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Cómo tomar decisiones racionales, según un psicólogo y un filósofo

En economía, según la teoría de la elección racional, existe una forma objetiva para tomar decisiones.

Cómo tomar decisiones racionales, según un psicólogo y un filósofo [Foto: Flavio Coelho/Getty Images]

No existe una calculadora para las decisiones de la vida. Por mucho que intentemos cuantificar, contar y calcular en busca de la opción “correcta”, simplemente no es así como se toman decisiones sabias. El juicio cualitativo y la consideración de preferencias y valores son necesarios para identificar la mejor opción.

Escucha la versión en audio de este Book Bite, leído por Barry, a continuación o en la aplicación Next Big Idea.

1. Clasificando las posibilidades

Imagina despertar una hermosa mañana de sábado y preguntarte: “¿Qué voy a hacer hoy?”. Piensas en las posibilidades: hacer ejercicio, salir a caminar, ir a un parque con un buen libro, ponerte al día con el trabajo o simplemente relajarte viendo deportes en la televisión.

Pero, ¿y si en lugar de enfocarte solo en lo que tú podrías hacer, pensaras en lo que podrías hacer con otros?

¿Qué actividades sociales tienes en mente? Llamar a un amigo, visitar a tu mamá, o ayudar a tu hija adulta a empacar para su mudanza. Las posibilidades son casi infinitas.

¿Existe realmente una forma correcta de decidir qué hacer en un día como este? ¿O más bien se trata de explorar y elegir lo que resuene contigo en ese momento?

2. Teoría de la elección racional

En economía, según la teoría de la elección racional, existe una forma de tomar decisiones, que requiere pensar en dos cosas:

  • ¿Qué valor tienen las opciones entre las que estás decidiendo?
  • ¿Qué probabilidad hay de que la opción que elijas sea tan buena como esperas?

Vivimos en un mundo incierto, por lo que evaluamos el valor y la probabilidad de nuestras opciones, y luego los multiplicamos. El resultado se conoce como utilidad esperada y la elección racional sería aquella que ofrece la mayor utilidad esperada.

Este marco compara las decisiones de la vida cotidiana con las de un casino. ¿Cuál es la mejor estrategia en una mano de blackjack? ¿Qué probabilidades y ganancias ofrece la ruleta? En situaciones así, solo importa cuánto se podría ganar y la probabilidad de ganar. La teoría de la elección racional sugiere que muchas de nuestras decisiones podrían analizarse de manera similar.

Para determinar la calidad de una opción y la probabilidad de éxito, conviene cuantificar la información relevante. Por ejemplo, puedes crear una hoja de cálculo con todos los factores que podrían influir en tu decisión. Luego, asignas un valor a la calidad y a la probabilidad de cada opción y completas la hoja con todas las alternativas. Un simple cálculo te permite identificar la decisión más racional.

Las decisiones racionales son cuantitativas: requieren asignar valores y magnitudes tanto al beneficio de cada opción como a la probabilidad de alcanzarlo. La teoría de la elección racional, sin embargo, no nos dice cuáles deberían ser nuestras preferencias, nuestros valores ni qué opciones deberíamos considerar. En este marco económico, tenemos los valores que tenemos, y nuestras opciones son las que el mundo nos presenta; a partir de ahí, creamos la hoja de cálculo y analizamos.

3. Enmarcando las opciones

¿Realmente tomamos decisiones de manera racional? La respuesta es: definitivamente no. Hace unos 50 años, los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky comenzaron a estudiar cómo la gente toma decisiones. Sus investigaciones fueron sumamente importantes, aunque lamentablemente Tversky falleció súbitamente. Kahneman sobrevivió, ganó el Premio Nobel de Economía y publicó el libro Pensar rápido, pensar despacio, que ha estado en las listas de los más vendidos durante casi una década. Su trabajo fue clave para la creación del campo de la economía conductual.

Los estudios en este campo muestran que las personas no siguen los estándares de la teoría de la elección racional. No somos buenos calculando probabilidades, nos dejamos influir por cómo se presentan las opciones y, muchas veces, dividimos nuestras decisiones en diferentes “cuentas” sin considerar todas las posibles consecuencias juntas. Las anclas tienen un efecto enorme: un traje de 9,000 pesos parece barato junto a trajes de 18,000 pesos, pero caro si está junto a trajes de 3,000 pesos. Estos sesgos nos acercan más o menos a la decisión correcta… pero también pueden llevarnos a errores importantes.

Kahneman explica la toma de decisiones humanas a través de dos sistemas:

  • Proceso consciente: Analiza ventajas y desventajas de cada opción al preguntarnos qué decisión tomar. Es lento, requiere esfuerzo y concentración.
  • Proceso automático: Te da respuestas incluso antes de que formules la pregunta. Es rápido, eficiente y actúa aunque no lo desees.

Estos dos sistemas interactúan, y a veces el automático desvía al deliberado y racional. Incluso cuando tomamos decisiones “racionales”, no lo hacemos siguiendo exactamente los pasos que indica la teoría de la elección racional.

4. No todo puede —ni debe— calcularse

La teoría de la elección racional es un pésimo modelo de lo que significa tomar decisiones de manera racional. ¿Realmente nuestras decisiones son como apuestas en un casino? ¿Se puede cuantificar todo lo que importa en una elección? ¿Qué aporta hacer ejercicio intenso durante una excursión? ¿Y qué tiene de valioso ayudar a tu hija a empacar? ¿Existe una escala única de valores para todo?

Si estás eligiendo un trabajo, quizás quieras considerar el salario, los beneficios, tus futuros compañeros, si el trabajo será interesante, la ubicación, las oportunidades de crecimiento y otros detalles. Es absurdo asignar números a todos esos factores y meterlos en una hoja de cálculo para determinar qué trabajo es “el mejor” para ti.

De manera similar, si estás decidiendo a qué universidad ir, puedes evaluar aspectos cuantificables como la tasa de graduación o el salario promedio después de egresar. Pero, ¿qué pasa con los elementos cualitativos, como la calidad de la educación, la vida social, la alimentación o la vivienda? ¿Cómo los organizas en una hoja de cálculo con una misma escala de valores?

Cuando seguimos la teoría de la elección racional, en lugar de reflexionar, nos limitamos a contar. El cálculo reemplaza al juicio. En algunos casos esto puede funcionar, pero en muchos otros, bloquear tu capacidad de pensar subjetivamente te llevará a decisiones peores, más complicadas y menos satisfactorias.

5. Una decisión racional requiere un juicio racional

La teoría de la elección racional puede ser peligrosa si la tomamos como estándar normativo. Nos limita al incitarnos a cuantificar cosas que, en realidad, son difíciles o imposibles de medir.

Un ejemplo extremo ocurrió durante la guerra de Vietnam. El gobierno estadounidense quería generar apoyo popular y se llegó a la conclusión de que, si la opinión pública veía que Estados Unidos ganaba, más personas apoyarían la participación. Pero era una guerra de guerrillas: ¿cómo se podía saber quién estaba ganando? La estrategia fue usar el recuento de muertos y bajas como indicador.

Si el enemigo tenía más bajas que Estados Unidos, eso significaba que estábamos ganando. Como resultado, la estrategia se enfocó en maximizar las bajas en lugar de buscar ventajas estratégicas reales. El resultado: no ganamos la guerra y miles de personas murieron innecesariamente.

Este peligro también se ve en decisiones más cotidianas, como elegir universidad. Muchas personas se dejan guiar por rankings como US News & World Report en Estados Unidos y las universidades aprenden a manipular sus métricas para lucir mejor en esos rankings. ¿Eso las convierte realmente en mejores instituciones? A veces sí, pero en la mayoría de los casos, no.

La teoría de la elección racional nos obliga a enfocarnos en aspectos fáciles de medir, dejando de lado lo que no se puede cuantificar. Tomar decisiones de manera inteligente requiere juicio, no solo números. No queremos que nuestra capacidad de pensar críticamente se debilite creyendo que todo puede ser calculado de manera mecánica o algorítmica.


Barry Schwartz y Richard Schuldenfrei exploran estas ideas en su libro Choose Wisely: Rationality, Ethics, and the Art of Decision-Making.

Barry dedicó 45 años a la docencia en psicología en Swarthmore College y actualmente es profesor visitante en la Haas School of Business de la Universidad de California, Berkeley. Richard tuvo una trayectoria similar en filosofía en Swarthmore College durante 42 años.

Este artículo apareció originalmente en la revista Next Big Idea Club y se publicó con permiso.

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