
Donald Trump ha añadido un nuevo saco de boxeo a su creciente repertorio de oponentes: Apple. El presidente tiene, como él mismo lo ha expresado, “un pequeño problema” con el director ejecutivo Tim Cook. Para Cook, esto en realidad parece un gran problema, sin solución fácil.
Trump ha criticado intermitentemente a Apple en el pasado, algo que ha disimulado hábilmente Cook. Durante años este fue “uno de los directores ejecutivos más queridos del Sr. Trump” y “el principal confidente de Trump en el sector tecnológico”, según The New York Times. Presumiblemente, ayudó el hecho de que estuviera entre quienes donaron un millón de dólares a la segunda investidura de Trump.
Pero las recientes quejas del presidente sobre la producción del gigante tecnológico en el extranjero han sido más duras que en el pasado. Además, han venido acompañadas de la máxima expresión de escrutinio presidencial negativo: la amenaza de un arancel de 25% para los iPhones. Posteriormente, Trump aclaró que el arancel también se aplicaría a los smartphones de Samsung o de cualquier otra marca fabricados fuera de Estados Unidos (EU).
Apple no divulga las ventas de iPhone por país, pero a nivel mundial representaron, aproximadamente, 55% de sus ingresos totales en el primer trimestre de su año fiscal actual. Los iPhones representan, aproximadamente, 53% de las ventas de smartphones en EU, según la firma de investigación Backlinko. Los ingresos del trimestre más reciente rondaron los 95,000 millones de dólares (mdd), con ganancias de aproximadamente 25,000 mdd. Esto representó 5% más que el año anterior.
Sorprendentemente, solo habían pasado unas semanas desde que se le atribuyó a Cook la exención para Apple de un arancel del 145%, entonces previsto, para los iPhones ensamblados en China destinados al mercado estadounidense. Entre otras cosas, Apple anunció que invertiría 500,000 mdd en servidores de inteligencia artificial (IA) en EU. Mientras tanto, varios analistas comenzaron a calcular las consecuencias de la producción puramente estadounidense para los precios del iPhone. Pronto el hipotético smartphone de 3,000 dólares se convirtió en el nuevo tema de conversación en la política estadounidense.
Pero, como ha hecho con numerosos casos anteriores, Trump ahora ha restado importancia a un supuesto riesgo. La chispa inicial puede haber sido, al menos en parte, personal. Y es que, según se informa, Cook rechazó una invitación para unirse a la reciente gira del presidente por Oriente Medio. Jensen Huang, de Nvidia, y Sam Altman, de OpenAI, se encontraban entre los directores ejecutivos que sí asistieron. Trump no solo mencionó públicamente la ausencia de Cook, sino que reflexionó abiertamente sobre ese “pequeño problema”. En concreto, dijo que no le gustaban los informes de que Apple y sus proveedores están “construyendo en toda la India”. Aparentemente la firma está incluyendo fábricas de iPhone, esencialmente para eludir los aranceles impuestos por China y mantener la producción en el extranjero. “No quiero que construyas en la India”, afirmó Trump haberle dicho a Cook.
Días después, Trump reiteró en las redes sociales: “Espero que [los iPhones de Apple] que se vendan en los Estados Unidos de América se fabriquen y construyan en los Estados Unidos, no en la India ni en ningún otro lugar”.
De ahí el arancel claramente dirigido a Apple y el dilema de Cook. Hasta ahora, él y Apple no han respondido a las críticas de la administración Trump hacia la marca o sus prácticas comerciales. Además, han evitado enfrentarse a la administración en temas polémicos donde sus prioridades divergen (como la diversidad). Esta estrategia de no confrontación podría, de hecho, hacer que Apple sea un blanco más atractivo para Trump. Y es que atribuir el ataque a la marca estadounidense al iPhone “genera la máxima exposición” para las prioridades de la administración, argumentó recientemente el analista de TF International Securities, Ming-Chi Kuo. En resumen, Trump podría pensar que la amenaza de un iPhone de 3,000 dólares es un problema mayor para Apple que para sus prioridades políticas. (Apple no respondió a una solicitud de comentarios).
Esto también ocurre en un año difícil para Apple en general. Perdió una apelación relacionada con los precios de la App Store, sus gafas de realidad virtual recibieron una respuesta tibia y se percibe que se ha quedado atrás en la integración de la IA.
Si bien el futuro de los aranceles aún está en el aire después de que un tribunal federal fallara en su contra, Trump ha tomado conciencia últimamente del argot de Wall Street, TACO (Trump Always Chickens Out). Esto indica que sus amenazas tienden a ser vacías, lo que hace mucho más probable que esta vez se empeñe.
Simplemente rendirse no parece ser una opción para Apple: trasladar la producción del iPhone a EU llevaría años y supondría costos prohibitivos, además de una fuerza laboral considerable que el país no tiene actualmente. ¿Y quién sabe si algún nuevo dispositivo o tecnología alternativa reemplazará al iPhone mientras se desarrolla esta gigantesca empresa?
Una estrategia plausible que se ha barajado es que Apple diseñe una opción a corto plazo de “ensamblado en EU” que implicaría que un porcentaje de iPhones se fabricara en un escenario híbrido con producción en el extranjero y ensamblaje final en una planta estadounidense. De igual manera, el analista Dan Ives de Wedbush calificó la fabricación estadounidense de “cuento de hadas”, pero especuló que Apple podría proponer que un porcentaje simbólico de la producción se traslade a EU durante un periodo de años como táctica de negociación. Estas tácticas aún podrían aumentar el costo de los teléfonos, pero no lo triplicarían como lo haría un cambio total a la producción estadounidense, y Trump podría declarar otra victoria en su campaña para controlar de facto los negocios estadounidenses.
Dicho esto, especular sobre los posibles tropiezos de Apple ha sido un pasatiempo popular durante años, durante los cuales la capitalización bursátil de Apple ha superado los 3 billones de dólares. Si bien las acciones han bajado 17.5% este año, sigue siendo la tercera empresa más valiosa del mundo. Goza de una enorme popularidad, como marca y como acción. “No queremos perjudicar a Apple”, aseguró Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, a la CNBC. Claro que Apple no quiere ser uno de los muchos blancos de Trump, y mucho menos su favorito. Pero sin duda aguanta los golpes.
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