
En los últimos meses he visto a directivos implementar soluciones de inteligencia artificial con la misma lógica con la que en el pasado instalaron software de control de tiempos: esperando que la herramienta haga el trabajo que ellos no quieren enfrentar. Pero la IA no funciona como un parche. No arregla culturas rotas ni transforma organizaciones reacias al cambio. Solo hace visible, de forma dolorosa, todo lo que ya no está funcionando.
Desde hace más de 20 años trabajo en transformación organizacional. Y si algo he aprendido es que el mayor obstáculo no es técnico: es emocional, político y estructural. He visto proyectos de innovación fracasar no por falta de recursos o de tecnología, sino porque la organización no estaba preparada para cambiar. Y no lo supieron hasta que ya era tarde.
Por eso hoy más que nunca necesitamos hablar de preparación real para el cambio. No solo de entrenamientos o onboarding, sino de algo más profundo: qué tan capaz es una organización de adaptarse. Qué tanto comprende sus propias tensiones internas. Qué tan alineados están sus equipos en torno al propósito y la acción.
En Olivia desarrollamos una herramienta basada en IA para medir eso: la capacidad adaptativa de una empresa. Le llamamos Readiness to Change, y no se trata de vender soluciones, sino de cambiar preguntas. En lugar de “¿qué tan avanzada es nuestra tecnología?”, la pregunta clave debería ser: “¿Qué tan listos estamos –como personas y como sistema– para transformar lo que hacemos y cómo lo hacemos?”.
Identificar crisis a tiempo
Un caso reciente lo dejó claro. Analizamos una empresa con múltiples unidades de negocio que operaban como silos, pero compartían procesos críticos como logística, RH y desarrollo de producto. En apariencia todo funcionaba, pero debajo había tensiones, luchas de poder y resistencia latente. La IA reveló el verdadero mapa de influencia interna y ayudó a prevenir una crisis de implementación tecnológica antes de que estallara.
El mensaje es simple: no se puede liderar transformación sin leer bien a la organización. No basta con implementar IA si no estás dispuesto a cambiar cómo se toman decisiones, cómo fluye la información y cómo se lidera con empatía.
La mayoría de las empresas quiere IA sin revisar su cultura. Quiere eficiencia sin vulnerabilidad. Quiere cambiar sin cambiar. Y esa es la verdadera trampa.
Porque sí, la IA llegó. Pero si no llega con ella un liderazgo capaz de ver más allá del tablero de indicadores, lo único que va a acelerar es la frustración.