin vacunas porque no hay como refrigerarlas.
La quinta fase abarcará un nuevo estado que próximamente será anunciado.
Para elegir a los beneficiarios primero identifican las comunidades que no tienen acceso a la electricidad en un radio cercano a las plantas de Iberdrola. De ahí, solo pasan 2 semanas entre la selección de los hogares y la instalación del sistema fotovoltaico. “Eso entusiasma mucho a las personas, porque ven que sí es posible llevarles electricidad”, señala Alicia Valcarce, directora de Fundación Iberdrola México.
El sistema consta de un panel solar y la instalación de una batería con cinco años de durabilidad —con la tarea de reemplazar las de primera fase que llegan al final de su vida útil— y cableado. Tras la instalación, los técnicos de Iluméxico enseñan a las personas a operar el sistema y son los encargados de las visitas de mantenimiento; la primera se realiza a los tres meses de la instalación, para después espaciarse a cada seis meses y prevenir cualquier desperfecto.
Asimismo brindan su contacto a los beneficiarios por si llegan a tener imprevistos con el equipo y hay un gerente regional que se encarga de ayudar a los pobladores, sobre todo los que solo hablan un dialecto indígena.
El usuario solo debe pagar 50 pesos mensuales para continuar con el servicio, ya que el resto del costo está subsidiado por el programa.
Pero la realidad es que no solo se ahorran ese subsidio, sino los litros de diesel para prender lámparas; las velas para los imprevistos nocturnos; la renta por cargar equipos electrónicos en un comercio; la gasolina que necesitan para ir a comprar las anteriores. Además, pueden tener más horas productivas de trabajo, lo que se traduce en un mejor ingreso.
Un futuro brillante
El problema de la electricidad es transversal y afecta desde el acceso a la salud hasta la educación. Genera desigualdades.
“Con esta iniciativa buscamos que todas las personas tengan las mismas oportunidades de desarrollo”, sentencia Paola Martínez, directora de Comunicación y Responsabilidad Social de Iberdrola México.
Faustino Espinosa vivió la mayor parte de su vida sin luz. No ambiciona un electrodoméstico, pues su esposa falleció hace algunos años y él ya es muy grande como para intentar cocinar con ellos, pero hoy disfruta del béisbol en su nueva tele; su radio de carga solar —el cual duraba algunas horas— y la lámpara de petróleo que cuelga en su hogar parecen recuerdos del pasado.
Comenta que también es más fácil salir del monte en la noche, pues hay una luz que lo guía.
A pesar de su edad, Faustino es parte de “la primera generación con electricidad en las casas”, como menciona Victoriano. La siguiente, como lo son los niños de Victoriano y David, tendrá un futuro mejor y con más de igualdad.
Tal vez ya no deberán migrar para poder estudiar; podrán ahorrar un poco más pues ya no gastan gasolina en comprar diésel semanalmente. Tendrán acceso a la salud sin salir de su comunidad. Su futuro se ve brillante.