Si algo tienen en común las oscuridades más profundas del océano, los picos más altos del Himalaya y las partes más íntimas de nuestro cuerpo se trata, sin duda alguna, de la presencia y contaminación por microplásticos.
El plástico es un polímero cuyas propiedades parecen casi mágicas: resulta extremadamente versátil, barato y prácticamente indestructible. El plástico aguanta relativamente bien las embestidas del tiempo, que logra reducirlo a partículas demasiado diminutas para nuestros ojos, pero en realidad requiere de miles de años para su destrucción real. De hecho, esta indestructibilidad lo ha convertido en un creciente problema de salud pública y ecotoxicidad.
Escribo estas líneas cuando se acerca la conferencia de las Naciones Unidas en Busán (Corea del Sur), que busca alcanzar un protocolo internacional sobre el plástico. A continuación, trataré de explicar por qué necesitamos este tratado.
La mayoría acaba en el medio ambiente
Anualmente se producen más de 400 millones de toneladas de plástico, en un negocio que roza los 700,000 millones de euros anualmente, pero apenas el 9% de la producción se recicla. Una parte pequeña del plástico producido es incinerado, pero la mayor parte acaba en el medio ambiente, donde se acumula.
¿Constituye un problema para la salud?
Consumimos microplásticos por diversas vías. A través de los productos embotellados y envasados, de los productos cosméticos y de higiene personal, pero también los inhalamos por las fibras plásticas de la ropa y la contaminación de las ciudades.
Los microplásticos están asociados con distintas patologías. En los pulmones, por ejemplo, su presencia se ha asociado con cáncer de pulmón. Interfieren con la microbiota intestinal y cobijan disruptores endocrinos (que pueden alterar la función de las hormonas del cuerpo), entre otros muchos problemas, algunos de los cuales apenas conocemos.
La investigación sobre los efectos para la salud está aún en la infancia, pero sería deseable aplicar el principio de precaución: empezar a tomar medidas, ya que la acción no se puede demorar varias décadas, hasta que tengamos un conocimiento más completo sobre los efectos de los microplásticos.
Las mayores concentraciones de microplásticos se encuentran en los niños, por ser el sector poblacional más expuesto. Esto es, donde más se usan los plásticos en la alimentación y ropa.
¿Es mejor el plástico de múltiples usos que el de usar y tirar?
Cuando un bebé toma un litro de leche con un biberón de plástico, puede llegar a ingerir hasta 16 millones de partículas de microplástico. Esto es porque los biberones se van degradando con el tiempo, sobre todo con las esterilizaciones a temperatura elevada. Con este ejemplo pretendo ilustrar cómo los plásticos duraderos no son necesariamente más seguros que los de usar y tirar.
¿Cuáles son las principales fuentes de microplásticos?
La principal fuente de microplásticos proviene del plástico que se acumula en el medio ambiente. Las bolsas o botellas de plástico, por ejemplo, pero también las fibras que emanan de nuestra ropa o las ruedas de los coches.
De hecho, las ruedas de los coches son una fuente particularmente importante; cabe recordar que las de los aparentemente inocuos coches eléctricos tienen un mayor desgaste. Estos vehículos eléctricos son más pesados que los de combustión y aportan 20% más de microplásticos.
Seguidamente aparecen los plásticos que se añaden a productos como las pinturas o los productos de higiene.
¿Constituyen un problema para el medio ambiente?
Los microplásticos constituyen un problema de salud pública, pero también generan un problema de salud ambiental. Si consideramos la “triple crisis” ambiental originada por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, los plásticos pueden desestabilizar diferentes componentes de la biosfera, de manera que amplifican esta triple crisis.
En relación a la pérdida de la biodiversidad, por ejemplo, los microplásticos pueden favorecer las acumulaciones de metales pesados, que luego pasan a las plantas, y de ahí a los herbívoros (o humanos, cuando se trata de plantas cultivadas).
¿Qué podemos hacer?
Más allá del reciclaje, que es necesario pero no suficiente, y de la reutilización del plástico, que resulta problemática cuando es con fines alimentarios, nos quedan dos opciones: reducir el consumo y la sustitución por otros materiales.
En algunas ocasiones, reducir el consumo es fácil. Por ejemplo, las fibras plásticas de los textiles se pueden dejar de usar con pocos problemas y los biberones de plástico se pueden reemplazar por los de cristal.
En otros casos, la sustitución resultará más difícil. Para solucionar este problema se está experimentando con la creación de nuevos polímeros desarrollados, por ejemplo, a partir de la madera. Se trata de una línea de trabajo a potenciar, ya que podría financiar por ejemplo las actividades forestales necesarias para reducir los incendios forestales, pero todavía se encuentra en fase experimental y lejos de ser implementada a gran escala.
También cabe regular la presencia de productos químicos en los plásticos, con un etiquetado transparente y efectivo, para que sean más seguros y circulares. Y también debemos invertir en la educación de la sociedad en este sentido.
¿Qué podemos esperar de la conferencia de Busán?
Necesitamos un protocolo global, ya que de poco sirve que unos países sigan unas normas más estrictas si otros adoptan legislaciones más laxas. No estamos hablando de prohibir su producción, algo que podría resultar contraproducente, sino de regular su uso para que los plásticos resulten seguros.
La cumbre de Busán se abrirá tras la clausura de la cumbre de cambio climático (COP29) en Azerbaiyán. Si bien no teníamos las expectativas muy altas al comienzo de la COP29, cabe por ahora cierto lugar para el optimismo en Busán. El problema de reducir la producción y el consumo de plásticos es más sencillo, hasta cierto punto, que el del cambio climático.
El cambio climático está ocasionado por la fuente de energía, mientras que los plásticos son solo un material que, en muchas ocasiones, no resulta imprescindible.
En cualquier caso, probablemente veremos presiones del sector de los combustibles fósiles, y de los gobiernos que los favorecen, en contra de regulaciones estrictas. De hecho, los grupos de presión del sector proplástico, incluyendo los del reciclaje, han tenido una presencia creciente en estas cumbres, por lo que buscarán fortalecer su posición y torpedear las medidas ambiciosas.
Víctor Resco de Dios es profesor de Ingeniería Forestal y Cambio Global en la Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.