Si hicieras una línea de tiempo de la civilización humana, probablemente pondrías la caligrafía en el inicio y los robots o la tecnología al final. Pero a principios de este mes, ambos extremos de este espectro se unieron en un mismo escenario.
En una fascinante presentación que tuvo lugar en el Lincoln Center en Manhattan y luego en el Bass Concert Hall en Austin, el espectáculo titulado Ink reunió a 11 bailarines –13, si contamos a los dos robots en escena– para una actuación multimedia en la que los bailarines movían sus brazos, lanzaban sus piernas y doblaban sus cuerpos para imitar los trazos de la renombrada calígrafa taiwanesa Tong Yang-Tze. Mientras los bailarines actuaban en el escenario, una serie de trazos holográficos aparecían frente a ellos, como un dueto silencioso entre el cuerpo y la tecnología.
El fenómeno artístico de Ink
Tong es famosa por sus colaboraciones interdisciplinarias con arquitectos, diseñadores de moda e incluso músicos. Sus trazos de tinta se pueden encontrar en estaciones de tren en Taipéi, librerías e incluso en el sello de tu pasaporte al llegar a Taiwán. En noviembre, su trabajo también aparecerá en el Gran Salón del Museo Metropolitano de Arte en Manhattan.
Ink colaboró con el coreógrafo taiwanés Huang Yi, conocido por trabajar con robots y el artista audiovisual japonés Ryoichi Kurokawa. Pero según recuerda Huang, Tong se mantuvo a propósito al margen del proceso y se negó a ver el espectáculo hasta que se estrenó. “Nos dio mucha libertad y espacio para mostrar nuestro trabajo”, me contó Huang por Zoom a través de un traductor.
Desafiando las técnicas tradicionales de la puesta en escena
Ink ha estado en desarrollo por alrededor de tres años, aunque la idea surgió mucho antes. Huang dice que Tong lo buscó hace diez años, después de ver otro de sus espectáculos, titulado Under the Horizon. Le pidió que considerara llevar su caligrafía al escenario, pero el coreógrafo no se sintió listo. “Todavía era muy joven, así que le prometí que esperara un poco hasta que estuviera preparado”, contó.
No fue hasta 2020 que Huang comenzó a trabajar en serio. El equipo decidió enfocarse en la obra abstracta de Tong y se propuso digitalizar todos sus trazos. Descompusieron cada trazo en píxeles digitales, que proyectaron desde tres ángulos diferentes y en tres superficies: un lienzo al fondo del escenario, una pantalla translúcida al frente y el suelo del escenario.
Este enfoque resultó en un espectáculo holográfico donde, además de las líneas proyectadas en el suelo y en el lienzo detrás del escenario, los trazos, aparentemente tridimensionales, también flotaban en el aire entre los bailarines y el público.
A veces, las líneas se dispersaban, se distorsionaban o se desvanecían al ritmo de la banda sonora electrónica del espectáculo. Y en ocasiones parecía que los bailarines mismos las dibujaban solo con el movimiento de sus cuerpos. Huang dice que el espectáculo está completamente programado; lo que parece una correlación en tiempo real es simplemente sincronización.
Así se danza con los robots de Kuka
Huang consultó a Tong una vez, principalmente para pedirle que dibujara algunas líneas rectas específicamente para el espectáculo. Una de esas líneas se convirtió en una característica clave durante el baile de Huang con dos robots de la empresa de robótica Kuka. El coreógrafo programó ambos robots él mismo y les dio a cada uno un poste largo inspirado en una práctica de artes marciales que utiliza un bastón como arma.
Luego, Huang entró al escenario y bailó con ellos, lentamente y con suavidad, hasta que extendió sus manos y las alineó con los postes horizontales de ambos robots. Mientras la línea horizontal de Tong aparecía en el lienzo detrás de él, Huang y los robots formaron su propia línea recta.
Puede parecer extraño que una presentación de danza incluya robots, pero al incorporar tecnología de punta a una práctica milenaria, Huang dice que quería cerrar la brecha entre el pasado y el presente. La esperanza final, afirmó, es que el espectáculo cambie la percepción de las personas sobre la caligrafía, de ser una forma de arte tradicional que podría parecer anticuada o aburrida, a una que trascienda el tiempo y, tal vez, incluso la página.