Latinoamérica no necesita copiar modelos tecnológicos, necesita diseñar los propios

Durante años, en Latinoamérica hemos sido consumidores de tecnología, rara vez protagonistas. Se nos ha enseñado a adoptar soluciones empaquetadas, diseñadas para mercados con infraestructuras, hábitos de consumo y prioridades distintas a las nuestras. Esta dependencia limita nuestra capacidad de innovación y perpetúa una brecha que frena el desarrollo regional.​

Sin embargo, la región está experimentando una transformación digital significativa. Según datos de Fast Company, en la última década, la penetración de internet en América Latina aumentó de 43% a 78%, superando incluso a China. Este crecimiento ha impulsado la formación de un ecosistema tecnológico robusto, con México contando con 220,000 desarrolladores de software en 2023, liderando así un crecimiento de talento en la región.

A pesar de estos avances, persiste la tendencia de importar modelos tecnológicos que no siempre se adaptan a nuestras realidades. La verdadera innovación surge cuando diseñamos soluciones que responden a nuestros contextos específicos, necesidades locales y realidades culturales.​

Diseñar tecnología desde América Latina implica enfrentar desafíos: financiamiento limitado, brechas de talento y entornos regulatorios inestables. Pero también nos obliga a ser creativos, ágiles y profundamente conscientes de nuestras realidades. Esa es la esencia de la innovación con sentido.​

El mercado de la tecnología en Latinoamérica

En un análisis de la industria que realizó Maximize Market Research señala que el mercado de transformación digital en América Latina alcanzó un valor de 55,380 millones de dólares (mdd) en 2023, y se espera que crezca a una tasa compuesta anual del 15.6%, llegando a 152,780 mdd para 2030. Este crecimiento refleja el potencial de la región para liderar en innovación tecnológica.​ 

Como emprendedor con más de tres décadas en la industria, he aprendido que el verdadero valor de la innovación radica en su capacidad para integrarse en la vida diaria de las personas y empresas. Crecer hacia un entorno global nos enseñó algo fundamental: los latinos sí podemos. Tenemos la capacidad de competir con alemanes, japoneses o suizos y demostrar que estamos a la par en conocimientos, experiencia y capacidad. 

Muchas veces, incluso, superamos expectativas. Esa certeza, nacida del trabajo codo a codo con equipos internacionales, me reafirma que en América Latina no solo tenemos el talento: tenemos también el derecho y la responsabilidad de diseñar soluciones que reflejen lo que somos y hacia dónde queremos ir. 

Es momento de dejar de mirar hacia afuera en busca de soluciones y empezar a mirar hacia adentro para diseñarlas. Construir nuestros propios modelos no es solo una aspiración, es una necesidad estratégica. Porque solo diseñando desde nuestras realidades podremos escalar soluciones que generen impacto duradero. Y en ese proceso, lejos de quedarnos atrás, podríamos terminar liderando la próxima ola de innovación global.​