
Mientras los ejecutivos gastan miles de millones en aplicaciones de meditación, retiros de yoga y programas de bienestar, los niveles de estrés en Estados Unidos siguen disparándose. Un estudio reciente de 90 intervenciones de bienestar laboral reveló que la mayoría (con una excepción que se detalla a continuación*) no tuvo ningún efecto positivo, e incluso, en ocasiones, empeoró las cosas. Nuestra investigación del año pasado reveló que la mayoría tendemos a estresarnos más intentando eliminar el estrés. ¡Menuda espiral negativa!
Nos esforzamos más que nunca por eliminar el estrés, pero la ansiedad laboral ha alcanzado niveles críticos, justo a tiempo para que la disrupción de la IA nos lleve al límite.
Esta es la incómoda verdad: nunca eliminarás el estrés de tu carrera (ni de tu vida). Pero como fisióloga del estrés, ¡estoy aquí para decirte que eso es algo bueno! Mi investigación revela que nuestra obsesión por reducir el estrés es fundamentalmente errónea. En lugar de combatir el estrés, los profesionales que llegan al éxito aprenden a controlarlo.
Las únicas personas sin estrés son personas muertas. Nuestro objetivo no debería ser la muerte.
Aquí tienes cinco estrategias basadas en la evidencia para reconfigurar tu forma de trabajar con el estrés, no contra él.
1. Replantea el estrés como tu ventaja competitiva
Cuando el corazón te late fuerte antes de una presentación importante, tu cerebro grita “¡peligro!”. Pero esa respuesta fisiológica (aumento de la frecuencia cardiaca, mayor alerta, mayor energía) es idéntica a la emoción. La diferencia radica en la interpretación.
Un estudio de Harvard descubrió que los participantes que afirmaban “Estoy emocionado” antes de dar un discurso eran calificados como significativamente más persuasivos y seguros que quienes intentaban “mantener la calma”. La energía nerviosa se mantuvo igual, pero el rendimiento mejoró drásticamente.
Deja de repetirte que debes calmarte. Tu respuesta al estrés es una característica, no un defecto. Empieza a decir: “Esta energía me está preparando para sobresalir”. Tu respuesta al estrés no te sabotea, sino que actualiza tu sistema operativo.
2. Pregúntate: “¿Es esto realmente urgente?”
Tu cerebro evolucionó para tratar los correos electrónicos perdidos como si fueran depredadores que atacan. Esto fue útil para nuestros antepasados, pero causa estragos en los lugares de trabajo modernos. Cuando el estrés te ataque, haz una pausa y pregúntate: “¿Esto me matará en los próximos tres minutos?”.
Si no es así, estás experimentando lo que yo llamo un “tigre de papel”: un factor estresante que parece potencialmente mortal, pero no lo es. Una vez que reconoces la falsa alarma, puedes redirigir esa energía de forma productiva en lugar de caer en una espiral de parálisis de lucha o huida.
3. Convierte la ansiedad en ira estratégica
Al enfrentarte a desafíos aparentemente insuperables, la emoción puede parecer imposible. Ahí es donde la ira se convierte en tu aliada. Los estudios revelan que la ira aumenta el esfuerzo por alcanzar las metas y genera mayor creatividad que los estados emocionales neutrales.
La clave es dirigir la ira al problema, no a las personas. En lugar de enfurecerte con compañeros difíciles, canaliza esa energía hacia la solución de problemas sistémicos. Transforma “esta situación es imposible” en “este problema necesita solución y voy a averiguar cómo”.
La ira impulsa la acción. Oriéntala en la dirección correcta.
4. Piensa en microobjetivos, no en megaresultados
El estrés suele surgir de sentirse abrumado por objetivos enormes. Divide los proyectos intimidantes en acciones tan pequeñas que sea casi imposible fallar. Al completar microobjetivos, tu cerebro libera dopamina, creando un ciclo adictivo de progreso.
Cuando pensamos que tenemos que saltar el Everest de un solo salto o reaprender todo nuestro trabajo gracias a la IA, nuestro cerebro naturalmente se inclina hacia la impotencia. Pero al actuar, incluso con movimientos increíblemente pequeños, comenzamos a recuperar la autonomía y a sentirnos más en control. Esta “esperanza práctica” finalmente nos lleva más allá de nuestro estado de indefensión aprendida.
Pregúntate: “¿Cuál es el paso más pequeño posible hacia adelante?”. Y dalo. Ganar se vuelve neurológicamente adictivo (incluso si el resultado perfecto no está garantizado).
5. Hazlo más grande que tú
El replanteamiento más transformador implica ampliar tu perspectiva más allá del beneficio personal. Cuando anclas tus objetivos en servir a algo más grande (tu equipo, tus clientes, tu comunidad), los centros de miedo en tu cerebro se calman.
Volviendo a esos estudios sobre bienestar laboral. En las 90 intervenciones contra el estrés laboral, lo único que mejoró consistentemente el bienestar de los empleados fue el servicio a los demás. Cuando el estrés tiene un propósito que va más allá de uno mismo, se transforma de una carga a un combustible.
Antes de su próxima reunión importante, cambie de “¿Cómo no arruinarlo?” a “¿Cómo puedo servir a mi público?”. El estrés persiste, pero ahora impulsa algo significativo y le recuerda que el estrés a menudo es simplemente un barómetro de cuánto le importa.
La paradoja del máximo rendimiento
Los atletas olímpicos no rompen récords mundiales durante los entrenamientos. Alcanzan la grandeza cuando la presión alcanza su punto máximo. Sus mayores logros profesionales probablemente ocurrieron durante sus períodos más estresantes, no en los más tranquilos.
No se trata de glorificar el agotamiento ni las culturas laborales tóxicas. Se trata de reconocer que el estrés, bien canalizado, es la materia prima del éxito. El objetivo no es la eliminación, sino la transformación.
Tu estrés no se irá a ninguna parte. Pero tu relación con él puede cambiarlo todo. Deja de intentar controlarlo. Empieza a usarlo como el combustible de alto octanaje para el que fue diseñado.
La pregunta no es si enfrentarás el estrés hoy; es si dejarás que te venza o te impulse hacia adelante.