De izquierda a derecha: Ariana Grande, el director Jon M. Chu y Cynthia Erivo en el set de Wicked: For Good [Foto: © Universal Studios]
En octubre de 2003 —muchos años antes de las películas de Wicked, dirigidas por Jon M. Chu— se estrenó en Broadway la versión original del musical. Antes de su debut, el equipo de producción llevó el espectáculo al Teatro Curran de San Francisco para realizar una “temporada preliminar en otra ciudad”. Durante cinco semanas de funciones y antes de llegar a Broadway, productores, guionistas y el director pulieron cada detalle.
Durante la temporada en San Francisco, Jon M. Chu, que era estudiante de cine de la Universidad del Sur de California, se encontraba de visita en casa de sus padres, dueños del restaurante chino Chef Chu’s en Los Altos, California, a las afueras de Silicon Valley. Chu era el menor de cinco hermanos y creció en una familia que dedicaba su tiempo libre a tocar instrumentos o a ir al ballet, la ópera, musicales y al cine. “Era la época de Michael Jordan en la televisión y las películas de Steven Spielberg”, recordaba Chu. “Los vídeos de Michael Jackson eran como pequeños musicales”.
Chu creció con lo que él llama “this beautiful idea of story” y estudió cine con una pasión por el teatro que impulsaba su deseo de aprender el oficio. Por eso, no fue una sorpresa cuando su madre, Ruth, le sugirió que fueran a ver la obra en el Curran.
También estuvo presente en el evento Marc Platt, productor de Wicked, que pasó esas cinco semanas en San Francisco dando los últimos retoques a lo que eventualmente se convertiría en uno de los mayores éxitos de Broadway.
Ninguno de los dos imaginaba que casi veinte años después colaborarían para llevar Wicked a la gran pantalla. “Esperé unos veinte años para hacer la película después de producir la obra de teatro”, dice Platt. “Hubo muchas razones para mi espera; el destino me decía que esperara hasta que Jon estuviera disponible”.

Su colaboración se convirtió en uno de los mayores éxitos de Hollywood. Juntos, Chu y Platt crearon un súper éxito de taquilla que recaudó 114 millones de dólares en su primer fin de semana en noviembre de 2024 (y posteriormente alcanzó casi los 750 millones). Ahora están listos para repetir el éxito con el estreno de la segunda parte, Wicked: For Good.
Las películas de Wicked representan una gran apuesta para Universal Pictures: dos deslumbrantes musicales cinematográficos estrenados consecutivamente, con un presupuesto combinado estimado de aproximadamente 300 millones de dólares. Todo esto en una época en la que los estudios recortan gastos y el público se distrae con contenido que no requiere más que mirar el móvil o ver la televisión en streaming desde el sillón.
Aun así, Chu afirma sentirse más optimista que nunca respecto al cine. Ahora es el momento, asegura, de luchar por grandes historias que puedan destacar en una industria cada vez más dominada por algoritmos y centrada en la rentabilidad.
“Creo que si quieres ganar esa batalla, tienes que jugar según las reglas del juego”, explicó. “Tienes que entretener a la gente al máximo”.

El genio de Silicon Valley frente a la maquinaria imparable de Hollywood
Chu creció entre dos grandes experimentos estadounidenses: el sueño del inmigrante y el brillo de Silicon Valley. Sus padres dirigieron el restaurante Chef Chu’s durante años, y fue precisamente ahí donde recibió su primera cámara y su primer software de edición: un regalo de unos clientes generosos que trabajaban en la industria del cine.
En el instituto, Chu convenció a sus profesores para que le permitieran entregar videos cortos editados en lugar de trabajos escritos, lo que le dio la oportunidad de dominar el software que había heredado del restaurante. También consiguió trabajos grabando bodas y bar mitzvahs en su ciudad natal. Desde adolescente se convirtió en usuario avanzado, aprendiendo a dominar After Effects y Pro Tools.
En 2002, mientras estudiaba en la USC, Chu alcanzó cierta notoriedad por un cortometraje titulado When the Kids Are Away, que realizó con una beca de la Fundación Princesa Grace. Se trataba de un musical cinematográfico en toda la regla de la palabra, con canciones y bailes, que trataba sobre cómo las madres que se quedan en casa pasan el tiempo cuando los niños están en la escuela y sus parejas trabajan. Para colaborar en el proyecto, contó con la ayuda de su compañera de la escuela de cine y prometedora directora de fotografía, Alice Brooks. Más tarde volverían a trabajar juntos en las películas Wicked.
Chu tuvo una serie de películas al inicio de su carrera que consolidaron su enfoque de la narrativa musical. En su primera película de estudio, Step Up 2 the Streets (2008) , aprendió a convertir ideas en una producción real fusionando coreografía y personajes. Luego, como director de Justin Bieber: Never Say Never, comprendió el poder de la cultura de internet como herramienta narrativa. Sin embargo, no fue hasta que dirigió Crazy Rich Asians que su carrera dio un giro radical. La película le permitió combinar matices culturales, una narrativa auténtica y un gran atractivo para el público general. Todo esto culminó en Wicked, su película más ambiciosa hasta la fecha.
La película le exigió ir más allá de sus instintos creativos. Donna Langley, presidenta de Universal Pictures, afirma que Chu es tan brillante ejecutivo como creativo: “Se desenvuelve con soltura en la intersección entre el comercio y el arte. Es profundamente empático, pragmático e innovador. Ve los retos como oportunidades; es extremadamente metódico en su planificación y, sin embargo, se mantiene flexible en su ejecución”.

El storytelling como acto de empatía
Para Chu, el storytelling es una especie de moneda trascendente en la era actual del cine. “Es uno de los motores de empatía más poderosos que tenemos, aparte de viajar”, afirma. Y claro, ayuda que con Wicked esté contando una historia profundamente mágica, en un mundo tan vibrante y fantástico que es imposible no dejarse llevar.
Pero el verdadero poder de Chu para dar vida a Wicked está en su capacidad de pensar como narrador y trabajar como ingeniero. Su sistema creativo es tan meticuloso como disciplinado. Recuerda que, en sus primeros años como editor, desarrolló una lógica de narrativa no lineal que le ayudó a ordenar sus ideas. Reunía miles de capturas de pantalla, texturas y notas, y las acomodaba en carpetas. Con el tiempo, esas carpetas se convirtieron en una especie de “despensa creativa” a la que volvía cada vez que empezaba una nueva película.

Cuando Chu y la directora de fotografía Brooks eran compañeras en la USC, conectaron gracias a su pasión por los musicales. “Creo que ambos somos storytellers con mucha sensibilidad”, dice Brooks, quien trabajó con Chu en In the Heights y Wicked (entre otras). “Se trata de desentrañar una historia desde dentro”. Describe el proceso de Chu como increíblemente meticuloso.

Durante las primeras etapas de producción y planificación, ella y Chu trabajaron a su propio ritmo, confiando en la intuición del otro. “Cuando recibimos un guion, analizamos cada escena con una palabra clave, una intención emocional, y cada decisión de cámara e iluminación surge de esas intenciones”, explicó Brooks. “Es un proceso donde ‘marinas’ las ideas por mucho tiempo; primero las dejamos crecer, y ya después las decisiones técnicas llegan como algo totalmente secundario”.
En el rodaje de Wicked: For Good, Chu implementó un proceso que requería que los actores ensayaran sus diálogos mientras grababan antes de que comenzara la filmación oficial. Durante el ensayo de la canción “For Good”, las actrices Ariana Grande y Cynthia Erivo improvisaron, cantándose la una a la otra a través de la puerta de un armario. Fue algo totalmente inesperado, pero también parte del proceso habitual de Chu antes de cada escena, así que lo dejó fluir y el momento capturado terminó siendo uno de los más memorables de la película.
“La genialidad nace del proceso”, afirma.

Durante el desarrollo de una película, Chu no piensa en la taquilla. En cambio, se centra en que la película sea lo más entretenida posible. Considera el cine como un portal a otro mundo, donde el público puede experimentar las cosas desde la perspectiva de otra persona. “Para mí, eso es lo que más necesitamos proteger en nuestra cultura”, afirma Chu. “Siento una gran responsabilidad al tener la oportunidad de expresarme en ese ámbito”.
Chu comenzó a rodar las dos películas de Wicked en 2022, antes de que la IA se convirtiera en una realidad. Él y el equipo de más de 700 expertos en efectos visuales se centraron en crear un mundo táctil pero imperfecto. Quería mesas que se tambalearan y puertas con grietas. Para que Wicked funcionara, nada podía parecer artificial o irreal.

“Insistió en que el mundo fuera tangible, que pudiéramos sentir los rasguños y la suciedad”, dice Platt. Esa cualidad es lo que permite al público sentir la intensidad de la relación entre Glinda y Elphaba, explica Chu. Después señaló que todo en el set, en un radio de 12 metros, fue construido físicamente. Las imperfecciones propiciaron una intimidad con el público que la IA jamás podría replicar. “Esto no parecía un sueño, porque estábamos hablando de cosas reales y estábamos indagando en la verdad misma”, afirma.
Platt afirma que este compromiso inquebrantable con la resonancia emocional es lo que hace único a Chu en este momento. “Incluso cuando era difícil hacer cambios o teníamos desacuerdos con los guionistas, siempre había alegría en el proceso”, dice Platt. “Cuando tu director siente eso, se contagia a todos los que trabajan en la producción. Pero también me dio confianza en nuestra colaboración y en el resultado”.
En muchos sentidos, Chu representa un modelo a seguir para lo que la industria cinematográfica necesitará a medida que la tecnología siga integrándose en el cine. Chu cree que, conforme la IA se convierta en una parte más importante del proceso creativo, se potenciará aún más la curiosidad humana. “Al final”, afirma, “se trata de crear algo que la gente pueda sentir, incluso en un mundo digital”.
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