Poco después de que Donald Trump asumiera como presidente de Estados Unidos en enero de 2017, la novela de 1949 de George Orwell, 1984, llegó a la cima de la lista de libros más vendidos de Amazon. Aparentemente, muchas personas pensaron que Orwell tenía algo relevante que decir en ese momento político.
Casi ocho años después, Estados Unidos se enfrenta nuevamente a la posibilidad de una presidencia de Trump.
En 2016, muchos estadounidenses quedaron sorprendidos por la victoria de Trump, lo que los llevó a lidiar con las posibles consecuencias de su presidencia solo después de que fuera elegido. Pero esta vez, más personas parecen estar reflexionando de antemano sobre las repercusiones de un resultado similar.
En mi trabajo como profesor de filosofía y derecho, he pasado mucho tiempo estudiando los textos de Orwell. Creo que las personas tenían razón hace ocho años al concluir que Orwell podía ofrecer una perspectiva sobre una presidencia de Trump.
Aquí expongo tres ideas que considero útiles para que los estadounidenses tengan en cuenta mientras se preparan para votar por su próximo presidente.
El nacionalismo no es patriotismo
En su ensayo de 1945 Notas sobre el nacionalismo, Orwell diferencia los términos nacionalismo y patriotismo.
Para Orwell, el nacionalismo era “el hábito de identificarse con una sola nación u otra unidad, colocándola por encima del bien y el mal, y sin reconocer otro deber que el de promover sus intereses”.
Se apresuró a señalar que esto era distinto al concepto de patriotismo, que definió como “devoción a un lugar y una forma de vida particulares, que uno cree que es la mejor en el mundo pero que no desea imponer a otros”.
Para entender la concepción de patriotismo de Orwell, encuentro útil considerar una analogía. Muchos padres piensan que sus hijos son los mejores del mundo. Esto no significa que crean que existen métricas objetivas para clasificar a los niños. La mayoría de los padres reconoce que no es así, y no andan diciendo que otros niños no son tan buenos como los suyos. Sin embargo, existe un sentido real en el que ven a sus propios hijos como los mejores.
Hay algo similar en la actitud del patriota de Orwell. Pueden pensar que su país o su forma de vida es la mejor, pero –y esto puede ser lo más importante– no desean imponer sus puntos de vista o su forma de vida a los demás.
Con el nacionalista no ocurre lo mismo. Orwell afirma: “El patriotismo es de naturaleza defensiva, tanto militar como culturalmente. El nacionalismo, en cambio, es inseparable del deseo de poder”. El nacionalista es como un padre que desmerece a los hijos de los demás para enaltecer a los suyos.
El mero amor al país no es inherentemente peligroso. Hacer de la promoción de la propia nación o cultura la máxima prioridad es extremadamente peligroso. El patriotismo se mantiene en lo primero; el nacionalismo opta por lo segundo.
Orwell reconoce perspicazmente que cuando el nacionalista hace de la promoción de su forma de vida su máxima prioridad, inevitablemente termina situando ese objetivo “por encima del bien y del mal”. Esto hace que el nacionalista sea susceptible a respaldar medios poco éticos para avanzar en su propio estilo de vida.
Un ejemplo perfeecto de esta mentalidad nacionalista fue la respuesta de Trump tras perder las elecciones presidenciales de 2020. Intentó subvertir los resultados de la elección mintiendo y alentando la insurrección.
De manera similar, los seguidores de Trump que asaltaron el Capitolio el 6 de enero estaban abrazando una mentalidad nacionalista. Se involucraron en medios poco éticos para intentar avanzar en su propia agenda política.
Donald Trump hace exactamente lo que Orwell predice que haría el nacionalista. Conceptualiza todo, como Orwell lo expresó, “en términos de prestigio competitivo” y “sus pensamientos siempre giran en torno a victorias, derrotas, triunfos y humillaciones”.
La fijación en el prestigio competitivo no es patriótica. Es nacionalismo puro.
Un autócrata es fácil de subestimar
En un ensayo de 1942, escrito durante la Segunda Guerra Mundial y reflexionando sobre sus experiencias como soldado voluntario en la Guerra Civil Española, Orwell escribió: “Nuestras tradiciones y nuestra seguridad pasada nos han dado la creencia sentimental de que todo sale bien al final y que lo que más temes nunca sucede realmente”, y que “creemos medio instintivamente que el mal siempre se derrota a sí mismo a largo plazo”.
A Orwell le preocupaban estos instintos optimistas porque pensaba que contradecían la evidencia. Por el contrario, la evidencia sugería que las cosas no suelen salir bien por sí solas. Más bien, las mejoras sociales suelen requerir un esfuerzo concertado y vigilancia contra los retrocesos.
En otro ensayo del mismo año, Orwell criticó a varios intelectuales que trataban a Hitler como “una figura de ópera cómica, que no vale la pena tomar en serio”. Y criticó a muchos países de habla inglesa por ser lugares donde “era común creer, hasta el estallido de la guerra, que Hitler era un lunático sin importancia y que los tanques alemanes estaban hechos de cartón”.
Como han señalado numerosos comentaristas y medios de comunicación, Trump habla rutinariamente como un autócrata.
Sin embargo, muchos estadounidenses excusan ese discurso, sin tratarlo como una amenaza a la democracia. Esto parece estar en parte impulsado por la tendencia identificada por Orwell de pensar que las cosas realmente malas no suceden, al menos no en su propio país.
Orwell pensaba que valía la pena tomar en serio la posibilidad de malos resultados. Así es como entiendo su propósito en sus libros más famosos, Rebelión en la granja y 1984. Los estadounidenses también se beneficiarían de tomar en serio las amenazas potenciales a la democracia en Estados Unidos.
El nacionalismo puede atacar desde dentro
Puedes leer 1984 como el intento de Orwell de reflexionar sobre cómo podría ser un partido político gobernante completamente capturado por el nacionalismo.
En 1984, los miembros ortodoxos del partido en la nación ficticia de Oceanía están obsesionados con el “prestigio competitivo” y “el deseo de poder”. Actividades como los Dos Minutos de Odio, donde se alentaba a los miembros del partido a gritar y abuchear un video de un oponente político, provocaban que centraran sus pensamientos en “victorias, derrotas, triunfos y humillaciones”.
Un rasgo notable del partido es la frecuencia con la que se vuelve en contra de sus propios miembros a través de secuestros, torturas y asesinatos. Esta ocurrencia era tan frecuente en Oceanía que tenía un nombre: ser “vaporizado”. Los nacionalistas son una amenaza no solo para aquellos fuera de la nación, sino también para quienes dentro de la nación no apoyan plenamente la búsqueda de poder del nacionalista a cualquier costo.
Desde esta perspectiva, las amenazas de Trump contra quienes él considera “el enemigo interno” revelan su propio deseo nacionalista de volverse en contra de los estadounidenses que amenazan su búsqueda de poder.
Los escritos de Orwell sugieren que los votantes deberían tomar en serio estas amenazas.
Mark Satta, profesor asociado de Filosofía y Leyes, Wayne State University.
Este artículo es republicado de The Conversation bajo la licencia de Creative Commons. Lea el artículo original.