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Por qué deberías hacer de la IA tu aliada creativa en las lluvias de ideas

En un mundo donde nos falta tiempo, la IA nos ayuda a innovar sin renunciar a nuestra libertad creativa.

Por qué deberías hacer de la IA tu aliada creativa en las lluvias de ideas [Imágenes: nuchao/Adobe Stock]

La creatividad se considera nuestra última habilidad irremplazable, la única que la IA jamás podrá igualar. Sin embargo, en todas las oficinas, los equipos se topan con los mismos obstáculos: pantallas en blanco, ideas estancadas, el agotador ritmo de las sesiones de lluvia de ideas que no conducen a nada. La promesa del ingenio humano choca cada vez más con la realidad del trabajo moderno, donde la demanda de ideas innovadoras es mayor que nunca, pero las condiciones para crearlas son cada día más complejas.

Es incómodo admitirlo, pero ya no hacemos lluvias de ideas como antes. No es que hayamos perdido la capacidad. El pensamiento creativo todavía es el alma del trabajo, desde el desarrollo de productos hasta las campañas de marketing

Pero la incómoda verdad es que ya no tenemos el lujo de dedicar tiempo al proceso creativo clásico. La lenta ebullición de las ideas, las discusiones divagatorias y el ensayo y error que antes definían la innovación se condensaron en carreras frenéticas. Seguimos siendo creativos, pero nos ahogamos en el trabajo rutinario que nos impide acceder a esa creatividad cuando más la necesitamos.

Estamos en la década del cuello de botella creativo

Durante años, la innovación se desarrolló a un ritmo acelerado, pero la evidencia sugiere que la situación se está frenando. Ya se cosecharon los frutos más fáciles de la revolución digital y la próxima ola de avances requiere más que ajustes graduales. Sin embargo, los mismos sistemas diseñados para fomentar la creatividad se ven saturados de burocracia e ineficiencia.

Considere las últimas estimaciones sobre cómo invierten su tiempo los trabajadores del conocimiento: desperdician 3.6 horas semanales gestionando la comunicación interna en el trabajo, otras 2.8 horas buscando o solicitando la información necesaria para realizar su trabajo y otras 2.2 horas atrapadas en reuniones innecesarias o improductivas. Eso equivale a casi un día completo semanal perdido en procesos en lugar de en progreso. 

Se suponía que los trabajadores administrativos, especialmente en el sector tecnológico, serían los disruptores: los que romperían los viejos modelos e inventarían nuevos. En cambio, se convirtieron en los administradores de su propio estancamiento.

No podemos crear más tiempo, pero podemos pensar una vez más qué es la creatividad

En esencia, la creatividad no es el romántico rayo de inspiración; es un proceso agotador y mecánico. Requiere analizar malas ideas, llegar a callejones sin salida y soportar innumerables revisiones antes de llegar a algo que valga la pena. 

¿La parte más difícil? La generación de nuevos conceptos. Los humanos no estamos programados para producir ideas nuevas cuando se nos pide. Nuestros cerebros se aferran a patrones familiares, se estancan y se bloquean bajo presión. Pero aquí es precisamente donde la IA destaca. Donde nosotros vemos una página en blanco, una IA ve infinitas permutaciones. Lo que para nosotros implica fatiga tras una docena de intentos, la IA lo supera creando miles de versiones sin distraerse.

Aquí está la verdadera oportunidad: si mejorar una idea en 5% solía requerir dos semanas de deliberación humana, ¿qué ocurre cuando la IA puede ofrecer ese mismo 5% de mejora en 30 minutos? De repente, esas mejoras incrementales se acumulan exponencialmente. El obstáculo no es la calidad de nuestro pensamiento, sino la velocidad con la que podemos analizar las posibilidades.

La IA es buena cuando se trata del proceso creativo

Donde la IA prospera es en las áreas de la creatividad que los humanos encuentran más agotadoras: la generación incesante de variaciones, la evaluación fría de opciones, el reconocimiento de patrones en vastos conjuntos de datos. Estos son los cimientos poco glamorosos de la innovación, el trabajo entre bastidores que hace posibles los momentos de revelación.

Piénsalo. Los humanos pueden correr a un máximo de 24 km/h; los coches pueden alcanzar los 320 km/h. No insistimos en correr a toda velocidad solo para demostrar que nuestras piernas funcionan. Usamos la tecnología para ampliar nuestras capacidades naturales. ¿Por qué debería ser diferente el pensamiento?

Los humanos simplemente no estamos hechos para crear 100 versiones de un logotipo ni 1,000 variaciones de un mensaje de marketing, y luego seleccionar desapasionadamente la más potente. Nuestra atención flaquea, nuestro juicio se nubla, nuestra paciencia se agota. Pero para la IA, esto es trivial. No necesita pausas para el café ni pláticas motivadoras. No se apega a ideas preconcebidas ni sucumbe al pensamiento colectivo. Simplemente genera, analiza y repite el proceso: precisamente las habilidades necesarias para superar los bloqueos creativos.

No se trata de reemplazar el juicio humano. Se trata de potenciarlo. 

El verdadero valor de la IA reside en su capacidad para gestionar el trabajo creativo, permitiéndonos centrarnos en lo que los humanos hacemos mejor: refinar, contextualizar y aplicar ideas con buen gusto y visión estratégica. Es la diferencia entre cavar cimientos con una pala y usar una excavadora. El objetivo final no es la herramienta, sino el edificio.

No tenemos que ceder el control creativo completo

Seamos claros, no se trata de ceder la creatividad a las máquinas. La IA carece de nuestra intuición, nuestra conciencia cultural y nuestra comprensión de los matices humanos; precisamente las cualidades que hacen que nuestras mejores ideas tengan eco.

Los avances de la próxima década no vendrán de la IA trabajando sola, sino de los humanos que la utilicen como el acelerador creativo.

El verdadero cambio de paradigma reside en reconocer que la IA no está aquí para reemplazar la creatividad humana, sino para liberarla. Durante años, tratamos la lluvia de ideas como un ritual sagrado, como si la magia residiera en el método y no en el resultado. Pero, ¿y si la magia reside realmente en eliminar la fricción entre el pensamiento y la ejecución?

Debemos permitir que las máquinas hagan lo que mejor saben: generar y clasificar posibilidades a una escala sobrehumana. Así, nosotros podemos enfocarnos en lo que realmente hacemos bien: seleccionar, moldear y potenciar las mejores ideas. La próxima gran idea podría estar esperando en el intento número 387, y gracias a la IA, quizá finalmente tengamos tiempo para descubrirla.

Author

  • Kevin Li

    Kevin Li es vicepresidente sénior de estrategia y operaciones de productos en Optimizely , donde lidera la estrategia de productos, incluida la hoja de ruta estratégica, los lanzamientos de nuevos productos, así como las fusiones y adquisiciones y el desarrollo corporativo.

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Sobre el autor

Kevin Li es vicepresidente sénior de estrategia y operaciones de productos en Optimizely , donde lidera la estrategia de productos, incluida la hoja de ruta estratégica, los lanzamientos de nuevos productos, así como las fusiones y adquisiciones y el desarrollo corporativo.

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