
He pasado más de dos décadas en escenarios alrededor del mundo como subastadora benéfica. Incluso en los primeros años de mi carrera, mi trabajo me expuso a titanes de la industria y personas en los niveles más altos del mundo empresarial. Pero a medida que fui adquiriendo más experiencia, siempre me asaltaba el mismo pensamiento: ¿Qué hago aquí? Todos aquí saben mucho más que yo.
Cualquier comentario o idea que pensaba compartir se quedaba exactamente en eso: ideas, porque al abrir la boca me preocupaba que todos recordaran que, en realidad, yo no debía estar en esa mesa. Lo que comenzó como una sensación que me impedía hablar me siguió a lo largo de la carrera. Esa sensación me detuvo cuando quise levantar la mano para una promoción, un aumento… o cualquier cosa. Me hacía sentir que no debía estar en la sala de juntas, ni siquiera cerca del edificio.
Habla con cualquier mujer que haya estado en el mundo laboral o en una posición de liderazgo en las últimas dos décadas y podrá hablarte todo sobre el síndrome del impostor. Este síndrome es una sensación que detiene a muchas personas, especialmente a mujeres. Nos impide llegar a los lugares donde tendríamos la oportunidad de equivocarnos.
Al ascender en la escalera corporativa, no importa cuánto merezcas un nuevo puesto, un aumento o una promoción, puede que nunca llegues a creer de verdad que lo mereces. Cuando miras a tu alrededor en una sala llena de colegas, hay una pequeña voz dentro de ti que te dice que tienes suerte de estar ahí. ¿Te suena familiar?
Es momento de dejar atrás el síndrome. Empieza con este sencillo proceso de tres pasos para que puedas enfocarte en lo más importante: tú.
1. Detén la espiral
Dime si esto te suena familiar: tienes una conversación con alguien en tu vida: una amistad, alguien superior en tu oficina, o alguien cuya opinión te importa profundamente. Mencionan que están muy contentos de poder verte ahora que tus hijos están creciendo y puedes estar más en la oficina. El comentario te paraliza. Ahora estás en espiral, tu mente llena una narrativa. He estado fuera del juego durante años. Todos aquí piensan que no trabajo lo suficiente, que no estoy lo suficiente, que no hago bien mi trabajo. Necesito demostrarles que sí me importa. Empezaré a trabajar los fines de semana, haré trabajo extra… Y así continúas con una espiral de duda e inseguridad sobre todo lo que alguna vez has sentido respecto a tu desempeño laboral.
¿Qué dijo realmente esa persona?: “Es genial verte más en la oficina ahora que tus hijos están creciendo.” Punto.
¿Tu respuesta?: “¡Gracias!”
Fin de la escena.
2. Controla la narrativa
Cree lo suficiente en ti misma como para creer que los demás piensan lo mejor de ti, no lo peor. Para realmente acabar con ese síndrome del impostor, reescribe tu propia historia.
Regresemos y reescribamos esa escena, ¿de acuerdo?
¿Qué dijo esa persona?: “Es genial verte más en la oficina ahora que tus hijos están creciendo.”
Esto es lo que quiero que escuches: “Eres un miembro tan valioso de este equipo, es realmente genial tener tu energía positiva en esta oficina. Debes ser una increíble multitasker para estar criando hijos en casa y triunfando en el trabajo también. Qué modelo a seguir para las personas que te rodean. Tenemos suerte de tenerte.”
Fin de la escena. Cue aplausos.
3. No hay estrellas doradas en la vida
Nunca olvides que no se reparten estrellitas doradas cuando eres adulto. Nadie te da una estrellita por presentarte a trabajar, así como nadie te da una estrellita por hacer la cama cuando te levantas por la mañana. Eres responsable de todo lo que sucede en tu vida y de tu respuesta ante ello. Una vez que dejas de buscar afirmación en quienes te rodean y comienzas a buscarla en ti misma, puedes darte cuenta de que siempre has tenido el poder.