
En el vestíbulo del Museo del MIT en Cambridge, Massachusetts, una enorme escultura hecha con miles de metros de hilo plástico cae del techo. Es fascinante. Al levantar la vista, la mirada se fija en cómo las fibras cambian de color, de azul a verde, de rojo a naranja, mientras ondulan por el espacio.
Si bien la pieza parece abstracta, cada fibra tiene un significado preciso. La obra, creada por la artista Janet Echelman, está inspirada en datos climáticos recopilados por científicos del MIT. Cada hebra de fibra representa la temperatura del planeta a lo largo del tiempo y el color indica su calor; el azul y el verde reflejan climas más fríos que el rojo y el naranja. La escultura se remonta a la edad de Hielo, pero lo que más invita a la reflexión es nuestro momento actual, representado por un solo hilo amarillo. Luego se extiende para formar una amplia red que representa los siglos futuros: según cómo actuemos ahora, el futuro podría verse sorprendentemente rojo o de un azul más tranquilo.
Al mirar hacia el museo, se observa una amplia gama de posibles caminos, desde un rojo intenso que representa las peores consecuencias del calentamiento global hasta un futuro más esperanzador representado por azules y verdes. La pieza se llama Remembering the Future (Recordar el Futuro), inspirada en la cita de Søren Kierkegaard: “El estado más doloroso del ser es recordar el futuro, especialmente el que nunca tendrás”.

Echelman insiste en que el objetivo de esta escultura no es la visualización de datos. En cambio, busca asimilar la inmensidad del cambio climático sin sentir conmoción ni parálisis. “Su objetivo es ser contemplativo”, afirma. “Espero que despierte un sentido de autonomía”.
Echelman se inspiró por primera vez en el uso de fibras para crear arte cuando tenía veintitantos años, tras ver a pescadores lanzando grandes redes en las playas de Asia. Comenzó a crear a mano grandes esculturas con fibras plásticas que se han exhibido en todo el mundo. En 2022, una de sus obras, Earthtime 1.78, se instaló en Milán. Su objetivo era simbolizar la interconexión, ya que las fibras están entrelazadas; toda la estructura se movía con la mente, reflejando cómo todos estamos sujetos a las fuerzas de la naturaleza.

Echelman creó esta pieza durante su residencia en el Centro de Arte, Ciencia y Tecnología del MIT. Durante tres años, colaboró con Caitlin Mueller, profesora de los departamentos de arquitectura e ingeniería civil y ambiental del MIT, para crear un software que tradujera los datos a una estructura digital que Echelman pudiera utilizar como base para la escultura.
Raffaele Ferrari, profesor especializado en modelado de datos climáticos, ayudó a guiar la investigación y a visualizar diferentes futuros climáticos. En el vestíbulo, los visitantes del museo tienen la oportunidad de jugar con una pantalla que presenta un gemelo digital de la escultura. Con los dedos, se pueden ajustar digitalmente las cuerdas de la escultura y explorar las herramientas técnicas utilizadas para crearla.

Si bien el diseño de la escultura requirió mucha tecnología y software, la pieza en sí fue hecha a mano. Echelman cuenta que su equipo tardó aproximadamente un año en tejer las piezas. “Cada hilo se tejió lentamente, poco a poco”, explica. “Este es un objeto artesanal”.
Echelman afirma que se inspiró para crear la pieza porque le costaba asimilar todas las noticias sobre el estado del planeta. “Es como si recibiéramos mensajes de texto en mayúsculas todos los días diciéndonos que el planeta está al borde del colapso”, explica. “Es demasiado en qué pensar, así que me vi obligada a evitar el tema por completo”.
Quería crear una escultura visualmente intrigante, algo que te hiciera mirarla, en lugar de apartar la mirada. Y, lo que es más importante, quería visualizar los muchos futuros que nos esperan, dependiendo de cómo decidamos comportarnos a lo largo de nuestras vidas.
De hecho, nuestro momento está representado por un solo cordón amarillo. La tensión de cada cuerda está cuidadosamente calibrada, pero la amarilla es la que presenta la mayor tensión. “Su objetivo es reflejar la tensión presente en este momento y la importancia de las decisiones que tomamos ahora”, afirma.

Michael John Gorman, director del Museo del MIT, explica que esta pieza se instaló en el vestíbulo del museo, abierto al público, para que toda la comunidad pudiera disfrutarla. Asegura que la gente suele acudir a esta zona, con asientos, para almorzar o tomar un café en la cafetería del museo. Por la noche, la escultura se ilumina para acentuar sus diferentes colores.
“La obra aborda uno de los temas más importantes de nuestro tiempo”, afirma. “Queremos que la disfrute el mayor número de personas posible”.