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Sin agua y sin paciencia, la vida en plena crisis en Cuba

No es broma. Para mucho cubanos, la falta de agua parece ser la gota que derramó el vaso.

Sin agua y sin paciencia, la vida en plena crisis en Cuba [Foto: Yamil Lage/AFP]

Hace dos semanas que Lorenzo Islem no recibe una gota de agua en su casa, en La Habana, y debe cargarla desde muy lejos sin importar los 65 años que también lleva a cuestas. Inmersos en una crisis económica marcada por la escasez, la falta de agua parece un golpe final para los cubanos.

“Si no lo hago, ¿qué hago?, me muero allá dentro de sed o de hambre”, declara enojado a AFP este jubilado, que llega jadeando y bañado en sudor a su casa de madera en el barrio de Punta Brava, tras recorrer casi un kilómetro arrastrando una carretilla con tres bidones de agua que consiguió en el edificio de un amigo.

Hace una década que Islem vive en Punta Brava, a 25 kilómetros del centro de la ciudad, y “nunca” había pasado por “algo igual”. “El problema del agua es crítico, llevamos 15 o 20 días sin agua”, explica, mientras carga los bidones para verterlos en un tanque que tiene en su cocina.

“Después doy otro viaje, porque esta es para tomar y para el baño”, agrega, todavía agitado por el esfuerzo.

Por las calles de Punta Brava se ven personas cargando agua en carretillas, bicicletas, cajuelas de los autos y hasta en carretones tirados por caballos. [Foto: Yamil Lage/AFP]

En la isla, con una población de menos de 10 millones de habitantes, más de un millón de personas no recibe agua en sus hogares, explicó recientemente a la televisión estatal el presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, Antonio Rodríguez.

“Tenemos afectados en todas las provincias”, precisó entonces el funcionario. Destacó que en La Habana, los municipios con mayor escasez son los tres del oeste de la ciudad, incluido el de La Lisa, donde vive Islem con su esposa.

Cuba está atrapada en su peor crisis en décadas

Con escasez de alimentos, medicina, combustible y apagones constantes, Cuba está sumida en su peor crisis económica en tres décadas debido al endurecimiento del embargo de Estados Unidos, vigente desde 1962, pero también a las debilidades estructurales de su economía planificada.

Rodríguez precisó que la escasez de agua se debe a la falta de “equipos de bombeo, el déficit de energía eléctrica y roturas” en las redes de abastecimiento.

En Alturas de La Lisa, el ama de casa Saray López, de 49 años, lleva “más de un mes sin agua” y está desesperada.

“Con tantos problemas que tenemos, ya esto le puso la tapa al pomo. Ya esto es demasiado”, se queja.

En una carreta tirada por una yegua, un amigo le trajo dos tanques de 200 litros de agua cada uno, pero López calcula que, incluso “ahorrándola al máximo”, le dará “para dos días”, porque en la casa hay siete adultos y dos niños.

Según el Instituto, entre 2023 y lo que va de año, Cuba importó más de 1,200 equipos de bombeo, de los cuales 866 funcionan con energía solar fotovoltaica, como parte de una estrategia para cambiar la matriz energética en ese sector.

Asimismo, se trabaja en el reemplazo de las redes de abastecimiento dañadas. Según cifras oficiales, en 2018 el 50% del agua que se bombeaba en la isla se perdía por fugas.

“No hay pipa”… ni solución a la vista

La escasez de combustible que enfrenta Cuba genera problemas en cascada por ser insuficiente para alimentar las plantas hidroeléctricas generadoras de la electricidad necesaria para las bombas distribuidoras de agua y para movilizar los camiones cisterna que proveen a unas 300,000 personas en la isla, según cifras oficiales.

López cuenta que hace unos días intentaron venderle “por la izquierda” el agua de un camión cisterna pequeño en 4,000 pesos (33 dólares), cuando este servicio estatal es gratuito en Cuba.

En una isla con un salario medio de 5,000 pesos (42 dólares), el precio ilegal del líquido que contiene un camión de este tipo ronda los 25,000 pesos (208 dólares). Muchas veces las personas se juntan para adquirir el valioso recurso.

Cuando los vecinos avistan un camión cisterna –o pipa, como le llaman– salen corriendo de sus casas, con baldes, bidones y hasta cazuelas en mano. Pero a veces pasan días sin que aparezca alguno.

“Aquí nunca han mandado un pipa”, reclama Luis Imbert, un empleado de 59 años de una policlínica en La Lisa. “No hay una pipa, no hay una respuesta” oficial, sentencia, muy molesto.


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