[Foto: Georges & Samuel Mohsen/The GS Studio/Heneghan Peng Architects]
Con más de 100,000 artefactos que datan de miles de años, casi 83,600 metros cuadrados de superficie, un terreno que abarca más de 48 hectáreas y un coste total estimado en más de 1,000 millones de dólares, no es exagerado afirmar que el Gran Museo Egipcio, a las afueras de El Cairo, es el proyecto museístico más importante de las últimas décadas. Es el tipo de edificio monumental que haría que incluso los arquitectos más prestigiosos se entusiasmaran con la oportunidad de diseñar lo que probablemente se convertirá en una de las atracciones turísticas más visitadas de Egipto.
Por lo tanto, en retrospectiva, resulta un tanto inesperado que el estudio de arquitectura que ganó el concurso internacional de diseño del museo allá por 2002 fuera una oficina poco conocida de Irlanda, sin proyectos terminados en su haber y con solo tres empleados.

El estudio Heneghan Peng Architects, con sede en Dublín, era prácticamente desconocido cuando su concepto fue elegido, por unanimidad, entre más de 1,500 propuestas como el diseño ganador. “No habíamos construido ningún edificio”, dice Róisín Heneghan, cofundadora de la firma. “Estábamos a punto de comenzar un proyecto cuando ganamos el concurso”.
Mucho ha cambiado desde entonces. La fecha de apertura prevista para el museo era 2007, pero varios retrasos causados por la crisis financiera mundial, la Primavera Árabe y la pandemia de covid-19 fueron postergando la fecha. El diseño de Heneghan Peng Architects ya está completamente construido y, desde el 1 de noviembre, está abierto al público.

Miles de años de historia
El diseño del Gran Museo Egipcio es un extenso complejo de vestíbulos del tamaño de hangares de aviones, paisajes esculpidos, talleres de conservación y una red de almacenes subterráneos. El edificio del museo en sí es un espacio cavernoso con 12 galerías principales y vistas directas a las pirámides de Giza.
Un amplio vestíbulo se ubica bajo un alto techo en forma de dientes de sierra que funciona a la vez como pabellón al aire libre, dando sombra a la taquilla, donde destaca una estatua de Ramsés II de nueve metros de altura y más de 3,000 años de antigüedad. En la fachada, en todo el paisaje e incluso dentro de la estructura del edificio, abundan las formas piramidales.

Según Heneghan, lo fundamental del diseño no es tanto el edificio principal, sino la ubicación del museo en sí. “La gente nos decía: ‘¡Uf, ustedes los occidentales, están tan fascinados con el desierto, pero Egipto es sinónimo del Nilo!'”, comenta. Esto llevó a los arquitectos a reflexionar primero sobre cómo el museo debía integrarse en esa dicotomía.
Con un emplazamiento elegido cerca de las famosas pirámides de Giza, justo en la periferia urbana de El Cairo, era evidente que el museo se ubicaría en el espacio intermedio entre el desierto y el valle del Nilo, un espacio esculpido durante milenios por el fluir del río. “Hay un desnivel de 50 metros entre un lado del yacimiento y el otro, porque ahí es donde se encuentran el desierto y el Nilo”, explica Heneghan. “Al salir de la ciudad, se ven las pirámides en la meseta. Por eso decidimos que el museo nunca debía elevarse por encima del nivel de la meseta, sino que debía ubicarse entre esta y el valle del Nilo”.

A pesar de sus grandiosos techos capaces de albergar imponentes estatuas, el edificio se asienta cerca del suelo, con gran parte de su estructura integrada en el paisaje. El diseño del Gran Museo Egipcio utiliza amplias pasarelas y vistas panorámicas dentro del museo para ofrecer a los visitantes una perspectiva general de la vasta historia representada en las galerías.

Lo primero que ven los visitantes al entrar al museo es una larga escalinata flanqueada por miles de artefactos, sarcófagos y estatuas que recorren los 4,000 años de historia faraónica de Egipto. Es un recorrido intensivo para los visitantes, en su mayoría internacionales, antes de llegar a la planta superior, donde se exploran con mayor profundidad secciones más específicas de la historia del antiguo Egipto. Sus galerías principales abarcan temas como reyes y reinas, sistemas de creencias religiosas y la sociedad del antiguo Egipto, y el museo cuenta con una extensa colección de artefactos de la tumba del rey Tutankamón. La distribución del museo permite que cada una de estas galerías funcione de forma independiente, pero con conexiones visuales entre sí para integrarlas en un arco histórico más amplio.

“Las galerías tienen una temática, pero al mismo tiempo, desde diferentes puntos se puede apreciar el panorama general, lo que permite establecer conexiones a lo largo de toda la escala temporal”, explica Heneghan. “Eso nos ayudó a organizarlo. Si hubiéramos intentado que fuera a escala humana, creo que nos habría resultado más difícil”.

Una hazaña de ingeniería
Los arquitectos también tuvieron que lidiar con la realidad de diseñar una estructura tan imponente en el calor abrasador del desierto egipcio. En parte, considerando los costos operativos de un espacio de tal magnitud, diseñaron las galerías para que la luz natural entrara desde ángulos laterales, filtrándose a través de estructuras metálicas de sombra y voladizos. Este enfoque también resulta beneficioso para las colecciones expuestas. “Hay muchísima piedra”, comenta Heneghan. “Y la piedra combina a la perfección con la luz natural”.
Para soportar el enorme peso de las estatuas, el edificio cuenta con pisos de hormigón increíblemente gruesos, que además sirven para regular el clima, ya que absorben las bajas temperaturas nocturnas y las liberan gradualmente durante el calor del día. “Lo que buscábamos era crear una estructura realmente pesada, como una iglesia”, explica Heneghan.

Si bien Heneghan Peng Architects son los arquitectos responsables del diseño del Gran Museo Egipcio, contaron con mucha ayuda para llevar el concepto a la realidad. Incluso en la etapa de concurso, una vez que fueron nombrados finalistas, solicitaron asistencia adicional de las firmas de ingeniería Arup y Buro Happold. La firma Raafat Miller Consulting, con sede en El Cairo, figura junto con Heneghan Peng Architects como arquitecta del proyecto. Debido a las numerosas demoras que lo han obstaculizado, Heneghan afirma que su firma prácticamente no ha tenido participación en el diseño, ya que este se finalizó en gran medida alrededor de 2009. “Una vez que comenzó la construcción, nuestra participación disminuyó”, explica.
Desde entonces, el proyecto ha evolucionado, con nuevos cambios estructurales, tecnológicos y de materiales que han modificado necesariamente el diseño general. Heneghan comenta que la fachada del edificio se aleja del enfoque más sobrio del diseño inicial, pero reconoce que algunos ajustes eran inevitables. “Dieciséis años es muchísimo tiempo”, concluye.
Pero también hay partes del museo final que figuraban entre las ideas iniciales del arquitecto sobre cómo podría ser este museo, allá por 2002. Heneghan se muestra satisfecha de que ciertos elementos importantes, como la gran escalinata que conduce a las galerías principales y las vistas directas de las pirámides, se hayan conservado después de todos estos años. “Algunas cosas son tal y como se habían previsto”, afirma.
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