
El diario a cuadros de Ana Frank está sobre un escritorio. Encima de la repisa hay pequeños objetos esparcidos: algunos lápices, fotos en blanco y negro, y unas tijeras de metal. Postales y fotos de celebridades de los años 20 como Greta Garbo y Norma Shearer están pegadas en el papel tapiz amarillento detrás. La habitación parece como si Ana acabara de estar allí, eligiendo fotos para colgar en la pared. Pero en realidad, nada sucedió aquí. Porque este lugar está en un museo, en Manhattan. Y esta habitación no es el anexo secreto donde Ana Frank pasó dos años escondida, sino una réplica exacta.
Inaugurada en el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, Ana Frank the Exhibition fue creada por el museo Casa de Ana Frank dentro del Centro de Historia Judía. La muestra ofrece la primera oportunidad fuera de Ámsterdam para que los visitantes vean cómo Ana, su familia y otras cuatro personas judías vivieron en un espacio de 74 metros cuadrados, escondidos de los nazis.

Una nueva recreación
Cualquiera que haya visitado el museo de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam sabe que el anexo secreto original está inquietantemente vacío. Eso fue intencionado. Después de que la familia fue arrestada, los nazis saquearon el apartamento y lo dejaron desocupado. Otto, el padre de Ana, único sobreviviente de quienes vivieron allí, quiso mantenerlo así como símbolo del vacío que sintió al regresar del campo de concentración de Auschwitz.
En comparación, la réplica del anexo en Nueva York parece habitado: “Los visitantes están teniendo una experiencia completamente diferente”, dice Tom Brink, jefe de colecciones y presentaciones de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam y curador de la exposición.
El anexo en Nueva York retrata a Ana menos como una víctima y más como una joven que disfrutaba coleccionar postales y soñaba con ser periodista. Una joven cuya vida fue truncada por el Holocausto.

De Ámsterdam a Nueva York
En el museo de Manhattan, la historia de Ana Frank se siente tanto oportuna como suspendida en el tiempo, gracias al diseño de la exposición, que divide la muestra en dos partes. Una sección comienza en los años 20 y termina en el presente con 79 ediciones de El diario de Ana Frank en diferentes idiomas; la otra es la réplica del anexo secreto, que aparece en el medio (tanto física como temporalmente), detrás de una enorme estantería. El diseñador Eric Goossens estuvo a cargo de la exposición, mientras que los diseñadores de sets Annemiek Swinkels y Willem Claassen, una pareja de Ámsterdam, se centraron en la réplica del anexo.

La familia Frank tenía vínculos con Nueva York, lo que llevó a la Casa de Ana Frank a elegir esta ciudad como la primera ubicación para la exposición (Otto trabajó como pasante en los grandes almacenes Macy’s e intentó emigrar a Estados Unidos antes de esconderse). Sin embargo, Ronald Leopold, director ejecutivo de la Casa de Ana Frank, dice que no descartan la posibilidad de una exposición itinerante. Por ello, los diseñadores debieron construir la réplica como un conjunto de piezas que pudiera ensamblarse y desensamblarse, “como un set de Lego”, dice Swinkels.
La vida en el anexo
Los diseñadores pasaron meses construyendo el anexo en Países Bajos, luego lo enviaron a través del Atlántico en un contenedor gigante. “Usamos muchas correas de seguridad”, comenta Swinkels, quien agrega que, una vez en Nueva York, el equipo pasó tres semanas decorándolo con varios artefactos y muebles. “La Fundación Ana Frank quería que pareciera que las personas en el escondite vivían allí y eso es difícil si no cuidas los detalles”, explica.
El anexo parece artificial y auténtico a la vez, casi como una casa de muñecas a escala real donde ocho personas jugaron a “hacer hogar” durante dos años, hasta que el mundo real los alcanzó. Pero los visitantes que superen esta disonancia serán recompensados con una historia conmovedora, enriquecida por la meticulosa recreación de los diseñadores, que incluye papel tapiz desgastado y marcas de lápiz que registran las alturas de Ana y su hermana Margot.

Convertir un set en una casa habitada
Swinkels y Claassen no son ajenos a la vida de Ana Frank. En 2020, construyeron el set para una serie de televisión local llamada El diario en video de Ana Frank. Estudiaron el diario de Ana en busca de detalles sobre la disposición y el mobiliario. Pasaron una noche midiendo y documentando cada centímetro del anexo real en Ámsterdam. Buscaron en tiendas de antigüedades y mercados locales de segunda mano muebles que coincidieran con la estética del anexo, como interruptores de luz de madera, bombillas antiguas y un inodoro de cerámica con azulejos de Delft.
También utilizaron un modelo a escala que Otto construyó en 1961, que daba pistas sobre la decoración y disposición del mobiliario en el anexo, así como un recorrido en realidad virtual lanzado en 2018 por la Casa de Ana Frank.
Cuando fueron invitados a diseñar la réplica de Nueva York, ya habían acumulado un vasto conocimiento; pero como habían desmontado el set después de la serie de televisión, tuvieron que buscar nuevas piezas desde cero.

Información de primera mano
Los diseñadores conocieron a varias personas de Países Bajos para adquirir los muebles. El escritorio de Ana, por ejemplo, provino de un caballero de 85 años que tenía solo 5 cuando los soldados aliados pasaron por su calle. “Se sintió muy orgulloso cuando vio la mesa en el set”, recuerda Swinkels. La cama de Otto fue proporcionada por una mujer llamada Jutta; pertenecía a sus abuelos que vivieron en Alemania.
“Intentamos en la medida de lo posible reunir accesorios auténticos y no copias”, dice Swinkels. Pero lo más importante no era encontrar la silla exacta o el rincón exacto donde Otto habría dejado sus gafas, sino capturar correctamente la historia de Ana.
En la cocina, los visitantes notarán dos objetos. Uno es un juego de mesa sobre la bolsa de valores. El otro es un calcetín parcialmente remendado enredado en una cinta métrica. El juego de mesa es el mismo que Ana y Peter van Pels (su novio y uno de los siete que vivían con ella) jugaron mientras estaban escondidos. El calcetín es imaginario. Pero ambos objetos pintan el retrato de una familia que intentaba vivir una vida normal en circunstancias horriblemente anormales.
El pasado y el presente se cruzan
La exposición se centra en el pasado, pero también trata del presente. “Esta historia nos dice algo sobre quiénes somos, quiénes podemos ser y quiénes queremos ser como seres humanos”, dice Leopold.
La muestra se inaugura pocos días después de que Elon Musk, celebrando la toma de posesión de Donald Trump como el 47º presidente de Estados Unidos, levantara el brazo en lo que muchos interpretaron como un saludo nazi. Surge en un momento en que el extremismo de derecha está en aumento en todo el mundo, al igual que el antisemitismo y los crímenes de odio contra musulmanes, estadounidenses de origen asiático y la comunidad LGBTQ+, que recientemente ha enfrentado una orden ejecutiva de Trump que afirma que solo existen “dos géneros“.
La exposición es un recordatorio de la importancia de luchar contra la discriminación y el prejuicio, ya sea en Israel o Gaza, Sudán o Ucrania, Estados Unidos o México. Es “un faro de recuerdo”, dice Leopold. Del pasado, pero también del presente.