
El cerebro está programado para los atajos y la velocidad, no siempre para la precisión. No es un defecto; es simplemente la forma en que la naturaleza nos ayuda a sobrevivir. Sin embargo, los errores en nuestro pensamiento, también conocidos como sesgos cognitivos, pueden interferir en cómo percibimos a los demás o tomamos decisiones.
“Podemos ser ciegos a lo obvio, y también somos ciegos a nuestra ceguera”, dice el psicólogo Daniel Kahneman, autor de Thinking, Fast and Slow (Pensando, rápido y despacio). La buena noticia es que puedes superar tus sesgos. No con fuerza de voluntad, sino con hábitos simples y repetibles. Si sabes qué buscar, puedes identificar los patrones. Y cambiarlos. La consciencia puede ayudarte a pensar con más claridad, tomar mejores decisiones y ver las cosas como realmente son.
1. Comienza por nombrar tus sesgos
No se puede arreglar lo que no se ve. Así que empieza por aprender los nombres de los sesgos comunes. Por ejemplo, el sesgo de confirmación es el hábito del cerebro de buscar información que coincida con lo que ya se cree. Es un mecanismo de protección de creencias. Existe otro término para ello: razonamiento motivado. Quieres que algo sea cierto, así que tu cerebro lo hace sentir cierto. Kahneman explica que la mente funciona con dos sistemas. El primero es rápido, emocional y ágil. Y el otro es lento, racional y esforzado. Al cerebro le gusta el pensamiento rápido. Necesitas el lento para anularlo.
Si tomas decisiones importantes, quieres ser capaz de superar ese sesgo. Para superarlo, hazte mejores preguntas: “¿Qué pensaría si ocurriera lo contrario?”. El físico teórico Richard Feynman dijo una vez: “El primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, y tú eres la persona más fácil de engañar”.
2. Crea fricción entre el pensamiento y la acción
Los sesgos se refuerzan con el pensamiento rápido. Aprende a reducir el ritmo a propósito. Cuanto más lento pienses, reflexiones sobre tus pensamientos y reconsideres las consecuencias de primer y segundo orden, más objetivo serás.
Eso significa “responder” a experiencias a las que la mayoría de la gente “reacciona”, especialmente durante las discusiones. Dejar espacio entre el pensamiento y la acción es donde surge un mejor pensamiento. A veces, basta con unos segundos. Pospón tu acción más tiempo si las consecuencias te cambian la vida. También puedes aplicarlo cuando respondes a desencadenantes emocionales a través de mensajes de texto, correos electrónicos o conversaciones cara a cara.
3. Argumenta contra tus propias ideas
Hago esto al tomar decisiones. Digamos que creo que la opción A es mejor que la B. Me obligo a defender la B, incluso si me parece incorrecta. Me ayuda a ampliar mi mente. Me hace más consciente de mis puntos débiles. Mantén la flexibilidad en tus ideas fuertes. Mantén un hábito de pensamiento abierto. Puedes tener la mejor idea o proceso de pensamiento, pero debes estar dispuesto a actualizarlo si encuentras una opción más sólida. Debes estar dispuesto a equivocarte.
Es una habilidad poco común, pero amplía tus capacidades mentales. Antes de tomar una decisión importante, anota el punto de vista opuesto. Plantea el mejor y el peor caso. Obliga a tu cerebro a explicarse con mayor claridad. Esto mejora tus ideas. También es un hábito para reconocer patrones de sesgo. Puedes usarlo para entrenar a tu cerebro a notar cómo ignoras nuevos datos o argumentos con los que no estás de acuerdo. Incluso podrías ir un paso más allá al identificar qué te impulsa a centrarte en lo que crees que es la única realidad.
4. Audita tus fuentes de conocimiento
Las personas, las aplicaciones y la información que te rodea alimentan tus prejuicios o los combaten. Si tu fuente de conocimiento está llena de ideas y titulares que refuerzan tus opiniones, difícilmente cambiarás de opinión. Añade algunas que cuestionen tu forma de pensar. Notarás la diferencia en tus patrones de pensamiento. Una vez al mes, revisa tu dieta de conocimiento. ¿A quién sigues? ¿Qué lees? ¿Cómo te hace sentir? Busca opiniones creíbles. Cuestiónate lo que lees.
El escritor Horace Walpole dijo una vez: “Cuando las personas no se deshacen de sus propias ideas, tienden a verse invadidas por las ortigas”. Los sesgos son importantes para tu vida y tu carrera profesional porque no solo residen en tu mente. Los notarás en las entrevistas de trabajo, el trabajo en equipo, las amistades e incluso en los procesos de contratación. Cuando te quedas en un proyecto fallido porque ya has invertido tiempo, esfuerzo o dinero en él, caes en la “falacia del costo hundido”. Estos errores cuestan tiempo, dinero y relaciones.
Si logras superar tus propios prejuicios, tomarás mejores decisiones. Escucharás mejor. Y liderarás mejor.