
Cualquiera que se proponga dar una clase magistral sobre cómo cambiar el mundo para bien, sin volverse negativo, cínico, enojado o de mente estrecha en el proceso, podría modelar sus consejos en la vida y el trabajo de la pionera en el estudio del comportamiento animal Jane Goodall.
El camino de vida de Goodall va desde maravillarse con criaturas algo poco notables —aunque ella nunca las llamaría así— en el jardín de su casa en Inglaterra cuando era una niña de ojos muy abiertos en la década de 1930, hasta desafiar la propia definición de lo que significa ser humano a través de su investigación sobre chimpancés en Tanzania. A partir de ahí, se convirtió en un ícono global y Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas.
Hasta su fallecimiento el 1 de octubre de 2025, a los 91 años, Goodall conservó un encanto, una apertura mental, un optimismo y un asombro que suelen ser más típicos de la infancia. Lo sé porque he tenido la fortuna de pasar tiempo con ella y de compartir hallazgos de mi propia carrera científica. Para el público, ella era una científica de renombre mundial y un ícono. Para mí, era Jane: mi mentora inspiradora y amiga.
A pesar de los enormes cambios que Goodall provocó en el mundo de la ciencia, trastocando el estudio del comportamiento animal, siempre fue alegre, alentadora e inspiradora. Pienso en ella como una disruptora gentil. Uno de sus mayores dones era su capacidad para hacer que todas las personas, a cualquier edad, sintieran que tienen el poder de cambiar el mundo.
Descubrir el uso de herramientas en animales
En sus estudios pioneros en la exuberante selva tropical de la Reserva de Caza de Gombe Stream, en Tanzania, hoy parque nacional, Goodall observó que los líderes chimpancé más exitosos eran gentiles, cuidadosos y familiares. Los machos que intentaban gobernar afirmando su dominio mediante violencia, tiranía y amenazas no duraban.
Yo también soy primatóloga, y las observaciones revolucionarias de Goodall sobre los chimpancés en Gombe formaron parte de mis estudios preliminares. Ella registró célebremente a chimpancés tomando largos pedazos de pasto e insertándolos en nidos de termitas para “pescar” los insectos y comérselos, algo que nadie había observado antes.
Fue la primera vez que se veía a un animal usando una herramienta, un descubrimiento que modificó la manera en que la ciencia diferenciaba entre la humanidad y el resto del reino animal.
El renombrado antropólogo Louis Leakey eligió a Goodall para hacer este trabajo precisamente porque no tenía formación académica formal. Cuando ella llegó a la oficina de Leakey en Tanzania en 1957, con 23 años, Leakey inicialmente la contrató como su secretaria, pero pronto detectó su potencial y la animó a estudiar a los chimpancés. Leakey quería a alguien con la mente completamente abierta, algo que creía que la mayoría de los científicos perdían a lo largo de su formación formal.
Dado que los chimpancés son los parientes vivos más cercanos de los humanos, Leakey esperaba que comprender a estos animales proporcionara información sobre los primeros humanos. En un campo predominantemente masculino, también pensaba que una mujer sería más paciente y perspicaz que un observador hombre. No se equivocó.
A los seis meses, cuando Goodall redactó sus observaciones sobre el uso de herramientas por parte de los chimpancés, Leakey escribió: “Ahora debemos redefinir ‘herramienta’, redefinir ‘ser humano’, o aceptar a los chimpancés como humanos”.
Goodall hablaba de los animales como seres con emociones y culturas y, en el caso de los chimpancés, comunidades casi tribales. También les puso nombre a los chimpancés que observaba, una práctica inaudita en ese momento, que le valió las burlas de científicos que tradicionalmente numeraban a sus sujetos de estudio.
Una de sus observaciones más notables se conoció como la Guerra de los Chimpancés de Gombe. Fue un conflicto de cuatro años en el que ocho machos adultos de una comunidad mataron a los seis machos de otra comunidad, tomaron su territorio y luego lo perdieron ante otra comunidad más grande con aún más machos.
Confianza en su camino
Goodall era persuasiva, poderosa y decidida, y con frecuencia me aconsejaba no ceder ante las críticas de la gente. Su camino hacia descubrimientos revolucionarios no implicó pisotear a las personas ni abrirse paso a codazos entre competidores.
Más bien, su viaje a África estuvo motivado por su asombro, su amor por los animales y una poderosa imaginación. De niña, quedó cautivada por la historia de 1912 de Edgar Rice Burroughs “Tarzán de los monos”, y le encantaba bromear con que Tarzán se casó con la Jane equivocada.
Cuando yo tenía 23 años, era exporrista de la NFL, sin formación científica en ese momento, y miré el trabajo de Goodall, me imaginé que yo también podía ser como ella. En gran medida gracias a ella me convertí en primatóloga, codescubrí una nueva especie de lémur en Madagascar y he tenido una vida y una carrera extraordinarias, en la ciencia y en la televisión, como exploradora de National Geographic.
Cuando llegó el momento de escribir mi propia historia, le pedí a Goodall que contribuyera con la introducción. Ella escribió:
“Mireya Mayor me recuerda un poco a mí. Como yo, amaba estar con los animales cuando era niña. Y, como yo, siguió su sueño hasta que se volvió realidad”.
En una entrevista de 2023, Jane Goodall responde a las preguntas del conductor de televisión Jimmy Kimmel sobre el comportamiento de los chimpancés.
Jane Goodall, narradora y maestra

Goodall era una narradora increíble y consideraba que esa era la forma más eficaz de ayudar a la gente a comprender la verdadera naturaleza de los animales. Con imágenes convincentes, compartía historias extraordinarias sobre la inteligencia de los animales, desde primates y delfines hasta ratas y aves y, por supuesto, el pulpo. Me inspiró a convertirme en corresponsal de vida silvestre para National Geographic para poder compartir las historias y las amenazas que enfrentan los animales en peligro alrededor del mundo.
Goodall inspiró y aconsejó a líderes mundiales, celebridades, científicos y conservacionistas. También tocó la vida de millones de niños.
A través del Jane Goodall Institute, que trabaja para involucrar a personas de todo el mundo en la conservación, lanzó Roots & Shoots, un programa juvenil global que opera en más de 60 países. El programa enseña a los niños sobre las conexiones entre las personas, los animales y el medio ambiente, y sobre formas de participar localmente para ayudar a los tres.
Junto con el calor humano, la amistad y las maravillosas historias de Goodall, atesoro este comentario suyo: “El mayor peligro para nuestro futuro es nuestra apatía. Cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de nuestras propias vidas y, por encima de todo, mostrar respeto y amor por los seres vivos que nos rodean, especialmente entre nosotros”.
Es una idea radical de una científica única en su clase.
Mireya Mayor es directora de Exploración y Comunicación Científica en la Universidad Internacional de Florida.
Este artículo fue publicado en The Conversation. Lee el original.