
En una industria global que mueve más de 200,000 millones de dólares al año, la innovación no solo viene de la última consola o el motor gráfico más potente. A veces, la diferencia no está solo en el producto, sino en la forma de crear. Imagina entrar a una oficina de desarrollo de videojuegos: pantallas llenas de códigos, bocetos por todas partes y, en medio de ese caos creativo, personas que piensan distinto. Personas con autismo, TDAH o dislexia que no solo están en el equipo, sino que están cambiando las reglas del juego, literalmente.
La neurodiversidad no es solo un tema de inclusión; es una ventaja competitiva real. Desde hace años sabemos que los equipos diversos son más innovadores y mejores resolviendo problemas, y en gaming eso se traduce en mundos más ricos, experiencias más inclusivas y, sí, mejores juegos que todos quieren jugar. Hoy la neurodivergencia está redefiniendo cómo se crean y disfrutan los videojuegos. Desde estudios que activamente buscan talento neurodivergente hasta diseños que priorizan la accesibilidad cognitiva, la industria del gaming está entendiendo que la diversidad no solo abre puertas, sino que transforma la creatividad y el negocio.
Una forma distinta de pensar (y de crear)
Durante mucho tiempo, la industria del gaming fue bastante homogénea: mismos perfiles, mismas formas de trabajar. Pero eso está cambiando. Compañías como Ubisoft han empezado a abrir espacios para talentos neurodivergentes, no como un gesto de inclusión simbólica, sino porque entienden que la diversidad cognitiva es una ventaja creativa real.
Un ejemplo: David Manuel, productor asociado en Ubisoft Toronto, fue diagnosticado con autismo y tdah. En lugar de esconderlo, él habla abiertamente sobre cómo su manera de pensar le permite ver patrones que otros no ven, enfocarse durante horas en tareas que le apasionan y proponer soluciones fuera de lo común. David forma parte de un grupo de más de 400 personas neurodivergentes que están transformando cómo se crean juegos.
No se trata solo de inclusión, sino de hacer mejores juegos
Las personas neurodivergentes no solo están detrás del desarrollo: también están dentro de los propios juegos. Y eso tiene un impacto real.
¿Conoces a Symmetra, de Overwatch? Es uno de los primeros personajes principales en ser identificado como autista. Para muchos jugadores, esa representación fue un parteaguas. Porque verse reflejado –de verdad, no con clichés– hace toda la diferencia.
Otro caso: en The Division 2, hay un personaje llamado Birdie Malik que también está en el espectro. Es una ingeniera brillante, con una personalidad muy concreta, y fue creada con el apoyo de personas neurodivergentes para asegurar una representación respetuosa y auténtica.
Y no solo hablamos de personajes. La salud mental también influye en cómo se diseñan los propios videojuegos. El juego indie, Celeste, fue creado por un equipo que incluye desarrolladores que viven con ansiedad y depresión. Su diseño refleja esto: los niveles pueden llegar a ser complicados, pero tienen la opción de “assist mode” para ajustar la dificultad, una idea que surgió de entender distintas formas de procesar el estrés.
Otro caso simbólico es Hellblade: Senua’s Sacrifice, del estudio Ninja Theory. Desde inicio del desarrollo, el equipo trabajó de la mano con neurocientíficos, psiquiatras y personas que viven con psicosis para representar de manera fiel lo que significa experimentar alucinaciones auditivas y visuales.
El resultado de ese proyecto no solo es una narrativa poderosa, sino también una experiencia sensorial diseñada para generar empatía. El uso de audio binaural –que simula voces que susurran desde distintos puntos del espacial–, y distorsiones visuales cuidadosamente diseñadas, colocan al jugador dentro del mundo mental de Senua. En lugar de estigmatizar, el juego busca comprender, visibilizar y romper los estereotipos sobre salud mental. Fue tan impactante que incluso se utilizó en contextos clínicos y educativos como herramienta de sensibilización.
Comunidades que cuidan
Más allá de los juegos y sus creadores, también están las comunidades que se forman alrededor. Un ejemplo que me encanta es Autcraft, un servidor de Minecraft creado por Stuart Duncan, papá y activista autista. Es un espacio seguro pensado para niños en el espectro, donde pueden jugar sin miedo al bullying, expresarse como son y hacer amigos a su ritmo. Un refugio que no debería ser la excepción, sino la regla.
Otro ejemplo poderoso es Warframe. La comunidad de este juego se ha ganado la fama de ser una de las más empáticas y cuidadas del mundo gamer.
Y si hablamos de comunidades que realmente marcan la diferencia, no podemos dejar de mencionar el documental de Netflix The Remarkable Life of Ibelin. La película cuenta la historia de Mats Steen, un joven noruego con distrofia muscular de Duchenne, que encontró en World of Warcraft una forma de vivir plenamente a través de su avatar, Ibelin. Tras su fallecimiento a los 25 años, sus papás descubrieron una red de amistades profundas y significativas que Mats había conocido en línea, revelando cómo el juego se convirtió en su mundo, su refugio y su comunidad. El documental utiliza animaciones inspiradas en el juego para recrear la vida digital de Mats, destacando el impacto positivo de las comunidades en línea y cómo pueden ofrecer un sentido de pertenencia y propósito, especialmente para aquellos que enfrentan desafíos en el mundo físico. Si no lo has visto, te lo recomiendo muchísimo.
Tecnología que piensa en todos
Y hablando de grandes nombres que están ayudando a que el gaming sea más inclusivo, existen empresas que apoyan investigaciones sobre diversidad en los videojuegos –por ejemplo, un estudio de Intel con Newzoo reveló que casi la mitad de los gamers evita juegos que siente que “no están hechos para ellos”– y ha colaborado con jugadores neurodivergentes y con discapacidad para entender mejor qué barreras enfrentan y cómo romperlas. Porque no se trata solo de jugar: se trata de que todos podamos estar en la partida.
La neurodiversidad no es solo una causa justa: también es una oportunidad que la industria no puede darse el lujo de ignorar. Según un informe de AbleGamers, 46% de los jugadores con discapacidad gasta más en juegos que priorizan la accesibilidad. ¿Qué nos dice eso? Que diseñar para todos no solo es lo correcto… también es buen negocio.
Lo que viene
Todo esto no es casualidad. Hay organizaciones como Exceptional Minds, en California, que forman a jóvenes autistas para trabajar en animación y efectos visuales. O empresas como Specialisterne, que ayudan a conectar a personas neurodivergentes con trabajos donde puedan brillar (sí, brillar, no solo “adaptarse”).
Como dijo un desarrollador autista en una entrevista con GamesIndustry.biz: “No quiero encajar a la fuerza. Quiero que se valore lo que puedo aportar desde mi manera distinta de pensar”.
Ese cambio de enfoque –de adaptación forzada a la valorización genuina– es el verdadero corazón de una industria más humana.
Y aunque aún queda mucho por hacer, está claro que las formas distintas de pensar no solo tienen un lugar en esta industria: ayudan a que sea más rica, más humana, más creativa.
Lo que sigue es pasar de la inspiración al estándar. Que todos los estudios, grandes o pequeños, integren la inclusión de manera estructural: neurodiversidad, accesibilidad y salud mental, no como algo adicional, sino como una parte esencial del proceso creativo. Que los equipos de diseño, narrativa, arte y Quality Assurance incluyan voces diversas desde la concepción misma del juego, escuchando activamente a quienes viven con distintas condiciones, capacidades y formas de percibir el mundo.
Hace falta más formación específica –en universidades, bootcamps, programas técnicos– que abra la puerta a talentos neurodivergentes sin exigirles encajar en moldes neurotípicos. Hace falta también que los entornos laborales sean realmente accesibles: no solo con ajustes físicos o de horarios, sino con una cultura que valore la diferencia como fuente de creatividad.
Un juego más parejo
No se trata de una lista de verificación ni de un gesto simbólico, sino de entender que así se hacen mejores juegos: historias más ricas, mecánicas más innovadoras, mundos más empáticos. Diseñar con y para personas con discapacidades físicas, cognitivas o emocionales no solo mejora la experiencia para ellas, sino para todos. Porque un juego que puede ser disfrutado en distintos niveles, a distintos ritmos, por distintos tipos de mente, es un juego más universal, más humano y poderoso.
Y también hace falta seguir escuchando. A los jugadores que encuentran consuelo en un personaje que se parece a ellos. A los creadores que viven con ansiedad o TDAH y diseñan desde esa vivencia. A las comunidades que están pidiendo juegos más empáticos, humanos y abiertos.
El autismo y otras formas de neurodivergencia no son un “extra” en el mundo de los videojuegos. Son una fuerza real de innovación. Cuando dejamos de ver la diferencia como un obstáculo y empezamos a verla como una ventaja, el diseño de juegos cambia. Y cambia para bien.
Este artículo se publicó originalmente en la edición Verano 2025 de Fast Company México.