
Muchos medios de comunicación informaron un aumento repentino de los diagnósticos de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) tanto en niños como en adultos. Al mismo tiempo, profesionales de la salud, docentes y sistemas escolares informaron de un crecimiento en las solicitudes de evaluaciones de TDAH.
Estos informes llevaron a algunos expertos y padres a preguntarse si hay un sobrediagnóstico de TDAH y se está tratando más de lo que se requiere.
Como investigadores, dedicamos nuestras carreras al estudio de trastornos del desarrollo neurológico como el TDAH y nos preocupa que los temores sobre un sobrediagnóstico generalizado sean infundados y tal vez se basen en un malentendido fundamental de la condición.
Entender el TDHA como el extremo de un espectro
Las discusiones acerca del sobrediagnóstico del TDAH dan a entender que, o se tiene el trastorno o no se tiene.
Sin embargo, cuando los epidemiólogos preguntan a la población general sobre sus síntomas de TDAH, algunos presentan pocos síntomas; otros tienen un nivel moderado y otros presentan todos los síntomas. Sin embargo, no existe una línea divisoria clara entre quienes reciben un diagnóstico de TDAH y quienes no, ya que el TDAH, al igual que la presión arterial, se presenta en un espectro.
El tratamiento del TDAH leve es similar al de la hipertensión leve: depende de la situación. La atención puede ser útil cuando el médico considera los detalles de la vida diaria de la persona y el grado en que los síntomas la afectan.
Los síntomas del TDAH varían de una persona a otra, y las investigaciones muestran que también pueden fluctuar dentro de un mismo individuo. Por ejemplo, tienden a agravarse cuando aumentan los desafíos de la vida.
Los síntomas del TDAH fluctúan según muchos factores, cuando una persona está en la escuela o en casa, si durmió lo suficiente, si está bajo mucho estrés o si toma medicamentos u otras sustancias. Una persona con TDAH leve puede no experimentar muchos síntomas mientras está de vacaciones y descansa bien, por ejemplo. Sin embargo, puede presentar síntomas más graves si tiene un trabajo o un horario escolar exigentes y no duerme lo suficiente.
Estas personas necesitan tratamiento para el TDAH en ciertas situaciones, pero en otras, no es necesario.
Esto es similar a lo que se observa en afecciones como la presión arterial alta, que puede cambiar de un día para el otro o en el mes, dependiendo de la dieta de la persona, su nivel de estrés y muchos otros factores.
¿Los síntomas del TDAH pueden cambiar?
Los síntomas del TDAH comienzan en la infancia y suelen ser más graves entre mediados y finales de la infancia. Por lo tanto, la edad promedio de diagnóstico se sitúa entre los 9 y los 12 años. Esta edad también coincide con la transición de la primaria a la secundaria y puede estar experimentando cambios en su entorno que agravan sus síntomas.
Las clases pueden ser más desafiantes a partir de quinto grado que en grados anteriores. Además, la transición a la secundaria suele implicar que los niños pasan de tener todas sus asignaturas impartidas por un solo profesor en una sola aula a tener que cambiar de aula con un profesor diferente para cada clase. Estos cambios pueden exacerbar síntomas que antes estaban bien controlados.
Los síntomas también pueden variar a lo largo de la vida. En la mayoría de las personas, los síntomas mejoran, aunque no desaparecen por completo, después de los 25 años, que es también la edad en la que el cerebro suele terminar de desarrollarse.
Los problemas psiquiátricos que suelen coexistir con el TDAH, como la ansiedad o la depresión, pueden agravar los síntomas ya presentes. Estas afecciones también pueden imitar los síntomas del TDAH, lo que dificulta determinar cuál tratar. Los altos niveles de estrés, que provocan un sueño deficiente y mayores exigencias en el trabajo o la escuela, también pueden exacerbar o causar síntomas similares.
Finalmente, el consumo de algunas sustancias, como la marihuana o los sedantes, empeoran o incluso causan síntomas de TDAH. Además de agravar los síntomas en una persona con TDAH, estos factores también pueden llevar a una persona con síntomas leves a más graves, al menos durante un corto periodo.
Lo contrario también es cierto: los síntomas del TDAH pueden minimizarse o revertirse en personas que no cumplen todos los criterios de diagnóstico una vez que se elimina la causa externa.
Los niños con TDAH casi siempre presentan síntomas superpuestos con ansiedad, depresión, dislexia y más.
Cómo se determina la prevalencia
Los médicos diagnostican el TDAH basándose en síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad. Para diagnosticar el TDAH en niños, deben presentarse seis o más síntomas en al menos una de estas tres categorías. En adultos, se requieren cinco o más síntomas, pero estos deben comenzar en la infancia. En todas las edades, los síntomas deben causar problemas graves en al menos dos áreas de la vida, como el hogar, la escuela o el trabajo.
Las estimaciones actuales muestran que la prevalencia estricta del TDAH es de aproximadamente 5% en niños. En adultos jóvenes, la cifra desciende a 3% y es inferior a 1% después de los 60 años. Los investigadores utilizan el término “prevalencia estricta” para referirse al porcentaje de personas que cumplen todos los criterios, según estudios epidemiológicos.
Es una cifra importante porque proporciona a los médicos y científicos una estimación de cuántas personas se espera que presenten el espectro en un grupo determinado.
En cambio, la “prevalencia diagnosticada” es el porcentaje de personas diagnosticadas con TDAH según evaluaciones realizadas en situaciones reales por profesionales de la salud. La prevalencia diagnosticada en Estados Unidos y Canadá oscila entre 7.5 % y 11.1 % en menores de 18 años. Estas tasas son bastante superiores a la prevalencia estricta de 5%.
Algunos investigadores afirman que la diferencia entre la prevalencia diagnosticada y la prevalencia estricta significa que se está sobrediagnosticando.
No estamos de acuerdo. En la práctica clínica, las normas diagnósticas permiten verificar si el paciente presenta la mayoría de los síntomas que causan angustia, deterioro o ambos, incluso si no cumple todos los criterios. Además, hay abundante evidencia que demuestra que el aumento en la prevalencia puede atribuirse al diagnóstico de casos más leves que podrían pasar inadvertidos. La validez de estos diagnósticos leves está bien documentada.
Consideremos el caso de niños con 5 síntomas de inatención y cinco síntomas de hiperactividad-impulsividad. Estos niños no cumplirían los criterios diagnósticos estrictos de TDAH, a pesar de que claramente presentan numerosos síntomas. Sin embargo, en la práctica clínica, se les diagnosticaría TDAH si presentaran un malestar marcado, discapacidad o ambos debido a sus síntomas; es decir, si los síntomas interfieren considerablemente en su vida cotidiana.
Por lo tanto, tiene sentido que la prevalencia diagnosticada sea mayor que la prevalencia estricta.
Implicaciones para pacientes, padres y médicos
Las personas preocupadas por el sobrediagnóstico temen que los pacientes tomen medicamentos innecesarios o que desvíen la ayuda de quienes más la necesitan. Otras preocupaciones son que los pacientes puedan experimentar efectos secundarios de los medicamentos o que un diagnóstico las estigmatice.
Estas preocupaciones son importantes. Sin embargo, existe evidencia sólida de que el infradiagnóstico y el infratratamiento del TDAH conllevan graves consecuencias negativas en la escuela, el trabajo, la salud mental y la calidad de vida.
En otras palabras, los riesgos de no tratar el TDAH están bien establecidos. Por el contrario, los posibles daños del sobrediagnóstico siguen sin estar ampliamente comprobados.
Sin embargo, es importante considerar cómo manejar el creciente número de casos más leves. Las investigaciones sugieren que los niños y adultos con síntomas menos graves podrían beneficiarse menos de la medicación que aquellos con síntomas más graves.
Esto plantea una pregunta importante: ¿cuánto beneficio es suficiente para justificar el tratamiento? Estas decisiones se toman mejor en conversaciones entre médicos, pacientes y cuidadores.
Dado que los síntomas pueden cambiar con la edad, el estrés, el entorno y otras circunstancias de la vida, el tratamiento debe ser flexible. Para algunos, ajustes sencillos como cambiar la distribución de los asientos en el aula, dormir mejor o reducir el estrés pueden ser suficientes.
Para otros, puede ser necesaria la medicación, terapia conductual o una combinación de estas intervenciones. La clave es un enfoque personalizado que se adapte a la evolución de las necesidades de los pacientes.
Carol Mathews es profesora de psiquiatría en la Universidad de Florida.
Stephen V. Faraone es profesor de psiquiatría en la SUNY Upstate Medical University.
Este artículo se volvió a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lee aquí el artículo original.