
Durante décadas, activistas por los derechos de los animales, defensores y diseñadores éticos han luchado para despojar a la moda de pieles de su glamour y exponer la crueldad que se esconde detrás de ella.
Desde audaces protestas lideradas por celebridades, hasta cambios silenciosos en los valores de los consumidores, estos esfuerzos han remodelado lentamente el panorama de la moda.
Ahora, uno de los guardianes más influyentes de la industria, Condé Nast (editora de Vogue, Vanity Fair y Glamour) ha anunciado que ya no presentará en sus publicaciones “piel de animales nueva, en el contenido editorial o la publicidad”.
La decisión incluye excepciones para lo que se describe como “subproductos de la subsistencia y prácticas indígenas”. Sin embargo, marca un punto de inflexión simbólico dentro del panorama de los medios de moda debido al alcance global de Condé Nast.
Es especialmente significativo dado el legado de Vogue en la glorificación de las pieles y su apoyo históricamente inquebrantable bajo el mando de la exeditora en jefe Anna Wintour. Ella ha sido una de las defensoras más poderosas de las pieles en los medios de moda y un objetivo de larga data del movimiento antipieles.
Wintour continúa trabajando en Condé Nast como directora de contenidos y directora editorial global de Vogue.
Campañas contra las pieles
El anuncio de Condé Nast se produce tras una campaña de nueve meses liderada por la Coalición para la Abolición del Comercio de Pieles. Este grupo activista organizó más de cien protestas contra ejecutivos, editores y empresas afiliadas de Condé Nast.
Las manifestaciones variaron. Hubo, desde protestas frente a las casas de los editores de Vogue, hasta acciones disruptivas dentro de tiendas vinculadas a Condé Nast a través de afiliaciones a su junta directiva.

Si bien esta campaña indudablemente influyó en la decisión del editor, probablemente fue la culminación de la lucha contra las pieles que se remonta a principios del siglo XX.
La larga cola del movimiento
El activismo por los derechos de los animales en la moda se remonta a finales del siglo XIX, cuando el comercio de plumas diezmó las poblaciones de aves y provocó la extinción de especies apreciadas por su plumaje.
El activismo contra las pieles surgió a partir de entonces. Cobró impulso en la década de 1970 y con la fundación de Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) en 1980.
A través de campañas de alto perfil que expusieron la crueldad de las granjas de pieles, PETA reclutó a celebridades y modelos para posar desnudas en sus icónicos anuncios “Prefiero ir desnuda que usar pieles”.
Estos esfuerzos generaron cambios tangibles. Calvin Klein abandonó el uso de pieles en 1994, alegando su defensa de los animales. Desde entonces, las políticas de no usar pieles se han convertido en una victoria relativamente fácil para las marcas que lidian con la ética cada vez más compleja de los materiales animales.

Un nuevo estándar para la moda de lujo
Varios lugares de Estados Unidos (EU) han prohibido la venta de pieles, y la cría de pieles ahora está prohibida en países como el Reino Unido, los Países Bajos, Austria, Italia y Noruega.
La nueva postura de Condé Nast la sitúa a la par de otros líderes de la moda y los medios de comunicación. La revista Elle dejó de usar pieles en 2021. Grandes marcas de lujo como Max Mara, Burberry, Chanel, Prada, Valentino y Versace han adoptado políticas similares, al igual que minoristas como David Jones (Australia), Macy’s, Nordstrom, Saks Fifth Avenue (los tres en EU) y Hudson’s Bay (Canadá).
En 2022, el conglomerado de lujo francés Kering también se comprometió a aplicar una política libre de pieles en su portafolio de marcas.
El mayor reticente que queda es LVMH (Moët Hennessy Louis Vuitton SE), la empresa matriz de Dior y Fendi, que enfrenta una creciente presión para seguir su ejemplo.
La paradoja de las pieles
A pesar de estos cambios, las pieles siguen siendo objeto de fascinación en el mundo de la moda y sus resurgimientos periódicos aún se celebran en la prensa.
La estética de “esposas de la mafia” de TikTok de 2024, con abrigos de piel extragrandes y estampados animales, provocó el regreso de estas a las pasarelas de invierno. La cantante Sabrina Carpenter incluso lució un abrigo de piel de zorro de Louis Vuitton edición especial el día de la Gala del Met.
Esta paradoja refleja la naturaleza cíclica y a menudo contradictoria de la moda. La piel sintética y el borrego sintético se utilizan cada vez más para replicar la estética del lujo sin las consecuencias éticas. Sin embargo, los debates sobre el impacto ambiental de la piel sintética complican esta narrativa.
¿Que sigue?
La postura de Condé Nast de no utilizar pieles llega en un momento en el que muchas marcas de moda replantean o dan marcha atrás en sus compromisos de sostenibilidad.
Algunos analistas del sector temen que se esté restando prioridad a los objetivos climáticos. Ralph Lauren, por ejemplo, ha abandonado su objetivo de cero emisiones netas. Asimismo, Vestiaire Collective, una plataforma de reventa de artículos de lujo de segunda mano, ha comenzado a monetizar sus actividades mediante la venta de créditos de carbono, lo que demuestra la dificultad de desenvolverse en las condiciones actuales del mercado.
Aun así, hay indicios de progreso. El desfile de Stella McCartney para la Semana de la Moda de París de verano de 2025 presentó alternativas a las plumas hechas con materiales vegetales.
Este año también marcó la primera Semana de la Moda Australiana en la que las pieles, las plumas y los cueros exóticos fueron prohibidos en las pasarelas.
Los defensores de los derechos de los animales, como la fundadora de Collective Fashion Justice, Emma Hakansson, continúan presionando para que la industria reduzca el uso de cuero, lana y otros materiales derivados de animales.
Este espacio es dinámico y está en constante evolución. Queda por ver si la decisión de Condé Nast marcará un punto de inflexión o será una nueva moda pasajera.
Raquel Lamarche-Beauchesne es profesora titular de Negocios de la Moda, en la Universidad Torrens de Australia.
Este artículo se publicó en The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lee el artículo original.