Recuerdo la primera vez que vi a Darth Vader en la vida real. Fue en unos grandes almacenes. Él subía las escaleras mecánicas escoltado por dos soldados de asalto y yo bajaba. Por alguna razón que no comprendí en ese momento, verlo me hizo excretar detonadores térmicos. Era completamente irracional: él era solo un hombre muy alto con un disfraz y yo tenía 30 años. Pero un ensayo en video de Nerdwriter puede explicar por qué mi corazón se detuvo cuando lo vi.
Evan Puschak adoptó el seudónimo de Nerdwriter cuando comenzó su serie de ensayos en vídeo sobre cine, política, música, pintura, poesía, cultura y sociología en YouTube en 2011. En un video explica cómo Darth Vader se convirtió en el icono del mal más famoso del cine, no solo por su existencia física (el diseño de su traje, su estatura, su voz e incluso su respiración), sino por cómo se encuadraba, iluminaba y fotografiaba. Estos factores fueron una parte esencial del diseño visual que elevó al personaje a su condición de arquetipo del mal cinematográfico.
Puschak comienza con una estadística muy simple para demostrar el poder abrumador de la presencia de Vader. En las tres películas originales, solo apareció durante unos 34 minutos de las seis horas y 28 minutos totales. Eso es solo 8% del metraje de la trilogía original y, sin embargo, parece que está en todas partes.
El casco nazi y la calavera del mal
El físico de Darth Vader fue ideado por el legendario diseñador conceptual estadounidense Ralph McQuarrie y modelado por el escultor británico Brian Muir. McQuarrie, que era un niño durante la Segunda Guerra Mundial, se dio cuenta años después de que es posible que se haya inspirado inconscientemente en los cascos de combate y las máscaras de gas alemanes que lo impresionaron profundamente en ese momento. Pero originalmente, Vader no iba a parecer un general robótico de las SS. En una entrevista publicada en Star Wars Insider #76, explica cómo el creador del universo de Star Wars, George Lucas, originalmente “quería un traje que ondeara con el viento. Quer una especie de tipo oscuro con una capa negra y un gran casco, como un guerrero japonés, tal vez con seda negra sobre la cara o algo así”.
Pero cuando lo estaba dibujando, se dio cuenta de que el guión tenía a Vader cruzando desde su nave espacial —que más tarde se convirtió en un Destructor Estelar Imperial— al Corredor de Bloque Rebelde que transportaba a la Princesa Leia y los planos de la Estrella de la Muerte, flotando por el espacio.
“Pensé ‘Caramba, Darth Vader tiene que funcionar en el vacío'”, recordó McQuarrie en ese momento, “así que le sugerí a George que [Vader] podría tener algún tipo de traje espacial que le permitiera sobrevivir este viaje a través del vacío. Y George dijo: ‘Bueno, está bien, dale algún tipo de aparato de respiración'”. Ese aparato se convirtió en una máscara de calavera malvada, con un mentón estrecho y pómulos puntiagudos, el casco nazi enmarcando todo sobre dos cuencas oculares de cristal muertas.
Sus bocetos, que se completaban con una armadura de alta tecnología y una capa negra, hicieron de Vader un demonio obviamente nefasto. Pero mientras McQuarrie imaginó “una persona pequeña, encorvada, malvada y parecida a una rata”, fue Muir quien convirtió su diseño en una figura imponente, alguien que llenaría la pantalla, no solo representando la maldad, sino también el poder encarnado.
La reinterpretación en 3D de Muir fue tan poderosa que eclipsó su vida laboral, como cuenta en su libro In The Shadow of Vader. Su figura se volvió tan icónica, dijo Muir en una entrevista de 2016, que el resto de su trabajo —desde el Space Jockey en Alien, 10 películas de James Bond y cuatro películas de Harry Potter, hasta la trilogía original de Indian Jones, Superman, Guardianes de la Galaxia, Thor 2 y Capitán América—, no cambiará el hecho de que él es y siempre será conocido como el hombre que esculpió a Vader.
Cuando te sumerges en ese casco y traje inertes y amenazantes, con la figura de 1.90 metros de David Prowse (el actor que interpretó a Vader) y la voz atronadora de James Earl Jones, obtienes algo extremadamente poderoso. Pero ¿es ese poder suficiente para convertirse en la encarnación más famosa del mal más allá de Satán? Como explica Puschak, no lo es. El último factor de la nefasta ecuación de rudeza de Vader reside en las películas mismas.
El lado oscuro y brillante
La naturaleza maligna del Señor de los Sith quedó plasmada instantáneamente en una sola toma de Una nueva esperanza, cuando su oscura figura entra en la inmaculada corbeta corelliana blanca de Leia. Mientras camina lentamente, inspeccionando los cadáveres que yacen en el suelo, todos comprenden que este tipo es definitivamente el némesis de cualquier héroe que pueda aparecer más adelante en la película. Su singular silueta oscura definiría, de hecho, su presencia en pantalla a lo largo de la trilogía como ninguna otra cosa.
Pero en el Episodio IV, Vader no está en el apogeo de su poder. Es como si Lucas no quisiera centrarse en él, haciéndolo aparecer más o menos como el fiel doberman del comadante Wilhuff Tarkin.
En la mayoría de las tomas con Peter Cushing (el actor que interpreta a Tarkin), Vader aparece detrás de él; a veces medio cortado por el encuadre y a veces completamente fuera de foco. Gilbert Taylor, el director de fotografía del Episodio IV, habló con Lucas sobre lo terrible que se veía Vader contra los decorados grises oscuros de la Estrella de la Muerte.
Era tan malo, de hecho, que él y Lucas hicieron que los diseñadores de decorados cortaran agujeros de iluminación en las paredes y los techos de la Estrella de la Muerte para que el cuerpo completamente negro de Vader pudiera tener algunos reflejos y contraste en la pantalla. Esta fue la razón por la que el diseño de la instalación imperial utiliza esas distintivas rejillas de luz blanca hechas de segmentos verticales redondeados e interconectados.
Aún así, en planos medios, Vader parecía etéreo, como una figura fantasmagórica contra sombras oscuras. En primeros planos, Puschak señala que el casco de Vader parece “sucio, manchado y usado”, siguiendo el deseo de Lucas de lograr un “aspecto documental”.
Eso cambió cuando el director Irvin Keshner y el director de fotografía Peter Suschitzky tomaron las riendas del universo de Star Wars en El Imperio Contraataca. Fue entonces cuando Darth Vader se convirtió en el personaje malvado e increíblemente poderoso que conocemos hoy.
En lugar de desgastar su traje, Keshner y Suschitzky decidieron que el casco y su armadura tenían que lucir pulidos, tanto que parecieran “tan lisos como el vidrio volcánico” en la pantalla. Esto se puede ver claramente desde la primera toma de Vader en la película: Vader mirando hacia la oscuridad del espacio a través de una ventana de su Destructor Estelar. Negro contra negro, y sin embargo, se le puede ver claramente, con todos sus reflejos, texturas y formas.
The Nerdwriter señala que Keshner y Suschitzky se dieron cuenta de que Vader se volvía más amenazador cuanto menos naturalista parecía. Cuanto más pulido e irreal era, descubrieron, más parecía la encarnación del mal abstracto puro.
Pero no se detuvo allí. En El Imperio Contraataca, Vader se convirtió en la figura central. El encuadre de su cuerpo tenía a cada elemento en pantalla gravitando hacia él o enmarcándolo. El uso constante de su silueta única, la iluminación y la mirada ultranítida en cada toma, se combinaron para llevar a Vader a la cima de su poder.
En ese capítulo, los niños, incluido yo cuando tenía 8 años en el estreno de la película en Madrid, tenían miedo de su oscura (¡paternal!) presencia. Todos comprendíamos el miedo primario de Luke, porque cada fotograma con Vader en esa película también nos aterrorizaba. No en el sentido de una película de terror a gritos —aunque esa escena en Dagobah, con Luke aventurándose en la cueva para encontrar a Vader en la oscuridad me hizo estremecer—, sino de una manera profunda e irracional que se te quedaba grabada en lo más profundo.
O al menos eso fue lo que me pasó a mí. Poco más de dos décadas después de ver El Imperio Contraataca en una sala de cine, ese terror irracional almacenado en mi niño interior salió en forma de una reacción instintiva de lucha o huida. Esto hizo a mi corazón saltar por los aires y me puso en guardia en una estúpida tienda departamental. Una demostración práctica del poder visual de este icono del mal. “Impresionante. Muy impresionante”, de hecho.