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La comida chatarra sale cara: la factura de 8 billones de dólares en el mundo por mala alimentación

Sí, la clásica botanita está cobrando una factura muy alta a nivel mundial. Y esto es alarmante, pero todavía hay solución.

La comida chatarra sale cara: la factura de 8 billones de dólares en el mundo por mala alimentación [Foto: Depositphotos].

Vivimos en un mundo donde cada bocado no solo afecta nuestra salud inmediata, sino que también deja una huella profunda en nuestra economía global. La mala alimentación, esa que se refiere a la comida chatarra, o dietas ricas en sal, azúcar y alimentos procesados, pero pobres en frutas, verduras y cereales integrales, tiene un precio oculto mayor de lo que imaginamos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el costo anual de las malas prácticas alimentarias supera los 8 billones de dólares. Este no es un costo que se vea de inmediato en los recibos del supermercado ni en las facturas médicas, sino que se oculta en los gastos indirectos: las pérdidas de productividad provocadas por enfermedades crónicas como diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares. Enfermedades que, en gran parte, son prevenibles a través de una dieta más saludable.

El costo ambiental de la comida ultraprocesada

Cada año, millones de personas en todo el mundo sufren las consecuencias de una alimentación deficiente, y los costos asociados a esas enfermedades no solo afectan a los sistemas de salud, sino también a la economía global. Las pérdidas de productividad por enfermedades relacionadas con la mala alimentación representan más de 8 billones de dólares. Este es un costo que va más allá de lo visible, ya que se suma al gasto directo en atención médica, creando lo que podría considerarse una carga doble sobre nuestros bolsillos y sobre el planeta.

De esos 8 billones, 70% está vinculado a los problemas de salud causados por dietas poco saludables. Y dentro de estos, hay hábitos alimentarios comunes que resultan ser los principales culpables: dietas bajas en frutas, cereales integrales y ricas en sal, que provocan enfermedades que se pueden evitar con elecciones más sabias. Además, el consumo excesivo de carnes procesadas, como salchichas y embutidos, y una falta de verduras y hortalizas, contribuyen a este costo elevado.

Este “costo invisible” no solo afecta a las personas, sino que tiene un impacto ambiental y social significativo. La forma en que producimos y consumimos alimentos, impulsada por la demanda de productos procesados y alimentos baratos, está afectando tanto la salud humana como la del planeta. Los métodos agrícolas actuales, que favorecen el uso intensivo de pesticidas y fertilizantes, también tienen un precio cuando se trata de degradación ambiental.

Según la FAO, los costos de la mala alimentación varían según el país, pero en algunos Estados emergentes, esta carga oculta puede representar hasta 10% de su Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra refleja la magnitud del problema y cómo las malas elecciones alimentarias afectan a las economías de todo el mundo.

La FAO hace un llamado a la acción

Frente a esta realidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzó un llamado urgente: transformar los sistemas agroalimentarios es el centro de todos los esfuerzos actualmente. Si bien el foco suele estar en la industria alimentaria y en los consumidores, es crucial reconocer que los productores agrícolas también son parte esencial de esta solución. Los agricultores, en la primera línea de la producción de alimentos, deben contar con el apoyo adecuado: acceso a tecnologías sostenibles y un sistema que los valore por los servicios ecosistémicos que brindan.

Los certificados de comercio justo y los alimentos orgánicos, por ejemplo, no solo benefician a los consumidores conscientes, sino que también son una herramienta crucial para mejorar los ingresos de los productores, incentivando prácticas más saludables y responsables tanto para la salud humana como para el planeta.

Este informe de la FAO es un claro recordatorio de que el costo de nuestra alimentación, tanto en términos económicos como de salud, está alcanzando proporciones alarmantes. Sin embargo, reiteraron que es posible revertir la tendencia.

A través de políticas más ambiciosas, compromisos de los gobiernos, una educación nutricional más profunda para los consumidores y un apoyo decidido a los productores agrícolas, podemos reducir esa cifra oculta de 8 billones y garantizar un futuro más saludable y sostenible.

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