
Tu bandeja de entrada está repleta de correos nuevos y necesitas decidir cuáles responder rápidamente y cuáles ignorar. Intentas programar algo para la próxima semana, pero tu calendario ya está repleto de reuniones recurrentes. Tantos empleados solicitaron un día libre específico (o un horario de turnos específico) que no puedes acceder a todas sus solicitudes. Publicas una oferta de empleo para un solo puesto y recibes 250 solicitudes.
Estas situaciones surgen constantemente en nuestra vida laboral y sus análogos en nuestra vida personal. Pero a pesar de su frecuencia, nos cuesta gestionarlas. Revisamos nuestra bandeja de entrada y movemos tareas en nuestro calendario. Seguimos reglas (quizás no escritas) para determinar qué empleados atienden sus solicitudes y cuáles no. A veces decidimos que es demasiado para nosotros mismos y externalizamos todo el proceso a la IA.
Exceso de demanda
El tema común de los ejemplos anteriores es lo que los economistas llaman “exceso de demanda”, que ocurre cuando más personas quieren algo de lo que podemos ofrecer.
Los economistas suelen solucionarlo aumentando los precios. Cuando suben, menos personas consideran que vale la pena o es viable pagar por algo, por lo que reducen su demanda. Sin embargo, hay situaciones en las que no existe un precio, como en una entrevista de trabajo, donde cobrar sería inapropiado.
En estos casos, aunque no haya un precio, seguimos tomando decisiones sobre quién recibe qué: respondemos correos electrónicos, asignamos días libres, organizamos horarios de turnos, entrevistamos candidatos y finalmente contratamos a alguien.
En lugar de depender de precios, surge un “mercado oculto” que regula el exceso de demanda. Estos mercados están bajo nuestro control: establecemos reglas sobre quién obtiene qué y podemos optimizarlas.
Para hacerlo bien, debemos definir qué queremos que logren nuestros mercados ocultos: un conjunto de objetivos que llamo las tres E: eficiencia, equidad y facilidad.
Los mercados ocultos eficaces son eficientes, es decir, no desperdician recursos y los asignan a quienes más los valoran. Por ejemplo, quieres usar tu tiempo en la bandeja de entrada para responder primero los correos que generan mayor valor, dar días libres a quienes realmente los necesitan (como priorizar la graduación de un hijo sobre una escapada a la playa) y asignar puestos al candidato que mejor encaje con la empresa.
También son equitativos, lo que significa que tratan a todos de manera justa. No sería justo que un empleado siempre tenga su horario preferido mientras otro, con los mismos méritos, reciba opciones menos favorables.
Además, deben ser fáciles de usar. Un mercado oculto pierde efectividad si para obtener lo que quieres necesitas enviar docenas de correos de seguimiento o hacer favores personales para conseguir un día libre preferido. Este marco de las tres E permite no solo mejorar, sino optimizar los mercados ocultos que controlamos en nuestro día a día laboral.
¿Estás usando tu tiempo con eficiencia?
Cuando abro mi bandeja de entrada, pienso mucho en si estoy usando mi tiempo de manera eficiente. Para ello, primero clasifico todo lo que no es importante. Entre mis correos relevantes, reviso cuáles requieren atención inmediata. En caso de duda, aplico la regla de “último en entrar, primero en salir”, es decir, priorizo los correos que llegaron más tarde sobre los más antiguos.
Lo hago porque quienes me escribieron recientemente podrían seguir trabajando en el proyecto del que me informaron. Una respuesta rápida podría ser más valiosa para ellos que responder a alguien que escribió ayer.
Al mirar mi calendario, me pregunto si estoy siendo equitativo al asignar mi tiempo. Esto me ha llevado a cuestionar reuniones recurrentes que se repiten el mismo día y a la misma hora (por ejemplo, cada jueves a las 10 a.m.). Estas reuniones aplican la regla de “primero en llegar, primero en tener derecho”, otorgando acceso a un recurso escaso según el orden en que se solicitó originalmente. Una reunión programada hace un año tiene prioridad sobre cualquier otra posterior. Pero un proyecto nuevo podría ser igual o más valioso que los proyectos que saturan mi calendario. Dedicar solo lo que sobra no siempre es justo ni eficiente.
Algunos lugares de trabajo establecen normas basadas en antigüedad o permanencia: quienes llevan más tiempo eventualmente pasan de ser los últimos en elegir a los primeros. Esto puede ser justo en entornos con rotación constante, pero si un mismo grupo obtiene siempre las mejores opciones, los recién llegados quedan en desventaja.
Sistemas más justos para ser más eficientes
Para abordar estas situaciones, muchas empresas aplican la regla de “primero en llegar, primero en ser atendido” al asignar días libres o turnos preferentes. Aunque familiar, este sistema no siempre es fácil de usar: los empleados deben enviar solicitudes antes de saber cuál sería su opción ideal y, si hay competencia, deben actuar en cuanto se abre la ventana de inscripción.
Un diseñador de mercado reflexivo puede mejorar estos sistemas, haciéndolos más justos y simples. Por ejemplo, incorporando memoria, para que quienes no obtuvieron su primera opción este año tengan prioridad el siguiente, o usando una lotería justa en lugar de depender del orden exacto de recepción de correos.
En estas y muchas otras situaciones, todos actuamos como diseñadores de mercado, resolviendo el exceso de demanda y asignando recursos escasos a quienes más los necesitan. Aplicar las tres E —eficiencia, equidad y facilidad— nos ayuda a generar asignaciones que realmente funcionen para todos.
Si lo hacemos bien, incluso podemos alcanzar una cuarta E: elevarnos como diseñadores de mercado, logrando la mayor satisfacción posible con los resultados obtenidos.