
Con una tasa de desempleo de solo 2.7%, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), podríamos pensar que estamos en un país estable, con empleos dignos, oportunidades laborales y muchas otras puertas y ventanas abiertas. Sin embargo, si miramos más de cerca la fotografía, descubrimos que trabajar más no significa vivir mejor. Al menos no en México.
La ENOE del segundo trimestre de 2025 revela la realidad de la vida laboral en nuestro país: 39.2% de los trabajadores vive con un salario mínimo o menos (23 millones de personas); 17.7% (10 millones de personas) ni siquiera reporta cuánto gana y casi uno de cada cuatro mexicanos trabaja más de 48 horas a la semana. Están trabajando, sí, pero son invisibles en las estadísticas, como si su esfuerzo no existiera.
Pasamos más tiempo en el trabajo, pero producimos menos, no nos vemos en las estadísticas, ni alcanzamos bienestar. Entonces, en realidad, el problema no es la falta de empleo.
La visión real
A nivel internacional, México se destacó como el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con la menor tasa de desempleo en 2024, solo por debajo de Japón. Parecen buenas cifras, pero la tasa de informalidad laboral en México se mantiene elevada. En enero de 2025, la informalidad afectaba a 54.2% de la población ocupada, lo que equivale a más de 30 millones de personas trabajando en condiciones precarias.
Pero aquí va lo más frustrante. En promedio, trabajamos 2,128 horas al año, lo que equivale a unas 41.8 horas por semana. Eso significa que somos uno de los países menos productivos. En países como Luxemburgo o Dinamarca, con jornadas laborales más cortas (alrededor de 30 horas semanales), la productividad por hora trabajada es significativamente mayor que en México.
Aun así, seguimos creyendo que más horas significan progreso.
¿Qué se hace en estos casos?
Cada vez se habla más de bienestar laboral y tiene sentido, ya que las cifras son alarmantes. En 2025, 7 de cada 10 trabajadores mexicanos sufren de algún tipo de estrés laboral, según un reporte de Wellhub. Solo en 2023, el país superó los niveles de estrés y quedó delante de China y Estados Unidos, según la Organización Mundial de la Salud. El resultado de esta problemática es cansancio, burnout, informalidad y cero tiempo para innovar. Vivimos poco y lo que resta del tiempo es para el trabajo.
Actualmente la conversación no puede seguir centrada en quién tiene empleo. Debe girar en torno a quién puede vivir dignamente de su trabajo, porque el empleo sin dignidad deja de ser una herramienta de progreso y se convierte en una fuente de estrés y desigualdad.
El reto no es solo crear puestos de trabajo, sino dignificarlos en:
- Tiempo: respetar las jornadas laborales y apostar por esquemas flexibles no es “beneficio”, es una inversión en la productividad, la creatividad y la salud mental de los trabajadores.
- Salario: la remuneración debe reflejar el verdadero costo de la vida; pagar solo por cumplir horas no garantiza bienestar ni lealtad.
- Formalidad: sacar de la sombra a millones de trabajadores invisibles no es solo justicia, es fortalecer la economía y construir sistemas laborales sostenibles.