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Luces de colores que parpadean suavemente. Revistas que nadie lee. Una televisión en la esquina pasa las noticias mientras una recepcionista pronuncia mal mi apellido… Estoy en la primera de varias citas médicas programadas intencionalmente durante la temporada de vacaciones navideñas.
No porque esté enfermo. Porque es la única semana del año en la que nada relacionado con el trabajo me quita tiempo. La oficina está cerrada. Los inversores no me mandan correos. Las notificaciones de actualizaciones de productos han parado. Durante siete días puedo priorizar mi cuerpo.
Así que programo los análisis de sangre. El dermatólogo. El examen físico que pospongo desde marzo. La cita con el dentista la reprogramo porque siempre hay una reunión de la junta directiva, una llamada de un cliente o una crisis que siento más importante que mis dientes.
Llegué a este ritual por el camino difícil.
Pasé toda mi carrera creando empresas tecnológicas con capital de riesgo, e ignoré lo que me decía mi cuerpo. Lo hacía todo “bien”, según los estándares de un fundador. No bebía ni fumaba. Hacía ejercicio cuando podía. Me decía a mí mismo que el estrés era temporal. Me decía que descansaría después del siguiente hito.
Mis riñones fallaron de todas formas. Dos veces: una en 2016 y otra en 2025. Enfermedad renal terminal. Dos trasplantes. Una década de diálisis y hospitales me enseñó algo simple: el cuerpo no negocia. Escúchalo mientras aún susurra.
El costo del estrés laboral
¿El culpable? El estrés. El estrés laboral que sabía que me perjudicaba y aun así me permitía ignorar.
Tuve una segunda —y tercera— oportunidad. No todo el mundo la tiene.
Perdí a un amigo fundador muy cercano por suicidio. Era brillante y exitoso según todos los parámetros externos. Noté que se distanciaba. Le di espacio y pensé que era lo que necesitaba.
Me equivoqué.
No hablamos lo suficiente sobre el verdadero costo de esta vida. Las investigaciones demuestran que los fundadores tienen el doble de probabilidades de sufrir depresión, el triple de probabilidades de tener problemas de abuso de sustancias y el 72% reporta problemas de salud mental.
Celebramos los triunfos y callamos todo lo demás. El fundador que vendió y no puede levantarse de la cama. El que cerró y desapareció. El que sigue construyendo, pero se queda sin energía.
El desgaste físico también es evidente. El agotamiento no es un cansancio del que se recupera con unas vacaciones. Es un fenómeno ocupacional que la Organización Mundial de la Salud reconoció en 2019. Para los fundadores que retrasan o no se realizan chequeos médicos, puede manifestarse como enfermedades cardíacas, trastornos autoinmunes y un sistema nervioso que olvida cómo relajarse.
Y el daño no queda contenido.
Las investigaciones demuestran que el 57% de los empleados pueden detectar el estrés de su fundador a través del tono, la energía y el lenguaje corporal. El mismo informe muestra que los equipos liderados por fundadores con alto nivel de estrés reportan menor bienestar, mayor agotamiento y menor seguridad psicológica. Cuando los fundadores sufren, todos a su alrededor lo absorben.
Cuidar tu salud aunque sean vacaciones
Aplazamos nuestra salud porque algo siempre parece más urgente. Si eres fundador, este es un ejercicio de 15 minutos para empezar a escuchar a tu cuerpo mientras aún te susurra en vacaciones.
Minutos 0–5: Enumera lo que se ha evitado
Anota todos los asuntos de salud que has pospuesto. Citas pospuestas. Síntomas ignorados. Chequeos atrasados. Inclúyelos todos.
Minutos 5–10: Identifica el costo de la espera
Para cada punto, pregunta: ¿Cuál es el riesgo de postergarlo? ¿Qué diría un amigo sobre ignorarlo? Marca aquellos en los que esperar se siente más como una evasión.
Minutos 10–15: Programa una cita
Elige el asunto que ha esperado por más tiempo o que conlleva mayor riesgo. Abre el calendario. Busca una cita en los próximos 30 días y resérvala. No es un recordatorio. Es la cita real.
Por qué funciona esto
Consideramos la salud como algo que lograremos cuando la situación se calme. Las cosas no se calman. Una cita no lo solucionará todo. Pero puede romper el patrón de postergación.
El desempeño de un fundador es el principal indicador del rendimiento de su empresa. No su presentación. No su capitalización. La persona. Es un factor clave del retorno de la inversión.
Nadie habla de ello de esa manera.
En cambio, los inversores analizan con lupa el tamaño del mercado, las ventajas competitivas y la economía de las unidades. Pero el mayor riesgo en cualquier cartera no es el mercado. Es el fundador que se agota y empieza a tomar decisiones cuestionables. O que se marcha por completo. Si cualquiera de estas dos cosas ocurre, cada dólar invertido para respaldarlo está en juego.
La verdad es esta: el bienestar no es la recompensa que los fundadores reclaman tras la salida. Para entonces, las relaciones se han roto, los cuerpos se han visto comprometidos y el propósito se ha perdido. El bienestar es la base que hace posible el arduo trabajo de ser fundador.
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![El fotógrafo Nick Ut, ganador del Premio Pulitzer, habla con la prensa en 2016 [Foto: David Hume Kennerly/Biblioteca LBJ vía Wikimedia Commons]](https://fc-bucket-100.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/2025/12/26101247/IMG_8342-1.jpeg)