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Vestir al Papa es todo un arte (y no, no es obra de la IA)

En un giro inesperado, el Vaticano no encargó nuevas sotanas para el próximo papa. En su lugar, reutilizará túnicas de cónclaves pasados y parece que rinden homenaje al legado austero de Francisco.

Vestir al Papa es todo un arte (y no, no es obra de la IA)

En 2023, una imagen del Papa Francisco con una chamarra blanca estilo Balenciaga —acolchada, moderna, con look de pasarela— hizo explotar las redes. Muchos pensaron que el pontífice había renovado su guardarropa al estilo de los fashionistas más Gen Z, pero no: la imagen era producto de la IA. Un deepfake estético que nos mostró qué tan fácil es que lo artificial parezca más real que la realidad.

Hoy, el Vaticano ofrece un contraste rotundo. Tras el fallecimiento del papa Francisco, no habrá nuevas sotanas encargadas a los legendarios sastres Gammarelli de Roma. En lugar de confeccionar el tradicional trío de sotanas blancas (alta, mediana y baja), como se ha hecho por generaciones para vestir al nuevo papa apenas se escuche el “Habemus papam”, esta vez el Vaticano optó por reutilizar las túnicas de cónclaves anteriores.

“Nos dijeron que ya se habían ocupado de eso”, dijo Lorenzo Gammarelli, quien dirige la tienda fundada en 1798 junto con sus tres primos. Es la primera vez en décadas que no reciben un pedido para el próximo pontífice. Aunque no está confirmado, muchos creen que podría ser un gesto de respeto hacia el legado de Francisco, quien aborrecía los excesos y condenaba el despilfarro.

El Vaticano ya no quiere fast fashion

Durante siglos, los Gammarelli han vestido a cada papa desde al menos inicios del siglo XX. El ritual es tan meticuloso como simbólico: cortan, cosen y bordan a mano sotanas que llevan también una esclavina (capa corta), fajín de seda blanca y solideo. Tardan unos tres días y medio en hacer una sotana completa. En cada cónclave, preparan tres, una por talla, para que el nuevo papa pueda salir de inmediato al balcón de la Basílica de San Pedro vestido de blanco, sin importar su complexión.

En esta ocasión, no. “Cada vez hacíamos tres túnicas y ellos usaban solo una”, explica Lorenzo. Así que, esta vez, se usarán esas piezas “de archivo”. Aunque parezca una decisión menor, no lo es: en una época donde la IA puede crear cualquier atuendo con un clic, donde la moda se acelera y se desecha, el gesto de reutilizar una sotana es profundamente contracultural.

A pesar de que no haya encargos nuevos, los Gammarelli siguen trabajando sin parar, pues este año es jubilar y se esperan cientos de encargos para otras figuras del clero.

La tienda, ubicada a unos pasos del Panteón romano, tiene vitrinas que solían exhibir las tres sotanas blancas listas para enviar al Vaticano. Hoy, en cambio, se muestra un solo solideo que fue encargado por Francisco… y que nunca usó.

Una sotana mal puesta, la curiosa anécdota de Juan XXIII

Gammarelli recuerda otra anécdota: cuando el italiano Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido como Juan XXIII en 1958, habían hecho una sotana exactamente a su medida. Pero en la emoción del momento, le pusieron otra que no le quedaba bien: tuvieron que abrirle la espalda y sujetarla con alfileres antes de su aparición en el balcón. Desde entonces, la tienda marca cada caja con el nombre del candidato más probable.

Este año, por primera vez, no hubo nombres. Solo sotanas pasadas y un aire de nostalgia. “Estoy un poco decepcionado”, admite Gammarelli. Pero también lo dice con cierta esperanza: “Ya veremos para el próximo”.

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