
El bienestar es, sin duda, uno de los sectores más pujantes del mundo. El mercado global del wellness alcanzó los 6.3 billones de dólares en 2023 y las proyecciones apuntan a que superará los 9 billones para 2028, según el Global Wellness Institute. Supera en tamaño a la industria farmacéutica y a la deportiva. Sin embargo, detrás de estas cifras espectaculares se oculta un hecho incómodo: mientras el wellness se consolida como negocio, los indicadores globales de salud continúan empeorando.
La Organización Mundial de la Salud reporta que las enfermedades no transmisibles —diabetes, hipertensión, cáncer y enfermedades respiratorias crónicas— causan 36 millones de muertes al año, y su prevalencia sigue al alza. En México, casi 70% de los adultos padece al menos uno de los tres principales factores de riesgo: obesidad, hipertensión o diabetes, de acuerdo con la ENSANUT, 2022. Es decir, pese al boom del bienestar, no estamos más sanos.
Un bienestar para pocos
La paradoja radica en que el wellness, tal y como se ofrece hoy, está diseñado principalmente para consumidores de clase media-alta con recursos y tiempo para invertir en él. Hablamos de superfoods, retiros espirituales, spas de lujo, gadgets que monitorean sueño y actividad física, o planes de “biohacking” que prometen la mejor versión de uno mismo. Mientras tanto, millones de personas en contextos urbanos o rurales carecen de acceso a alimentación saludable, educación en prevención o servicios médicos básicos.
Incluso dentro del público premium, los resultados son cuestionables. No es raro encontrar altos niveles de hipertensión, dislipidemias o ansiedad entre quienes invierten miles de pesos al mes en wellness. La tecnología wearable —apps, relojes, sensores— ha demostrado ser útil a nivel individual, pero estudios recientes (The Lancet Digital Health) confirman que su impacto en la reducción de mortalidad o de enfermedades crónicas a nivel poblacional sigue siendo mínimo.
El reto estratégico: pasar del wellness aspiracional a uno con propósito
Para las empresas del sector, esta brecha representa tanto un desafío ético como una oportunidad de negocio. El consumidor está cambiando: millennials y generación Z exigen autenticidad, impacto y propósito. Ya no basta con slogans aspiracionales o promesas de “autenticidad”; buscan pruebas tangibles de que los productos y servicios que consumen generan valor real.
Las marcas que entiendan esto pueden convertirse en actores clave de transformación social y, al mismo tiempo, diferenciarse en un mercado saturado. ¿Cómo?
- Democratizar el acceso al bienestar. Las empresas deben diseñar productos y servicios inclusivos, con precios accesibles y formatos adaptados a segmentos más amplios. Esto implica alianzas con gobiernos, ONGs y compañías de otros sectores. Ejemplos exitosos de colaboración público-privada en nutrición, actividad física y salud mental demuestran que este enfoque es viable.
- Sustentar las promesas en evidencia científica. La credibilidad dependerá de ofrecer resultados medibles. No basta con vender la idea de “sentirse mejor”; hay que demostrar impacto en indicadores concretos: reducción de peso, control de hipertensión, mejora en hábitos de sueño o alimentación.
- Adoptar un enfoque holístico e integrado. El bienestar no puede reducirse a soluciones aisladas. Incluir el manejo del estrés, la salud emocional y la sostenibilidad ambiental es clave. El vínculo entre salud humana y salud del planeta es cada vez más evidente: cadenas de suministro responsables, productos ecofriendly y envases reciclables no son opcionales, sino exigencias del mercado.
- Usar tecnología con propósito. Los wearables, la inteligencia artificial y las plataformas digitales deben enfocarse en personalizar rutinas sostenibles y empoderar al usuario, evitando fomentar métricas obsesivas o experiencias superficiales. La tecnología bien implementada puede ser un puente entre el consumo individual y la salud pública.
El valor de la autenticidad en un mercado saturado
El mercado wellness está llegando a un punto de saturación donde diferenciarse requerirá algo más que marketing. Las empresas que logren conectar tendencias de personalización, digitalización y salud mental con impacto medible en la salud poblacional no solo liderarán el sector, sino que construirán marcas con propósito y resiliencia a largo plazo.
En Human Connections Media creemos que el futuro del wellness dependerá de su capacidad para dejar de ser un lujo aspiracional y convertirse en un catalizador de bienestar colectivo. La oportunidad está ahí: contribuir a reducir la brecha entre la promesa de bienestar y la realidad de la salud. Quienes lo consigan no solo capturarán cuota de mercado; estarán ayudando a construir comunidades más sanas, sostenibles y productivas.
Porque, al final, la verdadera pregunta no es cuánto crecerá la industria del bienestar, sino cuánto bienestar real generará para el mundo.