Donald Trump dejó claro su intención de intensificar su enfoque de America First en su segundo mandato y México parece estar en la línea de fuego.
Mientras que muchos de los predecesores de Trump también siguen una estrategia “realista” en la que el poder relativo es central en las relaciones internacionales, Trump ha mostrado una aparente falta de disposición para considerar el impacto que sus planes causarían en los países afectados o las respuestas que generarían.
Las propuestas de Trump amenazan a México de tres maneras clave: primero, su meta de deportar a millones de migrantes pondría una enorme presión sobre la economía y sociedad mexicana al tratar de absorber este flujo; segundo, el aumento de aranceles podría devastar el sector exportador de México; y tercero, la idea de usar la fuerza militar de Estados Unidos para combatir a los narcotraficantes en México afectaría directamente la soberanía del país y podría generar más violencia en ambos lados de la frontera.
Pero como estudioso de la política latinoamericana y las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, veo varias opciones que México podría utilizar para enfrentar a Trump imponiendo altos costos a los intereses de Estados Unidos.
De hecho, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ya señaló cómo podría contrarrestar las políticas de Trump contra los aranceles en México. Las herramientas más obvias son terminar la cooperación en temas de drogas e inmigración e imponer aranceles propios. También podría revocar algunos de los privilegios fiscales y laborales que beneficiaron a las empresas estadounidenses que operan en México. Finalmente, podría jugar la “carta de China”, es decir, ante el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y México, México podría volverse hacia el principal rival económico de Washington en un momento en que Pekín busca aumentar su influencia en América Latina.
De la conciliación a la confrontación
Por supuesto, que las cosas en cuanto a las relaciones empeoren no es difícil.
Durante el primer mandato de Trump, el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, mantuvo una relación constructiva con la administración de Estados Unidos. De hecho, López Obrador fue sorprendentemente cooperativo, dado que la retórica de Trump hacia México era hostil. Por ejemplo, ayudó a facilitar el programa “Quédate en México” de la administración Trump para aquellos que buscaban asilo en Estados Unidos y también aceptó las demandas de Trump para renegociar el TLCAN y darle un título que reflejara el liderazgo de Estados Unidos: el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, o T-MEC.
Sheinbaum, quien asumió el cargo el 1 de octubre de 2024, adoptó un enfoque cauteloso en su relación con Trump.
Felicitó a Trump por su victoria y alentó al diálogo con el presidente estadounidense. “Habrá buenas relaciones con Estados Unidos. Estoy convencida de eso”, declaró a los reporteros el 7 de noviembre de 2024.
Pero Trump no adoptó una postura conciliatoria. Además de hacer declaraciones sobre la posible deportación de millones de inmigrantes hacia México, anunció en redes sociales el 24 de noviembre que impondría un arancel del 25% a los productos provenientes de México y Canadá, una medida que, en la práctica, derogaría el T-MEC.
Ese post aparentemente puso fin al enfoque cauteloso de Sheinbaum. En una respuesta enérgica, la presidenta mexicana advirtió que respondería de la misma manera. Una guerra comercial, señaló, perjudicaría las economías de ambos países; el progreso en inmigración y narcotráfico requería cooperación, no amenazas, agregó.
El impacto de los aranceles
Sheinbaum expresó su deseo de evitar una guerra comercial, pero las amenazas de Trump la llevaron a plantear cómo podría iniciarse dicho conflicto. Esta guerra comercial, sumada a otras medidas que Sheinbaum podría aplicar a los inversionistas estadounidenses, probablemente desencadenaría una coalición de oposición dentro de la comunidad empresarial de Estados Unidos, un sector que ha sido uno de los principales aliados de Trump.
El objetivo declarado de Trump de poner altos aranceles a los productos que provienen de México es alentar a las empresas que actualmente aprovechan los menores costos laborales en México a reubicarse al norte de la frontera. Pero ese enfoque ignora el impacto que los aranceles represalia y los controles sobre inversiones tendrían en las empresas estadounidenses que dependen del mercado mexicano. Tendría varios efectos negativos.
Primero, una guerra comercial de represalias generaría inflación tanto para los consumidores de Estados Unidos como para los de México.
En segundo lugar, interrumpiría la integración de los mercados de América del Norte. Como resultado de la eliminación de los aranceles, un componente clave tanto del TLCAN como del T-MEC de la era Trump, los mercados y la producción de bienes a través de América del Norte están altamente interconectados. Los tratados comerciales redujeron severamente las barreras a la inversión en México, permitiendo una inversión estadounidense significativa en sectores como la agricultura y la energía, en los que antes las empresas de Estados Unidos estaban prohibidas. Además, los fabricantes ahora dependen de procesos en los que, por ejemplo, el automóvil promedio cruza la frontera varias veces durante su producción.
De manera similar, el sector agroindustrial ha desarrollado prácticas simbióticas, de modo que los granos, manzanas y peras se cultivan principalmente en los Estados Unidos, mientras que los tomates, fresas y aguacates se cultivan en México. Dado estos procesos, Estads Unidos ahora exporta más de 300,000 millones de dólares en bienes y servicios al año a México y la inversión estadounidense en México alcanzó los 144,000 millones de dólares en 2023.
Si Trump abroga los acuerdos comerciales e impone aranceles para México, podría convencer a los inversionistas de gastar sus próximos dólares en Estados Unidos. Pero si México impone aranceles, impuestos comerciales o restricciones a las inversiones, ¿qué pasaría con las granjas y fábricas de los inversionistas ya establecidos en México?
La experiencia pasada sugiere que cualquier interrupción en las cadenas de suministro o los mercados de exportación de Estados Unidos despertaría una fuerte oposición empresarial, como ya han reconocido los analistas y grupos empresariales.
Trump no está exento de presión por parte de las empresas estadounidenses. Durante su primer mandato, las empresas se opusieron con éxito al intento de Trump de cerrar la frontera, argumentando que ralentizar el flujo de inmigrantes también significaba ralentizar los camiones llenos de mercancías.
Seguridad e inmigración
En el tema de la frontera y la inmigración, mientras Trump emitía amenazas, Sheinbaum enfatizó la importancia de la cooperación.
Actualmente, el gobierno mexicano gasta recursos significativos para patrullar su propia frontera sur, sin mencionar el trabajo con los potenciales migrantes que se agrupan en sus ciudades del norte.
México podría exigir más apoyo a Estados Unidos a cambio de este trabajo, además de los costos asociados con la bienvenida de los aproximadamente 4 millones de mexicanos que actualmente están en el país sin documentación adecuada.
La deportación de inmigrantes indocumentados que Trump ha prometido repetidamente requerirá otro tipo de cooperación, como el procesamiento de cruces fronterizos y México podría retrasar este proceso. México ya declaró que detendría el procesamiento de las personas no mexicanas.
Los dos países tienen un historial de colaboración en la lucha contra el narcotráfico, pero aquí también existen tensiones. Hacia el final del primer mandato de Trump, por ejemplo, un general mexicano fue arrestado en Estados Unidos bajo cargos de narcotráfico. Después de un escándalo diplomático, fue devuelto a México y liberado.
A finales de noviembre, Sheinbaum mencionó que ella y Trump habían discutido la cooperación en seguridad “dentro del marco de nuestra soberanía”. Pero la retórica de campaña de Trump parecía menos preocupada por la soberanía de México, planteando la idea de enviar tropas a la frontera o incluso desplegarlas dentro de México para contrarrestar a los narcotraficantes. Eso claramente enfurecería a México, con consecuencias que irían mucho más allá de la disposición para cooperar en temas de narcotráfico.
¿Una oportunidad para China?
Un país que podría beneficiarse si las relaciones entre Estados Unidos y México se deterioran es China, un tema que México podría aprovechar.
China es ahora el primero o segundo socio comercial de casi todos los países de América Latina, incluido México. El valor del comercio entre Estados Unidos y México supera los 100,000 millones de dólares al año, pero el crecimiento de las importaciones chinas en México ha sido algo limitado por las disposiciones de reglas de origen en el TLCAN y el T-MEC.
Una guerra comercial entre Estados Unidos y México podría debilitar o eliminar cualquier incentivo para mantener fuera los productos chinos. Además, si se estrechan las puertas a Estados Unidos mediante aranceles en México y una retórica hostil, las piezas de autos y los servicios financieros de China se volverían aún más atractivos para las empresas mexicanas. En resumen, una guerra comercial entre Estados Unidos y México aumentaría el acceso de Pekín a un mercado en la frontera de Estados Unidos.
¿Una coalición de los preocupados?
En resumen, si Trump lleva a cabo sus amenazas sobre los aranceles en México, el resultado será costoso para los consumidores y las empresas, además de una nueva oportunidad para China. Esto probablemente fomentaría una coalición de industrias, inversionistas, consumidores y expertos en política exterior preocupados por China, muchos de los cuales apoyaron la campaña de Trump.
Scott Morgenstern, es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Pittsburgh.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original aquí.