
En 1995, Benjamin Santer fue el autor principal de un capítulo del segundo Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Este transformaría para siempre la ciencia climática. Tras más de un año de investigación meticulosa, el capítulo llegó a una conclusión innovadora: confirmó el consenso científico internacional de que los seres humanos estaban teniendo un impacto perceptible en el clima.
La reacción en contra fue inmediata y abrumadora. Grupos de presión acusaron erróneamente a Santer de eliminar partes del informe donde se hablaba de la incertidumbre científica.
Frederick Seitz, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y miembro fundador del grupo conservador escéptico George C. Marshall Institute, publicó un artículo de opinión en The Wall Street Journal. En este afirmaba que “Nunca había presenciado una corrupción más perturbadora del proceso de revisión por pares”. A pesar del respaldo de la comunidad científica climática, Santer enfrentó audiencias en el Congreso, amenazas personales y peticiones para que fuera despedido de su laboratorio.
A pesar de los ataques, Santer siguió con sus investigaciones para identificar la huella humana en distintas variables climáticas observadas. Recibió múltiples premios, incluido el MacArthur Fellowship en 1998.
Benjamín Santer habló con Fast Company acerca de la lucha contra el cambio climático
Recientemente, Santer habló con Fast Company sobre las amenazas que una segunda administración de Trump representa para el futuro de la ciencia climática . Además, compartió consejos para la nueva generación de científicos que entran en un momento particularmente conflictivo.
Esta entrevista fue editada por claridad y extensión.
Fast Company: ¿Cómo se compara el estado actual de la investigación climática con otros momentos difíciles que ha vivido durante su carrera?
Benjamin Santer: Creo que este es el valle más profundo en el que he estado en toda mi carrera científica. Se siente distinto a cualquier otra cosa que haya enfrentado y eso que enfrenté momentos muy duros después de la publicación del hallazgo sobre la influencia humana perceptible en el informe del IPCC de 1995. Pero esto es distinto porque está muy enfocado.
La intención de esta administración es destruir, desmantelar la capacidad para hacer ciencia básica, para entender cómo y por qué está cambiando el mundo a nuestro alrededor, para comprender las desigualdades del cambio climático, invertir en fuentes de energía de bajas emisiones y apoyar su desarrollo.
Todo esto sucedió en los primeros 100 días de la administración de Trump, y el daño afecta no solo nuestro futuro a largo plazo —en la academia, en la investigación, en las becas que estarán disponibles, en las oportunidades universitarias— sino también el liderazgo científico y tecnológico del país.
Y por supuesto, no solo afecta a la ciencia climática y a la energía verde, sino cada vez más a la salud, al desarrollo de vacunas, a la creación de medicamentos contra el cáncer… todo está en riesgo. Ignorar estos desafíos, como lo está haciendo esta administración, simplemente no tiene sentido.
FC: ¿Qué acciones específicas tomó la administración para debilitar las políticas climáticas?
BS: Yo lo llamaría una ofensiva total: no solo el despido ilegal de empleados en periodo de prueba —decenas de miles en agencias como la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), la EPA (Agencia de Protección Ambiental) y la NASA—, sino también la manipulación del lenguaje sobre el cambio climático.
Esta ignorancia intencional me recuerda mucho a lo que pasó con el COVID durante la primera administración Trump. Tal vez recuerdes que el presidente Trump decía que el COVID no era peor que una gripe estacional. Parecía decidido a minimizar cualquier peligro que afectara la economía de Estados Unidos.
¿Por qué menciono esto? Porque es lo mismo con el cambio climático. Si finges que el cambio climático no existe, puedes seguir operando como siempre, con consignas como ‘¡Perfora, nena, perfora!’. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo: la administración actúa como si el calentamiento global provocado por el ser humano no fuera real, como si todo estuviera en orden, cuando claramente no lo está.
Además de los despidos y la censura —como se reportó—, también está disminuyendo el acceso a datos. Por ejemplo, debido a algunos de los despidos en National Hurricane Center (NOAA), ya no hay suficientes científicos para lanzar globos meteorológicos. En varias ubicaciones, estos globos son fundamentales: miden temperatura y humedad y esos datos alimentan los modelos de pronóstico del clima.
Estos modelos necesitan conocer el estado actual de la atmósfera y la superficie del océano para generar pronósticos confiables. Al perder esa información, los pronósticos meteorológicos se vuelven menos precisos.
Todo esto, en conjunto, parece un intento por mantener a la población ignorante sobre la realidad y la gravedad del cambio climático.
FC: ¿Crees que otros países podrían intervenir para llenar el vacío que deja Estados Unidos?
BS: Espero que haya personas en agencias espaciales como la Agencia Espacial Europea, el Centro Aeroespacial Alemán (DLR), o en Japón y China, que comprendan la gravedad de esta amenaza a la continuidad de los registros. Estos no son datos que solo usa Estados Unidos.
Todo el mundo utiliza estas estimaciones de cambios a escala global en la atmósfera, los océanos y la superficie terrestre para evaluar modelos climáticos, hacer investigaciones de huellas humanas (fingerprint research) y mejorar el entendimiento de la circulación general atmosférica y oceánica. Estados Unidos es líder en la observación terrestre y en hacer accesibles estos conjuntos de datos a la comunidad internacional. Ahora todo ese trabajo está en peligro, así que espero que haya países con planes de contingencia para responder.
Pero si esos satélites desaparecen, lo desafortunado es que lleva tiempo reemplazarlos. No puedes simplemente lanzar un satélite y llenar el vacío en unos meses; el desarrollo y lanzamiento de nuevos satélites lleva años.
Además, implicaría una gran inversión financiera para cubrir esos vacíos —en el océano, en las mediciones satelitales de temperatura, humedad, vientos, etc.—. Es preocupante. Ojalá haya legisladores en el Congreso que se opongan a la propuesta presupuestaria del presidente para la NASA y reconozcan que, si Estados Unidos cede el liderazgo en la observación terrestre, será muy difícil retomarlo.
En parte porque se perderán cientos o miles de personas talentosas que ya no tendrán oportunidades de empleo, dados los recortes a becas de la Organización para la Salud y Seguridad Pública (NSF, por sus siglas en inglés), los despidos en NOAA y NASA. Si se pierde esa experiencia, incluso con un cambio de administración, será difícil reiniciar.
Por eso es tan importante que la gente use su voz y hable públicamente sobre el daño causado por esta ignorancia deliberada, y yo voy a seguir haciéndolo todo el tiempo que pueda. Los científicos no tenemos un juramento hipocrático como los médicos, pero deberíamos. Si ves que algo daña la estabilidad del clima y a las generaciones presentes y futuras, en mi opinión, tienes una responsabilidad moral y ética como científico climático de alzar la voz.
FC: ¿Qué consejo le darías a los jóvenes que quieren dedicarse a la sostenibilidad en estos tiempos turbulentos?
BS: Sigue adelante. Si te apasiona la ciencia, si es parte de tu identidad, encuentra la manera de hacerla. No me puedo imaginar en un campo que no sea la investigación. Es parte de lo que soy. Es lo que pienso al despertarme cada mañana.
Para cualquier persona que esté preocupada por el tipo de mundo en el que crecerán ellos o sus seres queridos, encuentra una forma de seguir trabajando en la investigación climática y la defensa del medio ambiente, aunque sea solo en tu tiempo libre y tengas otro empleo.
La ciencia debe encontrar una forma de continuar. Este es un mundo duro, con muchas personas poderosas que quieren cambiar de forma radical el quehacer científico en Estados Unidos y eliminar la consideración de las desigualdades sociales que provocan impactos desiguales del cambio climático.
La ciencia debe vivir, enfrentando las grandes preguntas del presente, sin importar si a la administración le gustan o no las respuestas.