[Foto: We are/Getty Images]
A continuación, Jane Marie Chen comparte cinco ideas clave de su nuevo libro, Like a Wave We Break: A Memoir of Falling Apart and Finding Myself (Como una ola que rompemos: Una memoria de desmoronarme y encontrarme a mí misma).
Jane es coach de liderazgo, oradora y cofundadora de Embrace Global, una empresa social que desarrolló una incubadora infantil de bajo costo. Ha sido becaria TED, becaria Echoing Green y Joven Líder Global del Foro Económico Mundial. Entre sus numerosos reconocimientos se incluyen su inclusión en la lista Forbes Impact 30 y el Premio a la Innovación de The Economist.
¿Cual es la gran idea?
Like a Wave We Break es una historia de autodescubrimiento. Cuando los logros nos definen o nos sirven como escape de las cicatrices ocultas del trauma, nos perjudicamos a nosotros mismos y a los demás. Seguir adelante desde una base fracturada puede quebrar a una persona y limitar su potencial de liderazgo. La autocompasión y la autoestima no se encuentran corriendo hacia adelante, sino mirando hacia dentro. Este viaje es la incubadora de los mayores avances de la vida.
1. Nuestras heridas pueden conducirnos hasta que nos rompan
Crecí en un hogar con violencia física. De pequeña, a menudo me sentía impotente. Esa sensación de impotencia se convirtió, sin saberlo, en el motor que impulsó gran parte de mi vida. Cuando estudiaba un posgrado en Stanford, mi equipo inventó una incubadora portátil para bebés prematuros. A diferencia de las incubadoras tradicionales, nuestra tecnología podía funcionar sin electricidad constante. Fue diseñada para usarse en lugares remotos del mundo.
Convertimos la idea en una empresa llamada Embrace y nos fijamos el objetivo de salvar a un millón de bebés. Tras graduarme, me mudé a la India, donde nacen casi el 40% de los bebés prematuros del mundo. Durante los años siguientes, nos dedicamos al desarrollo del producto, a las pruebas clínicas, a la fabricación y, finalmente, al lanzamiento del producto.
Fue muy gratificante salvar vidas con nuestras incubadoras. Uno de los primeros bebés que salvamos estaba en China. Donamos algunas incubadoras a un orfanato en Pekín y rescataron a un bebé de un kilo que había sido encontrado abandonado en la calle. Lo mantuvieron en nuestra incubadora durante semanas y sobrevivió. Siete meses después, visité el orfanato y sostuve a este bebé en mis brazos. Historias como la suya me animaron a seguir adelante. Durante los años siguientes, entregué mi vida a esta misión.
Nuestro trabajo fue reconocido por el presidente Obama, financiado por Beyoncé y cubierto por medios de comunicación internacionales. A simple vista, parecía una historia de éxito, pero lo que me impulsó también terminó por derrumbarme. La impotencia que sentí durante mi infancia me dio un propósito, pero también me llevó al agotamiento total. Tras una década de reveses y obstáculos insuperables, Embrace casi se derrumba, y yo también. A lo largo de todo esto, aprendí que los logros, incluso cuando se basan en un propósito, pueden ser una estrategia de supervivencia o una forma de superar el dolor. Nuestras heridas pueden darnos un impulso extraordinario, pero si nunca las enfrentamos, esas mismas heridas pueden consumirnos.
Esta es una trampa en la que veo caer a muchos líderes. A simple vista, parece determinación o visión, pero en el fondo, puede haber un intento inconsciente de llenar un vacío interior. El liderazgo puede tener sus sombras: agotamiento, perfeccionismo, control, ansia de validación, pero cuando hacemos el trabajo interior, dejamos de liderar desde el miedo. Empezamos a liderar desde la plenitud, y ese cambio hace que el liderazgo sea mucho más sostenible.
2. La curación comienza con el sentimiento
Cuando Embrace casi se derrumbó, no solo perdí mi empresa; perdí toda mi identidad. Todo aquello en lo que había volcado mi alma durante una década se había esfumado. Me sentía completamente destrozada, y como no sabía hacer nada a medias, compré un billete de ida a Indonesia y emprendí una búsqueda de sanación. Probé todas las modalidades de sanación que pude encontrar. Hice un retiro de meditación en silencio de 10 días en la selva, donde me sentaba con las piernas cruzadas durante 14 horas al día, sin permitirme leer, escribir, hacer ejercicio ni siquiera mirarme a los ojos. Surfeé olas gigantes, buscando la adrenalina en el océano, igual que antes la buscaba en mi trabajo. Probé la terapia psicodélica. Incluso hice una ceremonia de veneno de rana, quemándome la pierna y vomitando para que no me quedara nada dentro.
Con cada experiencia, esperaba que tal vez este fuera el elixir mágico que me sanaría, pero mis verdaderos avances no llegaron en la selva, el océano ni durante una ceremonia. Llegaron cuando dejé de correr y finalmente me volví hacia el dolor que estaba evitando. Esto fue mucho más difícil de lo que parece, sobre todo porque me entrené para no sentir nada y sobrevivir a mi infancia. Como escribe Bessel van der Kolk: “El cuerpo lleva la cuenta”. El trauma no solo está en nuestros recuerdos. Vive en nuestros cuerpos. Sanar me exigió no hacer más, sino sentir más: volverme hacia el dolor que había superado toda una vida y enfrentarlo con compasión.
Nuestros sentimientos son datos. Contienen mucha sabiduría.
Vivimos en una sociedad escapista que ofrece infinitas maneras de adormecerse, ya sea a través del trabajo, los logros, las sustancias o los rituales de autoayuda. Puede que estés leyendo este artículo como una vía de escape, pero la verdadera sanación no se trata de buscar la siguiente solución. Se trata de aprender a ser conscientes de nosotros mismos, y esto no es solo personal; se aplica al liderazgo. Nuestros sentimientos son datos. Contienen muchísima sabiduría. Cuando podemos reducir la velocidad lo suficiente como para percibirlos y honrarlos, tomamos decisiones más sabias, tanto a nivel personal como para quienes lideramos. Los líderes que sienten son líderes que realmente conectan.
3. La resiliencia surge de la autocompasión
Durante la mayor parte de mi vida, pensé que la resiliencia significaba perseverar. Si estaba cansada, seguía adelante. Si tenía miedo, redoblaba los esfuerzos. Creía que la tenacidad era fuerza, pero esa creencia fue lo que me llevó al agotamiento. En mi camino de sanación, uno de los marcos más transformadores que encontré fueron los Sistemas Familiares Internos (SFI), que enseñan que todos estamos hechos de una multitud de partes internas:
- Partes protectoras que nos impulsan a lograr el control o a esforzarnos más para no tener que sentir dolor.
- Los exilios son las partes heridas que albergan emociones como la vergüenza, el miedo o la soledad.
- El Ser, con S mayúscula, es el núcleo tranquilo y compasivo de quienes somos.
Una de mis protectoras era la guerrera interior, dispuesta a luchar cada batalla. Alguien apodó a esta parte de mí, Janis Khan. Otra protectora era la superdotada, la parte que me mantenía trabajando hasta el agotamiento. Esa parte había ganado mi vida durante décadas. Cuando comencé a mirar hacia mis partes con compasión y curiosidad, comencé a preguntarme: “¿De qué me proteges y a qué le temes?”.
Bajo estos protectores, conocí a la niña asustada que sentía que nunca era suficiente. Durante años, la abandoné. Poco a poco, me volví hacia ella. Le dije: “Eres suficiente tal como eres”. Por primera vez, la conocí con amor. Esta práctica lo cambió todo.
La verdadera resiliencia consiste en cultivar la autocompasión para afrontar la vida con autenticidad y valentía. Cuando somos amables con nosotros mismos, estamos más dispuestos a asumir riesgos, tropezar e incluso fracasar, porque sabemos que estaremos bien. Como líderes, esto es fundamental. Si queremos generar seguridad psicológica en los demás, primero debemos crearla en nosotros mismos. Solo así podremos construir equipos y organizaciones donde las personas prosperen.
4. Nuestros mayores puntos de ruptura pueden convertirse en nuestros mayores avances
Cuando Embrace cerró después de 10 años, toqué fondo. Tenía ataques de pánico. Estaba deprimida. Una parte de mí no quería seguir trabajando porque estaba agotada. Otra parte veía el colapso como un fracaso: la muerte de todo por lo que había trabajado tan duro. Pero el desmoronamiento de Embrace terminó por desgarrarme. Me obligó a emprender un camino de sanación. Por primera vez, tuve que enfrentarme a la historia que vivía en mi interior. Nunca habría elegido ese camino si la empresa no hubiera quebrado.
Uno de los maestros de los que tuve la oportunidad de aprender fue Tony Robbins, quien suele decir: “La vida sucede para ti, no por ti”. Creo firmemente en estas palabras. La adversidad que enfrenté al crecer y la impotencia que sentí de niña se convirtieron en la base de mi propósito, y el colapso de Embrace se convirtió en la puerta de entrada a mi sanación. A menudo pensamos en los desafíos como obstáculos que superar o desvíos de la vida que planeamos, pero a veces son los maestros que necesitamos. Mi punto de quiebre más doloroso resultó ser el catalizador de mi mayor avance.
5. Valemos más que la suma de nuestros logros
Durante años, creí que si me esforzaba más, lograba más y salvaba más vidas, quizá finalmente me sentiría suficiente. Pero ningún premio, reconocimiento ni titular acalló esa voz interior de inseguridad. Cuando Embrace cerró, tuve que preguntarme: “¿Quién soy sin mi misión, mi trabajo, mi título?”. Creo que es una pregunta que muchos nos planteamos ahora debido a la inteligencia artificial, que es capaz de hacer nuestro trabajo más rápido y mejor que nosotros. Vivimos en una cultura que nos define por nuestro rendimiento, pero somos suficientes tal como somos.
Cada uno de nosotros lleva un valor innato bajo todo ese ruido de títulos y likes en redes sociales. Cada uno de nosotros lleva una valía innata que no se puede quitar. Tener un sentido interior inquebrantable de valor nos da la resiliencia para afrontar lo que la vida nos traiga. El colapso de Embrace me liberó de la prisión de equiparar mi valor con mis logros y, como resultado, me abrió a una vida que se siente más plena, más libre y más auténtica.
En un milagroso y fortuito giro de los acontecimientos, Embrace se salvó. Continúa como organización sin fines de lucro, y este año alcanzamos el millón de bebés salvados con nuestras incubadoras. Esa meta la establecimos hace casi dos décadas. Estoy muy orgullosa de este logro, pero ya no define todo lo que soy. Mi valor no está en los titulares ni en las métricas. Está en la simple verdad de que soy suficiente, tal como soy. Tú también eres suficiente, tal como eres.
Este artículo apareció originalmente en la revista Next Big Idea Club y se reimprime con permiso.
![[Imagen impulsada por IA]](https://fc-bucket-100.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/2025/12/10074802/Diseno-sin-titulo-10.jpg)
![[Foto: Bilanol/Getty Images]](https://fc-bucket-100.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/2025/12/09101318/p-1-91448151-safest-intersection-on-earth.webp)
![[Foto: cortesía]](https://fc-bucket-100.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/2025/12/09140119/01601F7E-0C1A-4374-895C-9C62762EE90E.jpeg)