Sean McGovern, un alto lugarteniente del cartel Kinahan, y Faissal Taghi, hijo del infame líder de la Mocro Maffia, una organización criminal neerlandesa-marroquí, solían disfrutar sin preocupaciones en los lujosos hoteles y restaurantes de Dubái.
Hasta sus arrestos y la reciente desarticulación de una enorme operación de lavado de dinero dirigida por Rusia, el emirato del Golfo había sido un refugio para algunos de los mayores narcotraficantes de Europa.
Durante años, importantes capos de la droga operaron descaradamente desde los rascacielos y villas de lujo de la ciudad sin temor a la extradición. La limitada cooperación judicial de las autoridades locales hacía que tuvieran poco de qué preocuparse, según investigadores y magistrados europeos.
Europol describió a Dubái como un “centro remoto de coordinación” para el narcotráfico en Europa, donde los traficantes vivían abiertamente y lavaban dinero mediante bienes de lujo e inmuebles.
Lejos de los puertos europeos como Amberes, Róterdam y Le Havre, donde transitan sus drogas, la policía afirma que los capos manejan todo desde la comodidad de Dubái, gobernando con miedo y violencia extrema desde una de las ciudades más seguras del mundo.
Irónicamente, la baja tasa de criminalidad en Dubái les permite operar con tranquilidad, cerrando acuerdos y conectando con otros actores globales del narcotráfico en cafés y bares de shisha de la ciudad.
Sin embargo, esto podría estar cambiando.
En octubre, McGovern, mano derecha del capo irlandés Daniel Kinahan, fue arrestado bajo una orden de extradición emitida desde Dublín, acusado de asesinato y liderar una organización criminal.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos considera al cartel Kinahan como una “amenaza para toda la economía legítima” y ha ofrecido una recompensa de 15 millones de dólares por los tres principales líderes del grupo.
El arresto de McGovern siguió a la extradición en julio de Faissal Taghi a los Países Bajos por cargos relacionados con tráfico de drogas y homicidio, y al traslado en marzo del narcotraficante belga Nordin El Hajjioui a Bruselas con esposas.
Impunidad total
Dubái, un cruce entre Europa y Asia con uno de los puertos y aeropuertos más concurridos del mundo, también es un destino popular para estrellas del deporte e influencers.
Pero durante más de una década, ha sido hogar de una galería de figuras criminales europeas.
El jefe del cartel Kinahan y el español Alejandro Salgado Vega, conocido como “El Tigre” y líder del narcotráfico de cocaína, son algunos de los más notorios que se han establecido en Dubái.
El asociado de Kinahan, Ridouan Taghi, también vivió mucho tiempo en Dubái hasta que fue encarcelado de por vida en febrero tras un juicio masivo en un tribunal de alta seguridad en Ámsterdam.
Otros traficantes de alto nivel también disfrutan de una vida opulenta ahí. “No se esconden. No son como refugiados con papeles falsos”, dijo Francisco Torres, jefe de la unidad élite de la Guardia Civil española contra el crimen organizado.
“Viven una vida lujosa ante todos, con total impunidad”, agregó.
Un ejemplo es Abdelkader “Bibi” Bouguettaia, un traficante franco-argelino buscado por Interpol, quien vive en apartamentos de lujo cerca de Palm Jumeirah, una de las zonas más exclusivas de Dubái. Bouguettaia ya había escapado cuando Francia lo sentenció a nueve años por contrabandear 599 kilos de cocaína y está vinculado a un envío de 2.5 toneladas.
Atracción por el lujo de Dubái
El mercado inmobiliario de Dubái, junto con su economía basada en efectivo y el sistema bancario ancestral “hawala”, han permitido a los capos de la droga invertir grandes sumas de dinero sin dejar rastro.
Las propiedades se venden en minutos, y figuras como Tarik “El Bisonte” Kerbouci, buscado por un envío de 3.3 toneladas de cocaína, han adoptado roles como “agentes inmobiliarios”, según fuentes judiciales francesas.
A pesar de los recientes arrestos, Dubái sigue siendo un imán para el crimen organizado gracias a su combinación de lujo, ubicación estratégica y un entorno legal que dificulta la extradición y facilita el lavado de dinero.
¿Un éxodo criminal?
Aunque ha habido avances en la cooperación judicial, incluido un nuevo tratado de extradición entre la UE y los Emiratos Árabes Unidos, los capos criminales podrían estar buscando su próximo refugio. Fuentes judiciales mencionan a Turquía, el norte de África, Indonesia y Bali como posibles nuevos centros de actividad criminal.
El caso de Dubái refleja las dificultades para combatir el crimen organizado global cuando este encuentra resquicios legales en un sistema que combina riqueza y regulaciones laxas.