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Motor secreto de la F1: chips, datos y el pedal de la IA a fondo

Los monoplazas de la categoría son supercomputadoras con ruedas que generan más de 1.5 millones de datos por segundo.

Motor secreto de la F1: chips, datos y el pedal de la IA a fondo [Ilustración: Omar Mijangos feat. Envato]

Lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en la Fórmula 1 son los pilotos, los autos, el rugido de los motores, o que si “Checo” Pérez la romperá con Cadillac en 2026… pero debajo de toda esa adrenalina hay una sinfonía silenciosa de potencia computacional. Ya no basta con tener el mejor chasis, las llantas más resistentes o el alerón más afinado; hoy la verdadera ventaja competitiva se diseña en servidores, clusters y telemetria —modelos predictivos de estrategia, consumo de combustible y desgaste de llantas— y simulaciones que definen literalmente quién cruza la meta primero. También tiene que ver la estrategia de carrera, dependiendo del clima y, en su caso, se usa una estrategia de una o dos paradas.

Si crees que la F1 es solo un deporte de velocidad, piénsalo de nuevo. Los monoplazas de la categoría son supercomputadoras con ruedas que generan más de 1.5 millones de datos por segundo —una cantidad similar a la que procesa una red social grande como X en sus momentos de máxima actividad— y todo eso se procesa en milisegundos para tomar decisiones críticas. 

Desde sus inicios, la F1 ha avanzado de planos dibujados a mano a complejas simulaciones que se ejecutan en tiempo récord. Hoy, cada escudería cuenta con su propio departamento de tecnologías de la información (TI), porque la urgencia por pulir el diseño, modificar la aerodinámica o rediseñar partes del esqueleto del auto de carreras en cuestión de días —o incluso de una noche— es real.

El laboratorio más veloz del mundo

Cada equipo de F1 tiene un centro de operaciones donde los ingenieros analizan datos en tiempo real mientras el auto está en pista. Pero antes de que el coche siquiera toque el asfalto, los procesadores ya han trabajado incansablemente en simulaciones aerodinámicas —un pequeño ajuste en el alerón puede necesitar ser probado y mejorado miles de veces para encontrar la mejor versión—, modelado de estrategias —¿cuándo cambiar neumáticos o cómo reaccionar si llueve?—, análisis predictivo —anticipando fallos—. Monitoreo en tiempo real cuando de todo lo que pasa en el auto cuando está en la pista.

La inteligencia artificial (IA) y el machine learning son ahora piezas clave en la estrategia de los equipos de F1. Estas tecnologías no solo ayudan a simular y optimizar el diseño del auto, sino que también analizan enormes cantidades de datos en tiempo real para identificar patrones que serían imposibles de detectar para un humano.

Por ejemplo, la inteligencia artificial (IA) puede predecir con precisión cuándo un neumático necesita reemplazarse, lo que permite a los equipos decidir el momento exacto para hacer una parada en boxes. Además, puede evaluar diferentes escenarios de carrera y recomendar estrategias arriesgadas que, basadas en datos, aumentan las probabilidades de éxito.

Así, la inteligencia artificial se convierte en un copiloto invisible que guía cada decisión, desde el diseño hasta la pista, haciendo que cada milisegundo cuente para ganar.

Mejores decisiones

Por ejemplo, en el Gran Premio de Países Bajos (2023), Red Bull usó algoritmos para analizar datos de lluvia en vivo, evitando una parada innecesaria que hubiera costado a Verstappen la victoria. Ese mismo año, sistemas similares permitieron a Checo en Arabia Saudita ajustar su auto tras una parada imprevista, recuperando posiciones clave. Gracias a esto, Red Bull y Checo pudieron sacar el máximo provecho al auto y tomar mejores decisiones en la carrera, lo que terminó llevándolos directo a la victoria.

Cuando te sientas frente a una pantalla o si has tenido la fortuna de presenciar una carrera de la F1 en vivo, lo que parecería ser un espectáculo de velocidad y habilidad es en realidad la punta visible de un iceberg tecnológico gigante. Mientras los motores rugen y los pilotos luchan por cada milésima, en fábricas y centros de desarrollo de élite, ingenieros y diseñadores enfrentan plazos imposibles. Durante la temporada, algunos equipos pueden llegar a rediseñar hasta 15% de la estructura principal del monoplaza en apenas dos semanas.

En el tiempo que tú tardas en parpadear, una escudería puede decidir si meter a su piloto a pits o mantenerlo en pista. Esa decisión puede definir toda una carrera. Este ritmo frenético solo es posible gracias a servidores y sistemas de alto rendimiento que procesan gigantescas cantidades de datos en simulaciones, modelando el comportamiento del vehículo con una precisión casi perfecta. Lo que se vive en la pista es el resultado de millones de cálculos previos al banderazo de salida.

Mil cerebros en tu equipo

Un ejemplo de cómo la computación cambió la Fórmula 1 ocurrió en 2007, cuando el equipo BMW Sauber empezó a usar una supercomputadora llamada Albert2. Esta máquina era como un ejército de más de mil cerebros trabajando juntos, con una memoria inmensa para guardar toda la información. Albert2 podía hacer miles de millones de cálculos cada segundo, ayudando a los ingenieros a probar diferentes diseños del monoplaza antes de construirlos.

Gracias a esta herramienta, pudieron probar muchas más ideas y con más detalle que antes, lo que les permitió mejorar el diseño de los vehículos mucho más rápido. Y en la F1, ganar o perder puede depender de una milésima de segundo. El uso de Albert2 representó un salto tecnológico clave para BMW Sauber y la F1 en general; marcó un antes y un después en cómo se utilizan las simulaciones y la computación para mejorar los autos.

Hoy los equipos de F1 utilizan infraestructuras de computación mucho más avanzadas y modernas: centros de datos con procesadores más potentes, clusters de cómputo de última generación, y cada vez más herramientas basadas en ia y machine learning para optimizar simulaciones y estrategias.

Y esto no es cosa de laboratorios remotos: en la pista también hay acción informática. Cada monoplaza lleva decenas —o hasta cientos— de sensores que transmiten en tiempo real parámetros como temperatura de frenos, fuerzas de soporte, presión del aceite, entre otros. Durante la carrera, esa avalancha de datos viaja hasta el pitwall —centro de mando en el circuito— y al centro de datos del equipo, donde se analiza al instante para tomar decisiones.

IA y humano trabajando de la mano

Detrás de cada curva perfecta o de cada rebase al límite, hay una colaboración entre humanos y computadoras. Los ingenieros no solo revisan datos: confían en algoritmos inteligentes que detectan lo que un ojo humano jamás podría captar en milésimas de segundo. En la F1, el equipo no es solo humano ni solo tecnología; es una mezcla perfecta que corre a más de 300 km/h.

Esta tecnología de análisis y simulación no es exclusiva de la F1 ni un experimento futurista. Es la misma que ya usan muchas empresas en otros sectores —finanzas, salud o manufactura—, pero aquí está llevada al extremo para soportar la velocidad y precisión que exige una carrera.

Cuando hablamos del poder detrás del monoplaza, no se trata solo de cuánta velocidad alcanza en la pista, sino de qué tan rápido piensa —y reacciona— todo el equipo.

En el automovilismo, la tecnología no solo sirve para ir más rápido, también es una especie de ángel guardián. Cada coche lleva cientos de sensores que arrojan información con la que los ingenieros pueden reaccionar al instante: pedirle al piloto que baje el ritmo para cuidar el motor, ajustar la frenada o llamarlo a boxes antes de que algo se rompa.

Al cuidado de los pilotos

Este mismo enfoque se aplica a la salud del piloto: sensores biométricos en el casco o traje registran constantes vitales como ritmo cardiaco, temperatura corporal y oxigenación, lo que permite a la escudería identificar signos de fatiga o estrés extremo y tomar medidas al instante.

Durante una carrera de F1, los pilotos experimentan un esfuerzo físico extremo. Estudios y datos de telemetría han mostrado que el ritmo cardiaco de un piloto puede superar las 180 pulsaciones por minuto durante momentos intensos de la carrera. Los pilotos pueden llegar a perder entre 2 y 5 kilos durante una carrera debido al esfuerzo y la sudoración. 

La combinación de datos mecánicos y biométricos, junto con tecnologías como el halo, sistemas de detección de impactos y trajes resistentes al fuego, ha transformado la seguridad en la F1. Hoy, cada byte procesado a tiempo puede marcar la diferencia entre terminar una carrera o abandonarla, entre un susto menor o un accidente a alta velocidad. Este ecosistema de ingeniería y monitoreo en tiempo real no solo protege a los pilotos en condiciones extremas —con temperaturas superiores a 50 °C en el cockpit, fuerzas G elevadas y esfuerzos comparables a los de un atleta de élite—, sino que les permite competir al límite con la confianza de contar con una red invisible de protección.

Top speed en la pista y en los chips

Con la llegada de motores más complejos y regulaciones aerodinámicas más estrictas, la ventaja competitiva ya no está solo en el motor, sino en los chips que lo controlan. “It takes a village”, dicen por ahí, y es que los equipos líderes invierten millones en centros de datos capaces de procesar exabytes —mil millones de gigabytes— de información por temporada. Y aunque los pilotos siguen siendo los héroes, detrás de cada gran victoria hay un ejército de procesadores trabajando a toda velocidad, y en el caso de Kimi Antonelli, una mamá y un papá que le dicen que, si no hace la tarea, no puede ir a correr para Mercedes. Ya hemos visto a su compañero de equipo George Russell ayudándole con las tareas de la escuela.

Así que la próxima vez que veas una carrera, recuerda: no es solo la velocidad física, sino la velocidad de procesamiento, reacción y cálculo lo que mueve la Fórmula 1.

Y en esa mezcla perfecta de humano y máquina, se escribe la historia de cada victoria. 


Este artículo fue publicado originalmente en la edición otoño/invierno de Fast Company México.

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Sobre el autor

es directora de comunicación para las Américas en Intel.