
La noción de autenticidad en las películas ha ido más allá de lo meramente realista. Cada vez más, costosas y largas correcciones de pequeños detalles de realismo en pantalla se han convertido en el trabajo de interpretaciones estadísticas de datos: productos visuales o sonoros de la inteligencia artificial generativa. Aplicados a efectos que antes los actores tenían que crear por sí mismos, con sus propios rostros, cuerpos y voces, ahora los cineastas consideran estas correcciones necesarias porque supuestamente son más auténticas que lo que los actores pueden lograr solo con su imaginación, vestuario, maquillaje e iluminación. La paradoja es que en este escenario, “auténtico” significa inhumano: cuanto más se alejan estos esfuerzos de la humanidad real, más vemos que los cineastas los describen como “perfectos”.
¿Es lo perfecto enemigo de lo bueno? A muchos cineastas de hoy en día parece no importarles. Después de todo, estas correcciones están diseñadas para ser imperceptibles para el público. La obsesión del director Brady Corbet con los acentos húngaros “perfectos” en su épica de arquitectura nominada al Oscar, The Brutalist, es un claro ejemplo. Corbet contrató a la empresa de software con sede en Ucrania, Respeecher, para mejorar los acentos usando IA que suavizara los sonidos de las vocales cuando los actores Adrien Brody y Felicity Jones (estadounidense y británica, respectivamente) hablan húngaro en la película. Corbet dijo que era necesario hacerlo porque, según contó al Los Angeles Times, “esta era la única forma de lograr algo completamente auténtico”.
Un falso acento real
La autenticidad, en este caso, consistió en integrar la voz del editor de la película, Dávid Jánsco, quien pronunciaba con exactitud los sonidos vocálicos correctos. La pronunciación de Jánsco se combinó luego con la pista de audio de Brody y Jones, fusionándolas en una supuesta interpretación impecable del húngaro que, en palabras de Corbet en una entrevista con GQ, “honra a la nación de Hungría al hacer que todos sus diálogos en húngaro fuera de cámara sean absolutamente perfectos”.
La cuestión de los acentos en las películas ganó relevancia en los últimos años. Por ejemplo, Adam Driver y Shailene Woodley fueron criticados por sus acentos italianos poco convincentes en Ferrari (2023). Es evidente que Corbet quería asegurarse de que eso no sucediera si algún hablante nativo de húngaro veía The Brutalist (pocas personas más notarían la diferencia). En algunos momentos, Brody y Jones hablan en húngaro en la película, pero la mayor parte del tiempo lo hacen en inglés con acento húngaro. Según Corbet, no se utilizó Respeecher para ese diálogo.
Digamos que, para Corbet, esta búsqueda de la perfección –con el tiempo y el gasto que representó– resultaba necesaria en su proceso; y que utilizar doblajes en inglés con acento húngaro podría haber sido insultantemente inauténtico para la gente de Hungría, por lo que era esencial que la película sonara, en todo momento, al 100% correcta cuando se hablara en húngaro. Aun así, que el húngaro que oímos en The Brutalist sea “absolutamente perfecto” no equivale a que sea “completamente auténtico”, pues ningún ser humano lo pronunció tal y como lo escuchamos. Y, como resulta, en parte fue creado como reacción a algo que no existe.
De ninguna manera
En su entrevista con Los Angeles Times, Corbet afirmó que “nunca lo habría hecho de otra manera”, relatando cuando él y su hija “estaban viendo North by Northwest y hay una secuencia en la ONU, y mi hija es mitad noruega, y dos personajes hablan entre sí en –entre comillas– ‘noruego’. Mi hija dijo: ‘Están balbucenado’. Y creo que así es como solíamos ‘pintar a la gente de café’, ¿no? Y, para mí, eso es mucho más ofensivo que usar tecnología innovadora e ingenieros realmente brillantes para ayudarnos a hacer algo perfecto”.
Pero no existe ninguna escena en la película de Alfred Hitchcock de 1959, North by Northwest, ambientada en la ONU ni en ningún otro lugar donde dos personajes hablen un “noruego falso” o cualquier otro idioma inventado. Además, cuando Corbet menciona la práctica racista de pintarse la piel de café (brownface), que empañó películas como West Side Story (1961), perjudica aún más la película de Hitchcock. La escena de la ONU en North by Northwest muestra a Cary Grant hablando con una recepcionista del sur de Asia interpretada por Doris Singh, no con un actor anglosajón maquillado de marrón.
El uso de la IA por parte de Corbet se basa, pues, en algo a lo que la propia IA es propensa y por lo cual es criticada: una “alucinación” en la que datos previamente almacenados se combinan de forma incorrecta para fabricar detalles y generar información falsa que tiende a ser un galimatías. Aunque el inicio de Torn Curtain (1966), de Hitchcock, tiene lugar en un barco en un fiordo noruego y muestra brevemente a dos oficiales conversando en un noruego falso y parcial, la justificación de Corbet se basó en un recuerdo erróneo. Su argumento contra la falta de autenticidad resulta, en sí mismo, inauténtico.
La IA se utilizó el año pasado en otras películas además de The Brutalist. Respeecher también “corrigió” el tono de la voz de la actriz trans Karla Sofía Gascón para sus partes cantadas en Emilia Pérez. Se empleó para el color azul de los ojos en Dune: Parte Dos. Se utilizó para fusionar la cara de Anya Taylor-Joy con el de la actriz que interpreta a su versión más joven, Alyla Browne, en Furiosa: A Mad Max Saga. En Here, de Robert Zemeckis, donde Tom Hanks y Robin Wright encarnan a un matrimonio a lo largo de varias décadas, se usó un complicado “sistema espejo de juventud” que se valió de la IA para un amplio rejuvenecimiento de ambas estrellas. Por su parte, Alien: Romulus hizo volver a la vida en pantalla al fallecido actor Ian Holm, resucitándolo de la película Alien de 1979; una decisión que no solo ha sido calificada de éticamente cuestionable, sino también, en su ejecución, de cursi e inadecuada.
Oigo gente muerta
Cuando la IA se utiliza en documentales para recrear la voz de personas muertas, es especialmente propensa a acusaciones de cursilería e irresponsabilidad moral. El documental de 2021 Roadrunner: A Film About Anthony Bourdain empleó una versión de IA de la voz del difunto chef y escritor para ciertas líneas que se oyen en la película, algo que, según The New Yorker, “provocó un gran nivel de enojo e incomodidad entre los seguidores de Bourdain”. Estos tildaron de “macabro” y “horrible” el hecho de resucitarlo de ese modo.

Las reacciones del público como estas, aunque frecuentes, hacen poco para disuadir a los cineastas de usar tecnología de IA compleja donde no es necesaria. En el documental Endurance del año pasado, sobre la desastrosa expedición de Ernest Shackleton al Polo Sur entre 1914 y 1916, los realizadores utilizaron Respeecher para exhumar a Shackleton a partir de la única grabación conocida de su voz: un cilindro de cera Edison de cuatro minutos lleno de ruido, en el que el explorador grita con un megáfono. De esa grabación, Respeecher extrajo algo “auténtico” que supuestamente duplicó la voz de Shackleton para el documental. Esta versión fantasmal –por no decir inquietante– de Shackleton se convirtió en un reclamo publicitario de la película y respondía a la pregunta: “¿Cómo habría sonado Ernest Shackleton si no estuviera gritando en un cono y se hubiera grabado en cera que se ha deteriorado durante 110 años?” Seguramente un actor habría podido resolver esa cuestión tan bien como Respeecher.
De manera similar, una nueva serie documental de tres partes en Netflix, American Murder: Gabby Petito, ha generado incomodidad entre los espectadores por usar como narración una voz en off generada por IA de Petito. La joven de 22 años fue asesinada por su prometido en 2021, y los usuarios de X describieron como “perturbador”, “profundamente incómodo” y, tal vez con la misma precisión, “totalmente innecesario” el hecho de explotar así a una víctima de homicidio. Las personas fallecidas no pueden opinar sobre cómo se utilizan sus voces reales. Es difícil ver la resurrección de Petito de esa forma como algo más que un macabro recurso de venta: una explotación casi circense para la era del streaming.
Además de la reanimación de Petito y la creación de otras voces espectrales surgidas de la tumba, hay una creencia fundamental que los defensores de la IA ponen en práctica pero nunca expresan, algo especialmente pertinente en una gerontocracia boomer donde las personas mayores se niegan a ceder el poder. Esa creencia es que lo viejo en realidad es joven. Cuando un actor tiene que ser rejuvenecido para un papel, como Harrison Ford en Indiana Jones and the Dial of Destiny (2023), se recurre a la IA para escanear todas las películas antiguas de Ford y hacerlo joven en el presente, retrocediendo el tiempo para sobrescribir la realidad con una imagen del pasado. Lograr una versión actual de alguien con apariencia joven implica resucitar un registro de su versión más joven, como en The Substance, pero sin una jeringa llena de suero amarillo.
Glorias pasadas
En el caso de las voces, por lo tanto, no solo los muertos necesitan ser revividos. El compañero de Ford en Star Wars, Mark Hamill, pasó por un proceso similar, pero únicamente con su voz. Para un episodio de The Mandalorian, la voz de Hamill tuvo que ser resincronizada por Respeecher para sonar como en 1977. Respeecher hizo lo mismo con el cantante británico Robbie Williams para su reciente biopic, Better Man, utilizando versiones de las canciones de su época de mayor éxito y combinando su voz con la de otro cantante para que sonara como en la década de 1990.

Mientras Zemeckis filmaba Here, el “sistema de espejo de juventud” que él y su equipo de IA idearon consistía en dos monitores que mostraban las escenas tal como se filmaban: uno con la grabación real de los actores sin rejuvenecer, tal como aparecen en la vida real; y el otro usando IA para mostrarles a sí mismos con la edad que se suponía debían tener. Zemeckis le dijo a The New York Times que esto era “crucial”. Tom Hanks, explicó el director, podía verlo y decirse a sí mismo: “Tengo que asegurarme de que me muevo como cuando tenía 17 años”.
“Nadie tenía que imaginárselo”, dijo Zemeckis. “Tuvieron la oportunidad de verlo en tiempo real”. Nadie tenía que imaginárselo no es una frase que hasta ahora se asociara con los actores o la dirección de actores.
PLANTARALE CARA A LA IA EN HOLLYWOOD
Nicolas Cage es un buen contrapunto a este tipo de trabajo, que como vemos va mucho más allá de perfeccionar acentos húngaros. A lo largo de 2024, Cage habló en contra de la IA cada vez que pudo. En su discurso de aceptación en los recientes Premios Saturn, mencionó que es “un gran partidario de no dejar que los robots sueñen por nosotros. Los robots no pueden reflejar la condición humana por nosotros. Eso es un callejón sin salida. Si un actor deja que un robot de IA manipule su actuación aunque sea un poco, un centímetro eventualmente se convertirá en una milla y toda la integridad, pureza y verdad del arte será reemplazada únicamente por intereses financieros”.
En un discurso dirigido a jóvenes actores el año pasado, Cage dijo: “Los estudios quieren esto para poder cambiar tu rostro después de que ya lo hayas filmado. Pueden cambiar tu cara, pueden cambiar tu voz, pueden cambiar tu entonación, pueden cambiar tu lenguaje corporal, pueden cambiar tu actuación”. Y en una entrevista con The New Yorker el año pasado, hablando sobre la forma en que los estudios usan la IA, declaró: “¿Qué van a hacer con mi cuerpo y mi cara cuando muera? ¡No quiero que hagan nada con ellos!” Todo esto de un hombre que intercambió rostros con John Travolta en Face/Off (1997) sin necesidad de IA (y ahora “reemplazar caras” es una de las principales funciones para las que se usa la IA).
En una entrevista con Yahoo Entertainment, Cage compartió una anécdota sobre su reciente cameo como una versión de Superman en la muy denostada película de superhéroes de 2023, The Flash. “Se suponía que literalmente solo estaría de pie en una dimensión alternativa, por así decirlo, presenciando la destrucción del universo… Y puedes imaginar que con ese corto tiempo que tuve, lo que eso significaría en términos de lo que podría transmitir –no tenía diálogo– lo que podría transmitir con mis ojos, la emoción… Cuando vi la película, era yo luchando contra una araña gigante… Me rejuvenecieron y estoy peleando contra una araña”.
Eso sí que es autenticidad.