
Frente a un almacén en un suburbio de Los Ángeles, se lleva a cabo un fascinante experimento sobre cómo puede vivir la gente en lugares con alto riesgo de inundación. Un prototipo de un nuevo tipo de vivienda ha estado siendo probado en un gran tanque de agua. Las casas, hechas a partir de un kit de piezas plásticas, están diseñadas para zonas inundables: la base y la carcasa impermeable de la casa pueden flotar. Cuando el agua sube, la casa también se eleva.
“Normalmente está sobre tierra firme”, dice Charles Wee, el arquitecto detrás del diseño. “Y durante una inundación, puede simplemente elevarse en la misma posición”.
Wee dedicó la mayor parte de su carrera a trabajar en proyectos convencionales de rascacielos. Pero hace una década, tras visitar a un familiar que trabajaba con comunidades indígenas en el Amazonas, decidió cambiar de rumbo. Allí vio cómo las personas que vivían a lo largo del río perdían sus casas —simples chozas sobre pilotes— cada vez que el río se desbordaba. A nivel mundial, más de mil millones de personas enfrentan un riesgo significativo de inundación, y esa cifra sigue creciendo. Wee comenzó a pensar en cómo construir viviendas en planicies inundables de manera diferente.
Aprender de un desastre
Al principio, Wee no sabía cómo abordar la idea de crear una casa flotante. Pero vio una foto tomada tras el terremoto y tsunami de 2011 en Japón. En la imagen, restos de edificios destruidos cubrían la costa.
Wee notó unas grandes cajas azules que flotaban intactas en el agua. Descubrió que eran tanques moldeados usados por la industria pesquera. Eran baratos de producir y sin juntas, por lo que el agua no podía entrar. Entonces se dio cuenta de que podía usar esa misma técnica de manufactura de bajo costo para fabricar partes de viviendas.
Cerró su lucrativo despacho de arquitectura y fundó una startup, LifeArk, para desarrollar el nuevo concepto. El proceso fue complejo: quería crear viviendas que no solo fueran resistentes a las inundaciones, sino que también soportaran otros desastres como terremotos, huracanes e incendios forestales.
Tras años de investigación y desarrollo, su equipo logró un sistema funcional. Además, cumple con los requisitos del código de construcción de California, uno de los más estrictos del mundo. En su fábrica, en el Valle Central de California, la empresa ahora fabrica piezas prefabricadas utilizando moldeo rotacional, el mismo proceso con el que se hacen hieleras o equipos de juego infantiles. Dentro de una gran máquina, un molde lleno de plástico gira hasta formar techos, puertas, columnas y otras piezas sin juntas. La carcasa es de polietileno de alta densidad (HDPE), el mismo plástico que se usa para botellas de leche y champú. Está relleno de espuma aislante que lo hace eficiente energéticamente, resistente y flotante.
Un mejor uso para el plástico
“La mayoría del plástico se usa de la peor forma posible”, dice Wee. Pero uno de los defectos ambientales del plástico —su resistencia a la degradación— puede ser una ventaja en la construcción. “El plástico puede durar 100 años sin deteriorarse”, señala. “Es un gran material para construir casas, pero lo usamos para hacer bolsas de supermercado”.
Las casas de LifeArk, que son las primeras en usar plástico como material estructural, pueden durar más que las viviendas modulares construidas con materiales convencionales. Al final de su vida útil, el fabricante puede reciclar completamente el plástico. La empresa también usa alrededor de 30% de material reciclado postconsumo.
El plástico hace que las casas sean resistentes a terremotos. En pruebas sísmicas sobre plataformas vibratorias, el material demostró ser lo suficientemente flexible como para doblarse sin romperse. De forma similar, en huracanes, los edificios pueden flexionarse con los fuertes vientos. Hacerlas resistentes al fuego fue un reto mayor, ya que el plástico se derrite con facilidad. Pero el equipo desarrolló un compuesto que, mezclado con el plástico, lo hace carbonizarse ante el fuego, formando una capa de hollín que impide que la llama penetre y que se autoextingue.
Las piezas tipo Lego pueden ensamblarse en módulos simples de 2.4 x 2.4 metros sin necesidad de herramientas especiales. Luego, esos módulos se disponen para formar viviendas. En una versión, con base flotante y pilotes, las casas pueden ajustarse a las inundaciones o flotar de forma permanente. (Una propuesta de la empresa estudia cómo usar el diseño para viviendas sobre el océano en las Islas Marshall, como solución al aumento del nivel del mar). En otra versión, los módulos se colocan sobre una base elevada a 70 centímetros del suelo.
La empresa ya ha construido varios proyectos, y hay más en marcha. Pero hasta ahora, los primeros desarrollos no han usado la versión anfibia. Dado que el concepto es nuevo, todavía no puede asegurarse. También necesita superar barreras regulatorias. Los primeros proyectos usan una base más convencional, aunque también tienen ventajas en zonas inundables.
Una nueva solución para vivienda asistida
En un proyecto en Watsonville, California, el diseño permitió construir en una zona inundable. Cuando una organización sin fines de lucro quiso desarrollar viviendas para personas sin hogar en el estacionamiento de una iglesia, inicialmente planeaban usar otro tipo de vivienda modular. Pero costaría 1 millón de dólares elevar esas otras casas por encima del nivel de inundación. Como las viviendas de LifeArk ya están elevadas del suelo, fue mucho más barato hacerlas lo suficientemente altas para evitar una inundación extrema.
La empresa también ha utilizado este diseño en otros proyectos de vivienda asistida. En el oeste de Los Ángeles, un proyecto recién inaugurado en un lote propiedad de la ciudad incluye 33 habitaciones y baños alrededor de un patio central. Otro proyecto, abierto el año pasado en un suburbio angelino, cuenta con 25 unidades para estancias temporales para personas en situación de calle.

En este tipo de vivienda, el diseño puede reducir significativamente los costos. Es más rápido de construir que otras viviendas modulares, y requiere menos mano de obra. El diseño elevado también permite instalar los servicios (agua, luz, etc.) debajo de las viviendas, en lugar de excavarlos en zanjas subterráneas que son costosas. El primer proyecto de la empresa, en otro suburbio de Los Ángeles, ya demostró estas ventajas.
“En ese momento, California gastaba un mínimo de medio millón de dólares por unidad de vivienda”, cuenta Wee. “Ese fue nuestro primer proyecto, y cometimos muchos errores. Pero aun así fuimos al menos dos o tres veces más rápidos y costamos la mitad”.
A medida que la producción aumente, el costo podría bajar aún más, lo que haría viable el uso del modelo en desastres y países en desarrollo. Y mientras la empresa construye más proyectos de vivienda asistida, sigue trabajando para hacer realidad la versión anfibia de sus viviendas.
“Existe evidencia de sobra de que será mucho más económico a largo plazo construir una casa anfibia en zonas inundables que reparar viviendas dañadas por inundaciones”, concluye Wee. “Creo firmemente que si logramos resolver esto —principalmente en términos regulatorios y de seguros— se abrirán oportunidades de vivienda completamente nuevas”.