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¿Por qué algunas personas son extremadamente competitivas mientras que otras son muy relajadas?

Desde la personalidad hasta la cultura organizacional, la competitividad es multifacética.

¿Por qué algunas personas son extremadamente competitivas mientras que otras son muy relajadas? [Imagen generada con IA]

Si alguna vez has estado cerca de un equipo deportivo con menores de 12 años, sabrás que algunos niños son ferozmente competitivos, mientras que otros están allí simplemente para socializar.

En el lugar de trabajo, dos colegas pueden reaccionar de manera diferente a la misma retroalimentación: uno se esforzará al máximo para demostrar su valía, mientras que el otro lo dejará pasar fácilmente.

Y todos sabemos lo que pasa en las noches de juegos de mesa en familia. Es el mejor recordatorio de que la competitividad puede poner a prueba incluso las relaciones más estrechas.

Ser más o menos competitivo tiene ventajas y desventajas, que dependen completamente del contexto. Pero ¿qué determina realmente estas diferencias en nuestra competitividad? ¿Podemos optar por cambiar?

¿Qué es exactamente la competitividad?

La competitividad va más allá del simple deseo de ganar. Es una tendencia compleja a esforzarse por superar a los demás y a evaluar el éxito comparándonos con quienes nos rodean. Las personas pueden disfrutar de aspectos de la competitividad, con satisfacción derivada tanto del esfuerzo como del buen desempeño.

El comportamiento competitivo puede estar relacionado con la motivación de superación personal, así como con el logro individual. Si estamos altamente motivados para ganar, mejorar nuestro rendimiento y evaluarnos en comparación con los demás, podemos ser más propensos a ser altamente competitivos.

Desde una perspectiva evolutiva, también nos ha ayudado a sobrevivir. Como especie social, nuestra competitividad nos permite obtener recursos, estatus y, fundamentalmente, relaciones.

Se ha descubierto que los rasgos de personalidad de extroversión y escrupulosidad son más comunes entre las personas más competitivas. Estos rasgos se relacionan con el esfuerzo por alcanzar objetivos, la persistencia y la asertividad, todos ellos esenciales para la competitividad.

Por lo tanto, podemos estar predispuestos a ser competitivos en función de nuestros rasgos de personalidad. Hasta cierto punto, estos están determinados por la genética.

Sin embargo, no se trata solo de la biología. La intensidad de la competitividad también está entrelazada con nuestro entorno.

Tu cultura tiene un impacto en lo competitivo que eres

Las familias, aulas o lugares de trabajo competitivos pueden intensificar los sentimientos competitivos, mientras que los entornos más cooperativos pueden reducirlos.

Por ejemplo, las investigaciones han demostrado que una mayor participación y expectativas de los padres pueden influir positivamente en el rendimiento académico, pero también pueden hacer que los niños sean más competitivos.

La competitividad también se interpreta y expresa de forma diferente en las distintas culturas. Las culturas tradicionalmente individualistas pueden ser más competitivas externamente, mientras que las culturas colectivistas pueden serlo más indirectamente, en un esfuerzo por preservar la cohesión del grupo.

Si eres indirectamente competitivo, esto podría manifestarse ocultando información útil a los demás, comparándote mucho con otros o observando de cerca el éxito de tus pares.

¿Podemos medir la competitividad?

Las investigaciones sugieren que la competitividad es multifacética y que diferentes medidas enfatizan distintos procesos psicológicos.

Si bien hay varios cuestionarios disponibles que miden el nivel de una persona, todavía existe debate sobre qué dimensiones subyacentes deberían capturar estas medidas.

Por ejemplo, un estudio de 2014 desarrolló una medida que involucraba cuatro dimensiones: competitividad general, dominio, afectividad competitiva —cuánto disfruta la persona compitiendo— y mejora personal.

Además, otro intento de medir la competitividad publicado en 2018 encontró que el disfrute de la competencia —motivación y valor percibido— y la conciencia —ser asertivo— eran las dimensiones más importantes a medir.

Todo esto demuestra que la competitividad no es un rasgo único, sino un conjunto de motivaciones y comportamientos relacionados.

¿Cuáles son los pros y contras de ser altamente competitivo?

Ser más competitivo se relaciona con beneficios como un alto rendimiento, motivación y logros. Sin embargo, también conlleva costos.

Los estudios sugieren que si las personas se centran más en su posición social y se consideran desfavorablemente, podrían ser más propensas a experimentar síntomas de depresión y ansiedad. De hecho, un proceso de competitividad —la comparación social— se ha vinculado sistemáticamente con malos resultados en salud mental.

También se ha descubierto que la competitividad en las escuelas está relacionada con un mayor estrés y ansiedad.

En el contexto del rendimiento individual, competir contra alguien de mayor rendimiento puede mejorarlo, según un estudio en el que se pidió a los participantes que realizaran una prueba neurocognitiva. Sin embargo, la cooperación, incluso con un compañero de menor rendimiento, se asoció con niveles de logro iguales.

Es más, este estudio descubrió que la competencia estaba asociada con un aumento de la excitación fisiológica y el estrés, mientras que la cooperación no.

¿Es posible volverse menos competitivo?

Si bien hay algunos rasgos de personalidad que quizás no podamos controlar, sí podemos cambiar algunos aspectos de nuestra competitividad.

Comportarse de una manera más prosocial —a través de una mayor cooperación, compartir y ayudar— puede reducir tu competitividad.

Además, revisar la forma en que nos evaluamos y nos relacionamos con nosotros mismos puede contribuir a desarrollar una relación más equilibrada y adaptativa con la competitividad. La terapia de aceptación y compromiso, así como la terapia centrada en la compasión, pueden ser útiles para apoyar estos cambios.

En definitiva, la investigación en este ámbito es compleja y hay mucho que aprender. Si bien un nivel moderado de competitividad puede ser beneficioso, es importante equilibrar el costo. Piensa en tus objetivos: ¿quieres ganar a toda costa? ¿O dar lo mejor de ti y hacer amigos?


Inge Gnatt es psicóloga y profesora de psicología en la Universidad Tecnológica de Swinburne.

Kathleen de Boer es psicóloga clínica y profesora de psicología clínica en la Universidad Tecnológica de Swinburne.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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