
La industria cervecera es de las más populares en el mundo, porque ¿a quién no le gusta tomarse una bien fría para convivir con los amigos o acompañada de un buen corte de carne o una hamburguesa? Sin embargo, el mercado ya está saturado de opciones que muchas veces prometen lo mismo con etiquetas distintas. Bajo ese panorama, Flying Fish aterriza en México con una pregunta provocadora: ¿y si lo inesperado fuera lo que realmente necesitamos?
Grupo Modelo lanza esta cerveza con sabor lima-limón como una declaración de intenciones que busca “hackear” el ritual cervecero. Ligera, sin amargor y con un perfil dulce-cítrico que desafía los estándares de la categoría.
“Flying Fish representa esa idea de que lo inesperado puede ser extraordinario”, dijo Mariana Cuellar, directora de marcas premium en Grupo Modelo. “Es una marca que reta lo establecido y que, al igual que su nombre, se inspira en la posibilidad de volar más allá de lo obvio”.
Flying Fish es diseño de experiencia: más allá del sabor
El lanzamiento no se limitó a una campaña publicitaria. Flying Fish apostó por una experiencia interactiva que cruzó streaming, delivery y comunidad digital. Durante una transmisión en vivo, las creadoras La Rivers y Arigameplays activaron un “botón inesperado” en la app TaDa, que detonó la llegada de un dron en forma de limón con las primeras cervezas en México. ¿Performance? ¿Marketing? ¿Diseño de experiencia? Todo a la vez.
La acción se convirtió en una especie de ritual colectivo en el que los fans que replicaron la dinámica recibieron invitaciones para una fiesta en La Ex Fábrica de Harina, un espacio que encajó perfecto con el espíritu irreverente de la marca. DJs, comunidad y un spot poco convencional para una cerveza que no quiere parecerse a ninguna otra.
Innovación en una industria que necesita aire fresco
La industria cervecera lleva años intentando conectar con nuevas generaciones, pero muchas veces lo hace desde el lugar seguro: cambiar el empaque, sumar influencers, lanzar ediciones limitadas. Flying Fish, en cambio, se atreve a modificar el producto. Y eso, en términos de diseño, es lo más radical que puede hacer una marca.
La mezcla de cerveza con lima-limón no es nueva en el mundo, pero sí lo es su posicionamiento: no como una bebida de ocasión, sino como una alternativa real para quienes buscan sabor sin amargor, ligereza sin aburrimiento y una experiencia que se sienta distinta desde el primer sorbo.
Disponible en tres presentaciones —sleek can de 355 ml, latón de 473 ml y botella verde de 355 ml— Flying Fish ya circula en tiendas, bares y festivales de CDMX, Guadalajara, Puebla, Michoacán y Quintana Roo. Pero más allá de los puntos de venta, lo que propone es un cambio de perspectiva: dejar de pensar en la cerveza como algo que se hereda y empezar a verla como algo que se elige.
Actualmente el diseño de producto se mide por su capacidad de conectar con estilos de vida, por lo que la llegada de Flying Fish a México —que por cierto es una de las bebidas más populares en Sudáfrica– lanza una señal. Y sí, a veces lo inesperado es justo lo que estábamos esperando.