El mercado de decoraciones navideñas es uno de los más rentables del mundo, superando los 7,000 millones de dólares (mdd) en 2023, y se espera que rebase los 9,000 mdd en 2026, según cifras de Statista. Si bien no existen datos exactos sobre cuánto dinero genera esta industria en México, nuestro país cuenta con uno de los lugares más prolíficos en la producción de esferas navideñas: Tlalpujahua.
Autodenominado como el “pueblo de la eterna Navidad”, Tlalpujahua está localizado en el estado de Michoacán y, junto con Chignahuapan en Puebla, se caracteriza por producir esferas navideñas artesanales.
Sin embargo, pocos saben que el lugar es la cuna de esta industria en México, y que es una tradición multimillonaria que comenzó con la visión de uno de sus habitantes en tiempos de crisis.
Una industria nacida de la necesidad y la creatividad
El origen de la producción de esferas navideñas en Tlalpujahua surge tras una tragedia ocurrida en la década de 1930.
Tlalpujahua era originalmente un pueblo minero, especializado en la extracción de oro. De hecho, la región era sede de la mina Dos Estrellas, que a principios de 1900 fue la primera productora mundial de oro y la principal de México, atrayendo prosperidad a la región; sin embargo, un evento conocido como “la tragedia de las lamas” cambiaría el rumbo del pueblo.
El 27 de mayo de 1937, los residuos mineros generados por más de 30 años de labor (unas 10 millones de toneladas de lodo) se volcaron sobre Tlalpujahua debido a fuertes lluvias. La avalancha destruyó la mitad del pueblo, quitándole la vida a más de 300 personas y privando de su patrimonio a unas 2,000.
Esta catástrofe provocó que la industria minera en Tlalpujahua prácticamente se extinguiera y el pueblo se sumiera en la pobreza por las siguientes dos décadas. Esto obligó a muchos habitantes a buscar alternativas para subsistir fuera de él, transformando a Tlalpujahua en un “pueblo fantasma” (de ser una localidad de más de 10,000 habitantes en 1910, pasó a tener menos de 600 para la década de 1960; principalmente mujeres y niños que dependían de las remesas).
Algunos se fueron a la Ciudad de México para trabajar en la naciente industria nacional; otros emigraron a Estados Unidos. Este fue el caso de Joaquín Muñoz Orta, fundador de la que se convertiría en la primera y mayor productora de esferas navideñas en Tlalpujahua.
El surgimiento del primer taller de esferas navideñas en Tlalpujahua
En 1959, Joaquín Muñoz emigró a Chicago para trabajar en una empresa dedicada a instalaciones eléctricas y telefónicas. Coincidió que dicha compañía prestaba sus servicios a una fábrica de árboles y esferas de Navidad. Ahí, se interesó por el proceso de fabricación de esferas y vio el potencial del negocio.
Tras ser deportado en 1960, Muñoz regresó a Tlalpujahua con una idea para sacar adelante a su familia: poner junto con su esposa, María Elena Ruiz Villagrán, el primer taller de árboles y esferas navideñas en la región.
En un inicio, el taller se dedicaba a la producción de la esfera lisa o tradicional, que únicamente se hacía en cuatro tamaños y era pintada con un proceso de inmersión en los colores clásicos de la Navidad mexicana: rojo, azul, verde, oro y plata. En los primeros años, Muñoz se dedicó a desarrollar la tecnología para el soplado de las esferas, encontrar el tipo de vidrio ideal, mejorar la fórmula para platear las esferas con nitrato de plata y así renovar sus diseños.
A los pocos años, aunque el taller se encontraba en Tlalpujahua, sus esferas llegaron al mercado de La Merced en Ciudad de México y, años más tarde, a distintos rincones del mundo.
“En 1965 [mis padres] fundaron la empresa Adornos Navideños, que fue la madre de la industria de las esferas de Navidad en Tlalpujahua; y podría decir que en México entero, porque con ellos trabajaron personas de diferentes estados que aprendieron el oficio y lo llevaron a otros lugares, como Chignahuapan, Puebla, el otro principal productor de esferas en México”, comenta Daniel Muñoz Ruiz, hijo de Joaquín y María Elena y gerente de la Casa de Santa Claus.
En 1975, el negocio del matrimonio continuaría creciendo y fundaron “La Casa de Santa Claus”, establecimiento que, a la fecha, se encuentra en el corazón de Tlalpujahua. Un año después, iniciaron la exportación de esferas a Estados Unidos y Canadá, principalmente. Con el tiempo, llegaron incluso a Inglaterra, Francia y hasta Singapur.
De hecho, las esferas de Tlalpujahua han llegado hasta el Vaticano. “En 2012, unos modelos de esfera de mariposa de La Casa de Santa Claus adornaron los árboles del Vaticano. También llegaron a las habitaciones del Papa Benedicto XVI”, cuenta Daniel.
Tlalpujahua produce al año alrededor de 100 millones de esferas navideñas y da empleo a 10,000 personas
Actualmente, las esferas navideñas de Tlalpujahua siguen elaborándose con la técnica de vidrio soplado y decorado artesanal; sin embargo, también se usan otros materiales y la técnica de molde para crear esferas con figuras más extraordinarias, o “de fantasía”, que van desde cupcakes hasta animales o artículos deportivos.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Turismo de Michoacán, hasta el 15 de noviembre de 2023, se habían producido en Tlalpujahua alrededor 50 millones de esferas. Esto representó un aumento del 4% respecto al mismo periodo de 2022; sin embargo, Daniel asegura que, en promedio, la producción de esferas de Navidad en la región es mucho mayor al año.
“En Tlalpujahua existen alrededor de 400 a 500 talleres de decoraciones navideñas que producen alrededor de 100 millones de esferas anualmente, dando empleo a aproximadamente 10,000 personas”, asegura.
Si el precio promedio de una esfera es de 10 pesos, la producción de 100 millones generaría un ingreso de 1,000 millones de pesos anuales; sin embargo, esta cifra es sólo una estimación, ya que el precio de las esferas puede variar según el tamaño, el material y el diseño. Además, la industria de las esferas de Navidad en Tlalpujahua genera ingresos adicionales a través de la venta de otros productos navideños; entre ellos coronas, guirnaldas y otros adornos.
Tlalpujahua también alberga la Feria de la Esfera —celebrada entre septiembre y diciembre— y a la que llegan entre 400,000 y 500,000 personas. “Para abastecer este mercado, trabajamos todo el año”, puntualiza Daniel. “De ahí que seamos el pueblo de la eterna Navidad”.
La industria de las esferas de Navidad en Tlalpujahua se enfrenta a un mercado con competencia internacional más barata
De acuerdo con datos del Consejo para el Desarrollo del Comercio en Pequeño, el año pasado entre 60% y 70% de los adornos navideños en México provienen de China. Esto genera un impacto relevante en los artesanos mexicanos que elaboran esferas navideñas.
Frente a esta competencia, la familia Muñoz Ruiz ha apostado por no solo mantener y fomentar la valía artesanal de las esferas de Tlalpujahua, sino también adaptarse a los tiempos. Ahora, además de ofrecer esferas tradicionales, también cuentan con modelos que se adecúan a la decoración navideña para todo tipo de espacios y gustos; desde residencias y oficinas, hasta locales comerciales y más.
“Nosotros fuimos parte de los cambios económicos que se vieron en México y en el mundo en los últimos 30 años. La Navidad no fue ajena a todos estos cambios; así como hubo cambios en la industria electrónica, textil o la zapatera, también hubo cambios drásticos en la industria de la Navidad”, comenta José Luis Muñoz Ruiz, historiador y director de comunicación de La Casa de Santa Claus.
Para adaptarse a estos cambios, José Luis explica que ellos han dejado de lado el mercado minorista y optado por uno más reducido, pero cotizado.
“En el mercado global, principalmente la manufactura —que poco a poco fue ocupado por la mano de obra asiática— afectó totalmente la producción en México. La defensa que tuvo Tlalpujahua a esta nueva circunstancia fue, en principio, mejorar la calidad del producto —sus características, diseño y materiales— de tal manera que se convirtiera en un producto difícil de no querer comprar. Eso provocó que nosotros pasemos de un mercado masivo minorista con millones de piezas, a uno con menor cantidad de esferas, pero más selecto”, explica.
Tras este cambio de perspectiva, La Casa de Santa Claus produce ahora alrededor de 10 millones de piezas al año, estima José Luis; sin embargo, cuenta con más de 200 tipos de esferas.
Otra apuesta que tienen es explotar el concepto de Tlalpujahua como el “pueblo de la eterna Navidad”. “Esto provoca que la gente venga aquí a comprar la esfera. Actualmente nos visitan más de 400,000 personas al año. Y muchos de ellos nos visitan en la Casa de Santa Claus”, enfatiza José Luis.
José Luis asegura que, en La Casa de Santa Claus, tienen la capacidad de adaptarse a las nuevas tendencias y diferentes expresiones de la Navidad; evolucionando tanto sus materiales como diseños para cubrir demandas de todo tipo, manteniendo intacto el toque artesanal que caracteriza a Tlalpujahua.
Pese a ello, el reto de mantenerse relevante prevalece.
“Es importante entender que nosotros tenemos que hacer un gran esfuerzo por mejorar la calidad de nuestro producto e influir más en el diseño; pero también, al mismo tiempo, tenemos que procurar que el consumidor entienda ese concepto del costo de una artesanía como la que nosotros producimos. El reto es comunicarle a la gente el valor artesanal de nuestra esfera”, explica.
“Tenemos un gran reto: seguir manteniéndonos en el mercado. Pero tenemos una historia de 60 años, eso nos respalda en Tlalpujahua. En los siguientes cinco años, más allá que esperanza, tenemos planes de crecimiento. Yo nací en esta familia y traigo esto en la sangre; me encanta y me apasiona”, concluye Daniel.