
La degradación del suelo avanza con rapidez en muchas regiones del mundo, y México no es la excepción. En mis años trabajando con agricultores y empresas comprometidas con la sostenibilidad, he aprendido que cuidar el agua no es suficiente si el suelo que la absorbe está degradado. Hoy quiero hablar de la agricultura regenerativa, no como una tendencia, sino como una estrategia vital para recuperar la productividad del campo mexicano, fortalecer a los pequeños agricultores y promover una colaboración real entre sectores.
Como muchas cosas que tienen que ver con la restauración del medio ambiente, la regeneración del suelo no es una tarea individual, sino una compartida que necesita agricultores, gobiernos, empresas y organizaciones en un mismo propósito: devolverle vida a la tierra.
Tenemos varias pero al menos tres razones prioritarias por las cuales la agricultura regenerativa debe convertirse en una prioridad urgente para México.
Primero: sostener la producción
No hay productividad sin suelo fértil. No hay resiliencia sin biodiversidad. Regenerar la tierra es regenerar el futuro.
La degradación del suelo impacta directamente en la seguridad alimentaria, la economía rural y la resiliencia climática. Suelos erosionados o sobreexplotados pierden capacidad para retener agua, nutrientes y biodiversidad. Las prácticas regenerativas como el uso de cultivos de cobertura, compostaje, agroforestería y labranza mínima, hacen posible reconstruir la fertilidad del suelo de manera natural.
Desde Kilimo, promovemos el uso de datos para hacer más eficiente el uso del agua en la agricultura. Pero el impacto verdadero ocurre cuando combinamos esa eficiencia con suelos sanos que funcionan como esponjas naturales, convirtiendo cada parcela en una infraestructura viva para mitigar el cambio climático y mejorar los rendimientos.
Segundo: poner al pequeño productor en el centro de la solución
En América Latina, y especialmente en México, el corazón del campo late en manos de pequeños productores. Existen más de 4.6 millones de unidades de producción agropecuaria, de las cuales 4.4 millones se dedican a la agricultura a cielo abierto.
La mayoría son pequeños agricultores: más de 56% cultivan superficies menores a dos hectáreas. Son ellos quienes enfrentan de manera directa los efectos de la degradación del suelo (baja productividad, mayor dependencia de agroquímicos y una creciente vulnerabilidad frente a las variaciones climáticas), pero también son ellos quienes conocen cada rincón de su tierra, cada ciclo y cada cultivo. Con el acompañamiento adecuado, tienen el potencial no solo de adaptarse, sino de convertirse en los protagonistas de la regeneración agrícola.
La agricultura regenerativa les brinda herramientas concretas para mejorar sus prácticas, reducir costos y aumentar la resiliencia de sus cultivos. Si algo he comprobado es que cuando se les provee de datos útiles, capacitación técnica y acceso a programas de financiamiento adecuados, los pequeños agricultores no solo adoptan estas prácticas: las transforman en movimiento. Apostar por ellos es apostar por un campo más justo, rentable y sostenible.
Tercero: aprovechar cada gota
La agricultura regenerativa reconoce el agua como un elemento fundamental que impulsa la recuperación y sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas. Para ello, es fundamental evitar que el agua se escurra sin aprovecharse, mediante técnicas que permiten contenerla e infiltrarla mejor, optimizando su uso y reduciendo pérdidas. Al integrar prácticas que conservan y gestionan eficientemente el agua, se fortalece la resiliencia de los sistemas agrícolas ante los desafíos climáticos y se promueve un ciclo más equilibrado.
El agua en la agricultura regenerativa cumple una función social y económica crucial. Cuando se gestiona de manera consciente, contribuye a la producción eficiente, aumenta la rentabilidad y fortalece la prosperidad de las comunidades rurales.
Cuarto: fortalecer las exportaciones
México está entre los 10 mayores exportadores mundiales de alimentos en América Latina. Esta posición de liderazgo implica una responsabilidad creciente: cumplir con estándares internacionales que exigen demostrar el origen libre de deforestación mediante sistemas de trazabilidad. Para sostener su competitividad en los mercados globales, el país debe avanzar hacia modelos productivos que integren sostenibilidad ambiental, transparencia en las cadenas de suministro y prácticas agrícolas regenerativas que respondan a las demandas de consumidores cada vez más conscientes.
Suelo sano, futuro posible
Desde el ecosistema climatech, hemos demostrado que el trabajo en red puede acelerar los cambios estructurales. Un productor sólo puede mejorar sus prácticas, pero una comunidad organizada, con acceso a tecnología, información y recursos, puede transformar su región. Y lo más importante: hacerlo sin perder de vista que cada acción regenerativa es también una estrategia contra el cambio climático.
Si regeneramos el suelo, regeneramos comunidad, economía y clima. Y ese, más que un desafío técnico, es un acto de liderazgo. México, con su historia agrícola y su vocación innovadora, tiene todo para liderar este cambio.